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Washington, el chofer profesional que anhela volver a trabajar por sus propios medios
Su prótesis de cadera se desprendió y desde entonces ya no ha podido laborar. Requiere de una compleja intervención y ayuda para su recuperación
Washington Marroquín se quiebra al recordar sus días sobre la carretera al volante de un camión o una volqueta. Ahora necesita ayuda hasta para bañarse. El chofer de 54 años requiere de una prótesis de cadera, puesto que la que le pusieron hace 14 años se desprendió debido a la osteoporosis que padece. “Fue de un rato para el otro, me empezó a doler y a los dos días no podía moverme”, cuenta. Sucedió hace año y medio.
Él nació con una discapacidad: su pierna izquierda es más larga que la derecha por 12 centímetros. Aún así, buscó ser independiente y ganar su propio dinero. Ahora pasa sus días en el hogar de una tía en el valle de Los Chillos, aunque su casa esté en Tabacundo. “Encerrado en la casa me desespero, pero mi familia me ayuda”, explica.
UN CASO MÁS
Washington es un paciente más de la carencia de insumos y servicios del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), pues aunque el diagnóstico es severo, le dijeron que no hay prótesis y que lo único que podían hacer por ahora es quitarle el aparato antiguo. “Les dije que no, porque me queda la pierna colgada y con menos movilidad”, señala.
Esto se suma a que su cadera ya tiene una infección severa por las placas sueltas en sus huesos y que lastiman el músculo. Para controlar la infección debe tomar medicamentos que tampoco hay en el IESS. “Ahí me han tenido con desinflamantes, pero mi condición es más compleja”, se lamenta.
SIN BILLETE
Por esta situación, el chofer no puede trabajar. Han sido sus familiares que se han encargado de pagar la afiliación voluntaria, así como sus servicios básicos. Un médico particular lo revisó y le dijo, según Marroquín, que su condición es recuperable en cuanto se envíe a hacer una prótesis más larga. “Debe ser hecha a medida porque necesito que cubra más parte del fémur”, explica.
El galeno ofreció operarlo sin cobrarle honorarios, pero la pieza que necesita cuesta entre 18.000 y 20.000 dólares, algo que le resulta impagable. También tuvo contacto con una empresa fabricante de prótesis que podría cobrar a través del Seguro Social, pero el trámite es engorroso. “Las clínicas que prestan servicios al IESS también le han dicho que no pueden hacerse cargo de su caso porque la entidad les adeuda”.
En un hospital público también le dijeron que podría volver a caminar, pero que en el caso de se consiguiera la prótesis ya queda bajo su responsabilidad la recuperación. “Esto implica movilización, comida, medicamentos y sobre todo al menos un año de rehabiliación física”, lamenta.
Washington ya no quiere estar como ‘diablo en botella’ en casa de sus parientes. Anhela volver al trabajo que tanto ama y por el que incluso desistió de casarse. “Nunca estuve en un solo sitio y así era feliz. Ahora no quiero pedir caridad, quiero trabajar”.