Hay cosas que todavía no entendemos sobre nuestros sueños.Internet

La casa del sueño

Hay cosas que todavía no entendemos sobre nuestros sueños. Muchas veces pueden ser placenteras o tormentosas, pero ¿qué sucede si se transforman en realidad?

Cierta vez, una bella joven soñó que caminaba por un extraño sendero de campo en donde todo era puro esplendor. Una vista inmejorable, los árboles y las praderas llenas de flores de diversos colores la hacían sentirse plena.

El camino ascendía en pendiente hacia una colina boscosa que conectaba a las puertas de una hermosa casa blanca, rodeada de un elegante jardín. Con placer y curiosidad, llamó a la puerta de la casa.

Luego de unos segundos de espera, la puerta se abrió. Un anciano, con una larga barba blanca la miró a los ojos. Pero en el momento en que ella empezaba a hablarle ella despertó.

Durante varios días, la joven recordó su sueño detalle por detalle, sin poder pensar en otra cosa.

Después volvió a tener el mismo sueño durante tres noches seguidas. Pero siempre despertaba en el momento en que iba a comenzar su conversación con el anciano de barba larga.

Su intriga cada vez era mayor, ya que el sueño comenzó a repetirse en varias ocasiones y siempre se despertaba en el mismo momento.

A las pocas semanas, la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tocó el hombro del chofer del automóvil para que detuviera el vehículo. Allí, a la derecha del camino pavimentado por el que transitaban, estaba el sendero de campo de su sueño. Exactamente igual al sendero que había soñado hace días en varias ocasiones.

“Espéreme un momento... Conozco este lugar. Volveré enseguida”, expresó la joven al chofer.

La chica comenzó a caminar a través del sendero de sus sueños, con el corazón golpeando alocadamente en su pecho. Todo se repetía exactamente como lo había soñado en varias ocasiones. Los árboles, la majestuosa vista de los prados llenos de flores de diversos colores, todo igual a su sueño.

Pero no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina, y la dejó ante las puertas de la casa blanca rodeada por el elegante jardín, cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión.

La joven, decidida a develar su sueño, golpeó con entusiasmo la puerta de la casa. Al cabo de unos segundos el mismo anciano de larga barba blanca, el mismo que tantas veces soñó abrió la puerta. Ella se encontraba totalmente sorprendida: todo era igual a lo que había soñado. Por fin iba a poder dialogar con el anciano.

“Buenas tardes, disculpe que lo moleste... Pero ¿podría usted informarme si esta casa está a la venta?”, preguntó la joven tímidamente.

El anciano la observó con detenimiento sin pestañar, y muy amablemente respondió: “Sí, está a la venta, pero en verdad no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, visita esta casa últimamente!”

“¡Un fantasma! santo Dios, ¿y quién es?”, exclamó la joven aterrorizada.

“¡Usted!”, dijo el anciano. “Usted nos visita”.

Entonces, el anciano, sin más que agregar, se dispuso a cerrar la puerta.