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Buena Vida

¡Melendi arrasó con la Carita de Dios!
Es cantante español estremeció a los asistentes de la capital.
El viernes por la noche, el coliseo Rumiñahui, de Quito, empezó a llenarse a las 20:34, hora en que Sergio Sacoto dio la bienvenida al público con su característico poderío vocal y baladas de gran calibre. El cantautor capitalino hizo un repaso por algunas de sus mejores composiciones, algunas de ellas conocidas en otras voces como Qué puedo hacer?, de Las Lolas y Dicen, de Pamela Cortés. No podía faltar Al borde del fracaso, tema insigne de Cruks en Karnak.
El ambiente estaba lo suficientemente prendido para recordar un cover de la mexicana Tatiana, Quién te puede amar, una balada de los 80 con la que Sergio dijo haberse enamorado de la música. La temperatura subió aún más con El aguajal, dejando terreno para que el español Melendi (el plato fuerte de la noche) tomará por asalto el escenario.
Para ese momento, todas las localidades del recinto deportivo estaban repletas. El reloj marcaba las 21:25 y así se dio comienzo a un vibrante repertorio que empezó con Tocado y hundido.
Con un pantalón jean y una camiseta que mostraba los tatuajes de sus brazos, el asturiano agradeció a Quito por el recibimiento.
“Gracias por el cariño Quito una vez más, y por dedicarme su tiempo. No quiero que esto sea un concierto, quiero que sea una oportunidad para conocernos un poquito más”, afirmó el artista antes de interpretar Tú de Elvis yo de Marilyn.
Uno de los mayores intérpretes del pop español, empezó a contar historias, aquellas que hablaban del ‘primer beso’, a los 16 años. “Yo era malo para todo, entonces escuché que alguien le cantaba a lo que sea y empecé a hacer lo mismo, entonces así dio paso a esa balada que lo transportó a la adolescencia”. Ese capítulo de su historia fue tan ovacionado que los gritos y aplausos se mantuvieron a lo largo del espectáculo.
Besos a la lona, Lo que nos merecemos, Un violinista en tu tejado, Autofotos y Caminando formaron parte ese arsenal de melodías que no cesó de disparar a un auditorio totalmente conectado con un Melendi elocuente y entregado. La noche avanzaba y hubo espacio para cantarle a la amiga, a la sociedad y a él mismo.
Como el agua y el aceite es de esas composiciones que dejan escapar una que otra lágrima. A esta le siguieron Flores de agua y plomo, Tiempos de revolución, El arrepentido, Desde que estamos juntos, Mi código postal, La casa no es igual, Con solo una sonrisa, Mírame, la infaltable Destino o casualidad y Como una vela. Imprescindibles también fueron Cheque al portamor, La promesa y Tu jardín con enanitos.
Emociones diversas, confundidas entre nostalgias y alegrías es lo que provocó Ramón Melendi Espina, el nombre completo del solista que se despidió por lo alto con su 1,90 de estatura, nariz aguileña y sonrisa de niño. Como él mismo dice, no tiene la voz de Luis Miguel, pero sabe interpretar y llegar al corazón y eso, en tiempos de violencia y convulsión política, es más que bienvenido.