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Buena Vida
Crónicas del cuarto rojo: El twerking, como arma de seducción previo a la intimidad
Un grupo de amigas que practicaban twerking hablaron de sus experiencias
“¿Estás preparado para lo que se viene?”, era el mensaje que envié, acompañado de un emoji de fuego y una carita de diablita, directo a su WhatsApp.
Había salido de mi primer taller de twerking y, honestamente, ni yo sabía lo que se avecinaba. ¡Las piernas me temblaban! Pero, ¡cómo me divertí!
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Las luces fluorescentes, los espejos frente a mí y la música provocativa que me hacía moverme aún más, encendían el ambiente. Éramos alrededor de diez mujeres en modo alumna, bailando sin prejuicios y aprendiendo a mover mejor “la cola”.
“Ni se les ocurra moverse así en el acto sexual”, dijo la instructora y añadió: “pueden lastimar el miembro de su pareja”.
Enseguida imaginé redactando yo misma la nota para EXTRA: “¡De la cama a emergencias por culpa del twerking!”, lo habría titulado. (Ojalá no pase.)
Así, entre calentamiento de piernas y aprendizaje de pasos, fuimos descubriendo los beneficios físicos del twerking. Especialmente para los glúteos… ¡tonificación al 100%! Además, proporciona más resistencia en la intimidad. Y aunque no es recomendable ejecutar estos movimientos fuertes durante la penetración, sí sirve para el juego en la previa. Sobre todo en el roce.
A mi lado había una chica que, en voz alta, dio fe de ello. Era su segundo taller y comentó: “Chicas, se ponen al borde de la cama, con una pierna en el suelo y la otra en la cama, y le bailan twerking”.
¿El más emocionado? Mi novio. Antes ya habíamos llevado juguetes a la cama, lo habíamos hecho en el estacionamiento de la urbanización y otras aventuras ‘calenturientas’. Pero llegar al orgasmo con un baile como el twerking ¡nunca antes!
Fue una semana de pura práctica. Al calor de una ducha caliente o también en la cama, al calor literal de nuestros cuerpos, fuimos llegando a inesperadas explosiones de placer.
La música no faltó, y a puro baile me di cuenta de que el gozo es posible cuando somos sinceras con nuestro chico sobre quiénes somos y qué queremos bajo las sábanas. Ahora continúo tarareando las letras de esas canciones, inmersa en mi propia perdición: a puro baile, sudor y deseo.