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Las aplicaciones de citas, como Tinder, han cambiado el romance y la manera en que es percibido dentro de las relaciones humanas. Aunque es algo que surgió en el año 2000, las citas en línea han existido desde que Match.com se lanzó en 1995.Archivo

Amor y desilusión: las dos caras de Tinder

Las aplicaciones de citas, como Tinder, han cambiado el romance y la manera en que es percibido dentro de las relaciones humanas. Aunque es algo que surgió en el año 2000, las citas en línea han existido desde que Match.com se lanzó en 1995.

Samantha Obando es un chica de piel cobriza que bordea de forma dinámica los veintitantos años. Siempre ha estado abierta, desde los diez años, según recuerda, a conocer gente a través de Internet.

Tiempo de sobra para “saber que hay muchos tipos de pervertidos y acosadores que me han dejado claro que nunca fue un espacio seguro”, dice quien, tras aceptar una salida a través de Tinder que no resultó, lo intentó con otro chico que terminó siendo su novio, Luis. Hasta el sol de hoy.

Pero antes de ese final feliz, recuerda que, tres años atrás, motivada por sus amigas, decidió descargar la aplicación. Samantha revela que a los trece un chico de su misma edad le mostró su parte íntima por la cámara web. Además de aquellos que “evidentemente buscaban intimar de una forma que yo no quería”.

Ciertamente las aplicaciones de citas, como Tinder, han cambiado el romance y la manera en que es percibido dentro de las relaciones humanas. Aunque es algo que surgió en el año 2000, las citas en línea han existido desde que Match.com se lanzó en 1995.

Dentro de su algoritmo asediado por la búsqueda de compañía, hay quienes requieren de una relación a largo plazo y se quejan de no poder sobresalir en un mercado en línea repleto de primeras reacciones viscerales mientras buscan alguien que los lleve a casa; quienes se quejan de ser acosados por idiotas desesperados para un encuentro rápido; quienes aceptan dichas citas o quienes generalmente buscan mujeres u hombres dos décadas más jóvenes.

Como si todos los solteros de la ciudad estuvieran usando la tecnología para encontrar el amor a la vez que odian tener que hacerlo.

Luego de eliminar la aplicación por los malos episodios dentro de esta, donde eliges a una persona según por como luce en sus fotos, deslizando a la derecha si te gusta; a la izquierda si no, Samantha volvió a descargarla a su teléfono.

“Era año nuevo y estaba decidida, con calzón rojo, a encontrar el amor”, bromea. Recuerda haber visto la foto de él y agarrar hacia la derecha para, luego de dos horas, comprobar que tenía un match (término para saber que ha sido compatible con alguien) en su bandeja de mensajes.

“Me cayó bien”, confiesa Samantha. “Chateamos por dos semanas. Cuando volvió a Guayaquil desde Quito decidimos salir por un café, al día siguiente hablamos más y, al quinto, tuvimos nuestro primer encuentro íntimo. De ahí solo nos seguimos conociendo, como si ya fuéramos novios”.

La compañía, creada en 2012 y que cuenta con 60 millones de usuarios, afirma realizar diariamente 26 millones de matches, que terminan en 1,5 millones de encuentros por semana. “Aunque ahora las personas prefieran juzgar 50 imágenes en dos minutos antes que gastar 50 minutos evaluando a un pretendiente.

“Tinder puede ser considerado una extensión de los hábitos de citas en el mundo real”, explica la doctora Consuelo Camacho, psiquiatra especialista en parejas con un diplomado en terapia familiar.

“Porque escoger las personas a través de sus fotos equivale de cierta forma a los pasos simples e intuitivos de la vida cotidiana: evaluar el aspecto físico, el interés y solo ahí decidirse a iniciar una conversación”.

Los desaires de la web

Evelyn Pacheco, estudiante universitaria guayaquileña, conoció a través de la aplicación a un hombre que describió como “guapísimo”: cabello rubio, rasgos dóciles, piel tostada por el sol . Pactó encontrarse con él en alguna gasolinera de la vía a la costa, antes de emprender un viaje a la playa.

“Le pedí que me enviara una foto para reconocerlo al entrar al local... cuando lo hizo no era el mismo chico, era mayor, como de 40 años, pelo canoso y rasgos toscos”. Lo bloqueó instantáneamente. Esta es una conducta muy regular dentro de las aplicaciones y sitios webs de citas: ‘catfish’, o el arte de hacerse pasar por alguien más usando fotos de desconocidos y robándoles su identidad.

“Aunque Tinder es algo más confiable que los sitios de citas de la vieja usanza porque permite vincular tus datos de Facebook o Instagram a tu perfil, eso difícilmente hace que los perfiles que aparecen sean reales”, afirma el sexólogo y psiquiatra Germánico Zambrano, miembro de la Asociación Mundial de Salud Sexual.

“Esto pasa porque al igual que Twitter, Snapchat o las otras aplicaciones, Tinder permite que en medio de su interseccionalidad las personas interactúen de forma infantil, sexual y superficial, una forma o todas juntas a la vez”. Como en la vida misma, hay que observar y elegir.

Luisa Carvajal, una fotógrafa local, sabe bien de eso. Luego de atrapar a un catfish y de varias desinstalaciones e instalaciones después sabe que, por ejemplo, “si en su perfil de Instagram vinculado a al de Tinder tiene muchas fotos sola, pero ninguna con amigos o etiquetadas, pueder ser que sea alguien distinto a quien dice ser”.

Tinder puede ser un espacio para el amor o la desilusión. Dicho resultado se remite al nivel de paciencia y suerte en los algoritmos del romance. Luisa, por ejemplo, también conoció a su novia Doménica dentro de la aplicación y, a veces, no logra creer que ya casi cumplan dos años de noviazgo. El resultado parece ser claro: un punto para Tinder; cero para las citas en la vida real.

Qué curioso

Grindr, la aplicación más popular para gays y lesbianas, se lanzó en 2009 y fue pionero en el uso del seguimiento de la ubicación para ayudar a las personas a encontrar a otras cercanas a ellos en tiempo real. Tinder, que se lanzó en 2012, adquirió ese sistema y por eso muchas personas lo usan como un canal para conocer gente nueva mientras están de viaje en otro país o ciudad.

Como Emanuel Santos, un estudiante guayaquileño de Comunicación, que en un viaje de mochilero por Bolivia conoció a Yumara, una chica con quien pactó a través de mensajes tener relaciones sexuales. “Pero al hablar más en su casa empezó a interesarme de otra forma y solo terminamos viendo una película y quedándonos dormidos... era una chica interesante”, dice Emanuel. Ahora, un año después, planea volver a Bolivia para reencontrarse con ella.

Las claves de seguridad

No comparta información personal. La dirección de casa o trabajo es innecesaria en Tinder. Total, ya habrá tiempo de hacerlo más adelante.

- Permanezca en la app. No acepte otro medio de comunicación como WhatsApp, mensajes de texto, correos electrónicos o llamadas telefónicas. De acuerdo con un reporte de seguridad de Tinder, una persona malintencionada buscará no dejar pistas de sus fechorías en la red social.

- Proteja su dinero. No comparta detalles de su tarjeta de crédito, ni hable sobre sus ingresos.

- Escoja lugares públicos. Si después de todo decide tener una cita con esa persona que la hace suspirar, procure que sea de día y en un lugar concurrido.

- No tome en exceso. Es difícil saber las intenciones que tiene esa persona. ¡Protéjase! Abusar de las copas pueden ponerlo en riesgo.

- Informe a alguien sobre su cita. Puede ser un amigo o familiar. Dígale a dónde va a ir, con quién y la hora estimada de regreso.

Considere que...

‘Catfishing’, o fingir ser alguien más en la web, no es ilegal. Sin embargo lo que el farsante haga con su cuenta falsa sí podría serlo. Como violación de derechos de autor al usar fotos ajenas, difamación, ofensa sexual infantil si usa el perfil para hablar con menores de edad y fraude si obtiene beneficios, como dinero, a través de su cuenta falsa.