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Vendedores en estadios: ¡con los mandiles colgados!
En Quito son 165 familias que han perdido el sustento de las ventas. Piden reactivar este sector, aunque sea de a poco, porque ‘se comen la camisa’.
Los graderíos permanecen vacíos. Ya no está la muchedumbre gritando goles, menos comprando empanadas, gaseosas, chicles...
Esos negocios han desaparecido desde que los estadios se cerraron para evitar aglomeraciones y contagios de COVID-19. Para la Asociación de Trabajadores en Estadios y Espectáculos de Pichincha, resultó un tragedia.
Marcia Cerón es una de las socias. Lleva consigo la ‘herencia’ de su padre, quien fue el primero en hacer helado seco, tradicional en los estadios de la capital.
Ahora sus ingresos no pasan de los 300 dólares mensuales para ella y sus tres hijos. Es decir que cada uno de los miembros de esa familia tiene 2,50 diarios para subsistir.
“Mi hijo menor no ha podido entrar a la universidad, porque no le sale la carrera que quiere”, agrega la heladera de 50 años. Si tuviera trabajo, dice, no tendría problema en pagarle un centro de estudios particular.
LA NOSTALGIA
La mayoría de los 165 socios está entre los 50 y 85 años, lo que además los convierte en población vulnerable frente al virus.
Están, además, acostumbrados al bullicio y al ajetreo de la venta en los estadios, que no solo les daba trabajo a los asociados, sino a sus familias, en total unas 600 personas, según Héctor Mosquera, presidente de este gremio.
“Siempre hemos sido muy unidos. El estadio era nuestro punto de encuentro”, comenta Mosquera, quien vendió empanadas de morocho hasta el 13 de marzo de 2020.
Ahora cada vez saben menos de sus compañeros. Aunque cuando deben ayudarse lo hacen. Por ejemplo, en febrero pasado una familia completa perdió la batalla contra el virus. Con lo poco que tenían hicieron una colecta para ayudar con los gastos funerales.
Por precaución y falta de recursos tampoco se realizan las asambleas generales y las reuniones de directivos ya no son cada semana. “Hay que bajar los gastos al máximo”, agrega.
REACTIVACIÓN
El gremio está consciente de la gravedad de la situación por el virus, pero ruega por un plan de reactivación. “No importa que sea un 30 % de todo el aforo, pero necesitamos una esperanza”, dice Marcia.
Marco Jácome, quien ha vendido gaseosas y cervezas desde hace 48 años, está desesperado, pues durante el último año ha sobrevivido con la ayuda de sus familiares.
Siente impotencia al no ser él quien genere ingresos para su casa, para su hija, que también quiere entrar a la universidad y por falta de recursos no ha podido. “Me desespero porque siempre he sido trabajador y por la edad tampoco puedo conseguir un empleo”, espeta.
Están dispuestos a cumplir con los protocolos que las autoridades les exijan, incluso a controlar a los aficionados que no cumplan con las medidas de bioseguridad. “Los estadios deben abrirse al público, deben volver los conciertos con poquita gente, pero que se vaya moviendo este sector”, concluye Mosquera.