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Masacre en la ´Peni': Tres meses y nunca le llegó la boleta de excarcelación
Leonardo González, en junio cumplió la condena de ocho meses que le fue impuesta en noviembre de 2020. Familiares pagaban por una llamada y hasta porque lo dejaran vivir
“Buen día... Negra despierta, te extraño. Esto me tiene mal... Ojalá ya me den la fecha para salir. Ya me está afectando todo esto. Que Dios me siga protegiendo...”, fueron los últimos mensajes que Jorge Leonardo González Guerrero alcanzó a enviar desde la cárcel a su esposa, antes de ser asesinado.
Hora y media después su conviviente perdió todo contacto con el padre de su niño de 11 años. Los mensajes de WhatsApp que ella le enviaba a su número ya no tenían respuesta. “Temía lo peor”.
Ayer, ocho días después de la masacre ocurrida el pasado 28 de septiembre en el Centro de Rehabilitación Social de Varones No. 1 de Guayaquil, que dejó 119 reclusos asesinados, Estefanía aún no entiende por qué si su amado ya había cumplido los ocho meses de condena que le impuso un juez en noviembre de 2020, él aún no había recuperado su libertad.
“Mi esposo fue detenido por tráfico de sustancias. El 17 de junio debió salir, pero todavía no le otorgaban la boleta de excarcelación. El abogado nos decía que el juez no había despachado los escritos y que debíamos esperar. Sentía que mi esposo estaba secuestrado”, comentó Estefanía.
Contó que conoció que su esposo podía estar entre las víctimas mortales por los mensajes que circulaban en redes sociales. Luego una amiga la llamó y le confirmó que Leonardo estaba entre los muertos.
“Él tenía un grupo de hip hop, bailaba y cantaba. Lo cogieron con 18 gramos de droga. Debería estar disfrutando con nuestro hijo, pero su libertad le fue negada y ahora solo me quedan los recuerdos de los momentos compartidos y los mensajes donde me pedía que siga con los trámites y lo saque de la cárcel porque temía por su vida”, lamentó la viuda. (AEB)
Pagaba por una llamada y hasta por sobrevivir
Doscientos cuarenta dólares era el precio que Estefanía debía cancelar mensualmente en una cuenta bancaria para poder tener comunicación con su amado y para que no le pasara nada.
Contó que cada semana debía cancelar 80 dólares y que por sus escasos recursos económicos muchas veces no podía reunir el dinero.
“No me importaba prestar porque lo importante era que a mi esposo no le hagan daño. Él había escuchado que se avecinaba una matanza y por eso quería salir”, aseguró su cónyuge.
Elena, la hermana de otro privado de libertad que ayer aguardaba en los exteriores de la cárcel, también reveló que cancela esa misma suma para que a su ñaño no le hagan daño.