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Buena Vida
Diablos bailan encerrados en Píllaro
La semana de festejos se redujo en el cantón tungurahuense por la pandemia e intervinieron apenas 30 danzantes.
“La diablada es una muestra de la rebeldía que nos heredaron nuestros antepasados, quienes hasta el final dieron pelea y no quisieron doblegarse ante las creencias y dogmas traídos por el yugo español. Este año no salimos, pero desde casa nos vestiremos con la piel del diablo, porque las tradiciones deben mantenerse”, expresó Patricio Carrera.
El año pasado, Carrera fue cabecilla de la partida desde Emilio Terán, uno de los barrios donde se inició la tradicional diablada pillareña, que se desarrollaba durante los seis primeros días del nuevo año en las calles del cantón Píllaro, provincia de Tungurahua.
El alcalde de Píllaro, Elías Yanchapatín, comentó que con un grupo reducido de danzantes, ayer hubo una presentación en el estadio de la ciudad, y la otra participación será el miércoles 6 de enero, en el mismo escenario. El programa se transmite mediante las cuentas de redes sociales de la Municipalidad y de los grupos sociales que participan en la danza tradicional.
Compartieron en talleres
La tradicional diablada pillareña se la prepara durante el año anterior. Diana Mecías, directora de Turismo del Municipio de Píllaro, explicó que en las 12 comunidades involucradas en mantener la tradición siempre coordinan la fiesta siguiente a los pocos días de culminada la semana de desfile de los danzantes.
“Por la pandemia, los organizadores resolvieron que se mantenga la actividad, pero mediante las plataformas digitales para así evitar aglomeraciones, porque esta fiesta congregaba, por día, a unos 15 mil turistas que llegaban de todo el país y extranjeros”, dijo la funcionaria.
Este año, los gestores culturales realizaron charlas y varios talleres culturales para fortalecer la tradición. “En los talleres se ha hablado de la vestimenta, los personajes, la música tradicional, el baile, el legado que se debería dejar a las nuevas generaciones. Participaron los cabecillas de los sectores Robalinopamba, San Andrés, Marcos Espinel, Tunguipamba El Rosal, Santa Marianita y otros”, detalló Mecías. Los talleres culminaron a finales de diciembre.
Participantes reciclaron los trajes
Con la suspensión del recorrido de la diablada decayó la venta de los trajes y caretas. Ángel Velasco, quien lleva alrededor de cinco décadas elaborando máscaras, cuenta que no se venden implementos.
Él empezó con la elaboración de máscaras cuando por primera vez lo invitaron a ser parte de esta fiesta. “Desde octubre empezamos a elaborar las caretas, pero este año todo se ha reciclado y no hay ventas”, remarcó.
Las caretas para el traje del diablo cuestan desde $ 50 la más económica y de ahí los precios van en aumento según el modelo, tamaño y los detalles que desee el cliente.
El personaje debe llevar capa, fuete, peluca o corona. La artesana Lorena Guamanquishpe calcula que un personaje con toda la indumentaria por lo mínimo invierte $ 200. (YIE)