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Historias de Ultratumba
El demonio que vestía una piel humana
Cerca del atardecer, mientras paseaba por los caminos aledaños al pueblo, un joven escritor llamado Wang vio una mujer que caminaba trabajosamente con un pesado equipaje de viaje a su espalda. El hombre se acercó a ella, vio que era joven y hermosa, y de inmediato quedó perdidamente enamorado de la muchacha.
Preguntó a la chica porqué se encontraba sola, sin compañía, a la hora de anochecer. Ella mirando fijo a Wang le expreso que él podría liberarla de sus penas, algo a lo que él accedió de inmediato.
La mujer misteriosa le contó que sus padres, dominados por la avaricia, la vendieron hace algún tiempo a una rica familia. La madrastra no paraba de insultarla y golpearla desde el amanecer hasta la hora de ir a dormir. Manifestó que ya no podía soportar ese tipo de crueldad y que había decidido huir.
El escritor quedó espantado por el relato de la joven, a quien invitó a su humilde hogar para pasar la noche en paz y poder descansar. Después de caminar un corto tiempo llegaron a la casa, pero la chica se sorprendió al ver que se encontraba vacía. Wang explicó que esta, en realidad, era la habitación que usaba como gabinete de trabajo, y que su esposa y los criados residían del otro lado, en las habitaciones tras el jardín.
La joven solicitó a Wang que nadie se enterase de que ella residiría en dicha habitación. Él joven accedió y ambos durmieron plácidamente esa noche.
Varios días pasaron antes de que en su casa principal alguien sospechara de la presencia de la bella joven. El escritor había hablado muy por encima del tema con su esposa, quien asumió que se trataba de una mucama y le aconsejó con seriedad que despidiera a la fugitiva, pero Wang hizo todo lo que pudo para no escucharla.
Un día, camino al mercado del pueblo, encontró por casualidad a un sacerdote que conocía. El religioso, al ver atemorizado a Wang, lo interrogó por el problema que lo aquejaba, pudo ver más allá y afirmó al joven que se encontraba rodeado de maléficas emanaciones, algo que él negó rotundamente.
Las palabras del sacerdote impresionaron a Wang y tuvo ciertos pensamientos negativos hacia la joven que ocultaba en su hogar. La intriga comenzó a hacer mella en el escritor.
Al llegar a su casa, atravesó el jardín y cuando intentó abrir la puerta que daba paso al cuarto donde se encontraba la joven, no pudo hacerlo. Estaba cerrada por dentro, de modo que no pudo ingresar. Esto intensificó su desconfianza.
Trepó entonces la pared medianera que rodeaba el jardín y observó que la puerta del estudio también estaba cerrada. Se descolgó de la pared y en puntas de pie se acercó hasta la ventana para poder espiar el interior de la habitación.
Y desde allí pudo ver, con horror, un espantoso demonio de rostro verde esmeralda y de largos y aserrados dientes en punta, que pintaba con un largo pincel sobre una piel humana extendida sobre la mesa de trabajo.
Cuando el demonio dio por finalizada su tarea, levantó la piel, la sacudió como si fuera un abrigo, se cubrió con ella y recobró su aspecto de la joven y encantadora mujer.
Wang había visto, lleno de espanto, como ese monstruo horrible al vestirse con la piel humana se transformaba en aquella hermosa joven de la que estaba perdidamente enamorado. Pero guardó la compostura y, aunque estaba aterrorizado, se retiró caminando en puntas de pie sin hacer el mínimo ruido.
De inmediato se dirigió al pueblo a buscar al sacerdote con el que había hablado. Al principio no pudo dar con él, pero insistió con tal desesperación que, al fin, un viejo mercader le dio las señas del lugar donde se hallaba. “Está en el templo que se halla en las afueras de la ciudad, a los pies del monte, en el campo” expresó el comerciante.
Al encontrarlo en el bosque, el escritor se echó a los pies del sacerdote y llorando reconoció que en verdad la joven era un demonio que se viste con piel humana. El clérigo le solicitó a Wang que colocase unos espantamoscas de madera en la puerta de su habitación, y a la mañana siguiente se dirigiera al Templo del Emperador Azul que está en el poblado.
Pero luego de colocar los espantamoscas en la puerta de su habitación, la esposa de Wang sintió ruidos en el pasillo: ¡un horrible demonio verde se encontraba parado en el umbral del pasillo! El demonio se apoderó de los espantamoscas y los destrozó en varias partes, lanzándose hacia el lecho donde estaba acostado el escritor. Con sus garras le desgarró el pecho y arrancó el corazón, para luego desaparecer entre las praderas del pueblo.
Las criadas al llegar a la habitación encontraron a su señor muerto sobre la cama, todo cubierto de sangre. Su señora lloraba sin consuelo y sin atreverse a pronunciar palabra.
Cuenta la leyenda que aún hoy sigue viéndose a una joven hermosa por los caminos del poblado pidiendo ayuda para calmar sus penas.