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Marcelo Cabrera indica dónde estaba el letrero que se le llevaron.HENRY LAPO

A los vendedores del Centro Histórico ¡les ‘friegan’ las ventas!

Los dueños de locales deben estar pilas para cerrar las puertas. Además de los daños a la propiedad, deben asumir las pérdidas del día.

Cuando se anuncian protestas en el Centro Histórico de Quito, los vecinos entran en zozobra... saben que habrá caos, y eso al final se traduce en la baja de las ventas.

Quienes tienen sus negocios en la calle Guayaquil son los más afectados. Es el punto de quiebre. Y los comerciantes deben estar pilas por si se ven obligados a cerrar las puertas antes del relajo, como ocurrió el martes pasado.

Marcelo Cabrera toma de nuevo las medidas del letrero que los manifestantes se le llevaron durante las protestas de ese día. 150 dólares de gasto. También se le ‘bajaron’ unos afiches del negocio.

Y eso que reconoce que los enfrentamientos “no fueron tan fuertes como otras veces”.

Junto a su portal, una cuadrilla de trabajadores del Municipio cubre los grafitis de la pared. Estos trabajos, según el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP), costarán aproximadamente 6.000 dólares.

La economía

Esas no son las únicas afectaciones. La lenta reactivación económica por la pandemia de COVID-19 sufrió además un frenazo, según Pablo Buitrón, representante del colectivo Defensa del Centro Histórico.

Los trabajos de rehabilitación de los espacios continúan.HENRY LAPO

Los datos generales de las pérdidas aún no se recogen, pero se estima que la actividad comercial bajó al 20 %. “Justo cuando se quiere levantar cabeza, las protestas vuelven a ahuyentar a la gente”, dice Pablo.

Según los vecinos, cuando se anuncian movilizaciones ni siquiera es necesario que estén ahí los manifestantes. “Los ciudadanos ya no vienen porque saben que no es seguro”, comenta Cabrera.

Para Janeth Villafuerte, dueña de un restaurante, la situación es insostenible, pues además se han sumado la inseguridad y la falta de movilidad.

“Antes teníamos abierto hasta las 9 de la noche. Ahora es impensable”, espeta.

El martes tuvo que cerrar el local poco antes de las 16:00, con menos de 10 almuerzos vendidos. “Veremos qué pasa hasta fin de año, sino nos vamos”, sentencia.

Cabrera estima que debido a las manifestaciones perdió al menos 400 dólares en ventas y tuvo que prescindir de dos empleadas que lo ayudaban.

Organización

Buitrón reconoce que el vallado “no fue tan agresivo como en años pasados” y que los cierres se ejecutaron en horas determinadas. “Es un avance porque ya no se cerró todo el día”, explica.

Sin embargo, durante esta semana ha habido pocos visitantes en la zona. A Cabrera, por ejemplo, sus clientes lo llamaron para decirle que irán por sus productos “cuando esto todo pase”.

Esta vez, los moradores estuvieron más organizados, pues se iban comunicando sobre el avance de las marchas. “Pero no se puede trabajar en paz, toca estar con las puertas a medio abrir. Huyendo de la violencia”, concluye Cabrera.