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Buena Vida
Casa de la Cultura impulsa rescate de ancestrales albarradas en Muey
El objetivo es convertir a estos reservorios que en décadas pasadas fueron fuentes de agua en sitios de atracción turística
Muey era un pueblo pequeño, ubicado a un costado de la vía a Salinas, que estaba rodeado de vegetación y con enormes albarradas.
Así se describe a los inicios de la población José Luis Tamayo, a la que se conoce como Muey, que pertenece a Salinas, provincia de Santa Elena, que a finales de diciembre cumplió 83 años como parroquia.
El jurisconsulto Antonio de la Cruz, nativo de este lugar, escribió el libro ‘La historia de Muey’, plasmando en este las tradiciones y costumbres de su localidad, como el uso de las albarradas.
El investigador destaca que, en la temporada invernal, tales reservorios se copaban de agua y de ellos se abastecían las familias de las comunidades de la península.
“Desde aquí sacaban el agua en barriles que eran llevados en asno hacia los poblados aledaños, por lo que uno de los primeros gremios que se formó a inicios de 1900 fue el de la asociación de aguadores peninsulares, todos oriundos de este sitio”, narra De la Cruz.
Aquellos grandes reservorios eran únicos en la península, donde los pobladores se aprovisionaban de agua dulce para la agricultura y consumo doméstico, en cualquier época del año.
Hasta la década del 60 estas albarradas facilitaban el líquido, por ello se impulsa un proyecto para conservar las cuatro que hay actualmente en la parroquia José Luis Tamayo.
‘Salvaguarda de las albarradas como patrimonio tangible e intangible’ se denomina el proyecto liderado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, núcleo Santa Elena, menciona Roberto Cuesta, integrante del ente, quien explica que el objetivo es convertir a estos lugares en sitios de atracción turística.
“Son lugares ancestrales que deben ser conservados, aunque en estos momentos no estén prestando el objetivo de antes, pero con la poca agua que captan se han convertido en lugares de descanso de aves migratorias”, dice Cuesta.
El propósito es convertir esta zona en la más importante del ecoturismo peninsular, con un circuito que una a las cuatro albarradas. Se va a arborizar y construir sitios de recreación enmarcados a la protección del medioambiente.
Nombre de caserío nació de una flor
En los alrededores de aquellas albarradas nacía una flor olorosa de colores blanco y lila, y con un botón en el centro. Los nativos la conocían como Muey. Así se dio origen al nombre del caserío de ese entonces.
Pero con el pasar del tiempo la flor desapareció. “La hemos buscado por todos lados y sin poder hallarla, muchos no pudimos conocerla”, lamenta De la Cruz. (JL)