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Buena Vida

¿Qué sucede con el cerebro cuando nos enamoramos?

Al enamorarse, las personas reciben estímulos y estos causan una revolución de sustancias dentro del cerebro.

La dopamina y norepinefrina son sustancias químicas que activan áreas del cerebro y generan una intensificación en algunas zonas.

El amor es ciego. Literalmente.

El culpable de lo que nos sucede no solo es el corazón, el cerebro también juega un rol importante dentro del enamoramiento. Durante esta etapa, este puede llegar a reaccionar de la misma forma que actúa con un paciente con trastorno obsesivo-compulsivo.

Las personas que se enamoran van segregando cada vez más sustancias químicas en el cerebro: dopamina, norepinefrina, feniletilamina, serotonina. El momento en que se activan, estos líquidos actúan y estimulan los receptores de placer del cerebro.

¿Qué sucede?

El cerebro cuenta con un área llamada tegmental ventral y esta produce la dopamina, una sustancia natural. Por otro lado, la norepinefrina, es un estimulante y un dato curioso: es el que te permite recordar cada detalle de la pareja.

Según Cosmopolitan, las causantes de esta revolución dentro del cerebro son estas dos sustancias químicas. Ellas activan áreas del cerebro, generando una intensificación en algunas zonas del órgano al momento de recibir algún estímulo del ser amado.

El aumento de los líquidos permite la creación de una conexión con el otro, dispara el deseo sexual y las ganas de estar más tiempo a su lado.

Asimismo, aparece otra sustancia, encargada del amor y la sobreexcitación: feniletilamina, químico que el cuerpo fabrica y que afecta al sistema nervioso. Gracias a esta se puede explicar la euforia, la pérdida del apetito y la falta de sueño que ocurren durante esta fase emocional.

¿Amor u obsesión?

Existen casos en que parejas enamoradas experimentan un compromiso casi obsesivo. Esto sucede, científicamente, por los bajos niveles de serotonina al igual que ocurre con pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo, según la revista estadounidense. Esta sustancia contribuye a las personas sentirse positivas, felices, tranquilas y seguras.

El momento en que una persona se enamora, inevitablemente empieza a ignorar rasgos negativos de la pareja y se convierte en un pensamiento obsesivo.

Helen Fischer, antropóloga y bióloga, cree que pensar en el amor es como una obsesión intensa, pero que más adecuado es considerarlo una adicción. “Uno piensa en el amor todo el tiempo, se vuelve sexualmente posesivo, nervioso, puede leer los correos electrónicos y los textos del otro una y otra vez”.

El medio digital Infobae señala que existen áreas del cerebro que permiten mantener el amor y sea prolongado, lo que permite el equilibrio emocional. Hay tres regiones cerebrales: una región está vinculada con la empatía, otra con el control del estrés y las emociones; finalmente, una vinculada a pasar por alto lo que a uno no le gusta de otro para concentrarse en lo que sí le gusta.

¿Y los celos?

Los celos son un sentimiento natural, pero siempre hay que saberlos controlar. Estos surgen ante el temor a alguna pérdida determinada, ya sea una relación, objeto, función. Sin embargo, la forma de reaccionar es distinta dependiendo del género, aunque sea por la misma causa.

Natalia López-Moratalla, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, explicó a National Geographic que “el cerebro femenino ante una situación de peligro de la relación muestra el pánico y la inseguridad de ser desplazada emocionalmente. Sus niveles de oxitocina facilitan una cierta tolerancia espontánea por la traición sexual.”

En el caso de los varones, se activan las áreas relacionadas con conductas agresivas y sexuales. De esta manera, la especialista concluye: “La vasopresina tiene el efecto opuesto a la oxitocina: conecta las áreas del juicio y la emoción negativa, rompiendo la confianza y fomentando el deseo de confrontación física. La conducta se torna a violenta especialmente si despierta la infidelidad sexual de su pareja”.

Gustar no es querer

Es necesario tener en claro que gustar no es lo mismo que querer y no por su significado, sino porque el cerebro no actúa de la misma manera cuando te gusta alguien a cuando lo quieres. National Geographic afirma que en cada proceso se activa un área diferente del cerebro.