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Familia
Los apodos y los efectos en tus hijos
Poner sobrenombres es parte de la cultura, pero hay que tener tino para poder llamar a un menor de edad, pues si se usa la ofensa, se afecta su autoconcepto, algo con lo que lidiaría hasta su adultez.
No es lo mismo llamar a una niña Princesa y a otra decirle Cuatro Ojos. Tampoco llamar Ñoñito o Chucky a un niño y a otro decirle Messi. Algunos sobrenombres pueden causar risa, pero otros producen dolor a quienes los reciben.
El psicólogo clínico David Jarrín explica que hay que diferenciar el apodo del seudónimo. El primero tiende a resaltar características consideradas negativas o defectos de la persona y de su apariencia física (alto o bajo, tiene sobrepeso, etcétera), o si esta muestra alguna debilidad (es lenta para todo, no es muy aplicado en los estudios).
El seudónimo, en cambio, se usa para reemplazar el nombre original por uno artístico o que resalte algún aspecto de quien lo usa.
Para su colega Yanira Ibarra, experta en psicología infantil, las etiquetas son ofensivas y se vuelven una molestia, y de no ser identificadas por los padres o maestros pueden dar lugar al acoso (bullying).
“Pueden lastimar la autoestima y la identidad de los chicos. En algunos casos, los efectos no se ven inmediatamente. De niño, él lo toma como una característica propia de identidad y en la adolescencia eso despunta y puede generar confusiones y desbordes emocionales”, señala la experta.
Las causas de apodar
Los motivos por los que alguien pone apodos son diversos. Incluyen lo cultural, conductas aprendidas en el contexto familiar o como práctica de acoso, para llamar la atención y ser el sujeto predominante en un grupo, sostiene el especialista, quien recuerda que las afectaciones podrían permanecer hasta en la adultez y crear complejos.
Violencia y aislamiento
Las reacciones del niño dependerán del grado de afectación que el apodo le genera y del tono con el cual se lo digan. Unos actuarán de manera impulsiva; otros, distantes y aislados, indica Ibarra.
Jarrín dice que el acoso con apodos podría hacer que el afectado acumule tensión y rabia, y que explote de manera violenta. O podría exteriorizar su afectación con acciones que causen destrucción leve o moderada en el cuerpo (sangrado, moretones o dolor). También podría experimentar problemas de adaptabilidad, estrés, ansiedad, incluso depresión.
“Algunos no le dan importancia, lo que reduce el impacto emocional. Entonces, no influye en su autoconcepto”, precisa Jarrín.
EXTRAtips
1. Enseña a tus hijos a identificar y expresar sus emociones. A colocar límites frente a aquello que les molesta y comunicarlo. Si no saben gestionar las situaciones, que busquen ayuda de un adulto (padres, maestros), quien debe estar pendiente de si hay cambios en las conductas del menor.
2. Que los chicos aprendan el respeto mutuo. Los padres son los primeros ‘profes’ en esto. Anímalos a que sean respetuosos y a exigir el respeto de otros, sin importar la edad.
3. El joven decide si la ‘chapa’ de la casa, la usa socialmente. Si sus familiares lo llaman de alguna forma, explíquele que eso es en el hogar y por cariño, pero que los extraños deben llamarlo por su nombre, y a medida que va creciendo y si se siente cómodo puede utilizarlo en el contexto social.
4. Instrúyelo en la tolerancia a las diferencias. Que cada persona es distinta y no debe de etiquetar sus defectos o apariencia física. Y si causó alguna incomodidad, que se disculpe.
5. Protocolo disciplinario en el plantel. Si se mantiene el uso de apodos que afectan la autoestima, que las autoridades intervengan.