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¡Tuvo una entrevista con la 'muerte' en Pifo!
Lissa María Caiza llegó a un acuerdo con una mujer para que cuidara a sus dos hijos. Pero la señora no fue por un inconveniente... ¡y se salvó!
Fanny Canencia agradece hoy a Dios por no ser una más en la lista de los asesinados con veneno, crímenes que se le imputan a Lissa María Caiza, en Pifo, parroquia del nororiente de Quito.
“Hasta ahora estoy asustada”, confiesa a EXTRA la mujer que conversó con Caiza, hoy apodada como Doña Veneno, en el departamento donde hallaron a tres de los cinco fallecidos, entre ellos sus dos hijos, de 5 y 9 años.
El diálogo se remonta al 23 de octubre de 2020, cuatro días antes de los hechos, luego de que una antigua jefa llamara a Canencia. “Me dijo que una chica buscaba a una persona para que cuidara a sus niños”. El salario sería de 200 dólares, platita que no le caería nada mal porque estaba desempleada.
No perdió tiempo. Canencia salió de su casa en la comunidad Itulcachi, acompañada de su hijo menor. En 30 minutos llegaron al parque de Pifo y caminaron al hogar de Caiza, quien los recibió en la puerta que da a la calle Francisco de Orellana.
“Enseguida me dijo que entráramos”. Subieron las gradas y fueron al departamento del segundo piso. Caiza (licra ploma, chompa negra y con el cabello recogido) llevó a Fanny a la sala. Entonces, empezó la ‘entrevista de trabajo’.
"Hacía preguntas raras"
La implicada le preguntó a Fanny si era afiliada al IESS, a lo que respondió que no. Luego le pidió la cédula y “no sé la verdad para qué lo hizo”, recuerda.
Entretanto, el hijo de Fanny y el menor de los de Caiza se hacían amigos. Jugaban con un carrito de plástico. Mientras que el vástago mayor de Doña Veneno ojeaba el celular.
“Me dijo que este último tenía epilepsia. La mamá me mostró un frasco con el medicamento que tomaba”. Siguió la conversación y Caiza le dijo que si llegaban a un acuerdo, Fanny no debía cocinar para los niños porque ella siempre lo hacía y tampoco podía dejarlos salir. La puerta debía estar con candado.
Hasta ese momento, Fanny no veía nada extraño en la actitud de Caiza, que se sentó cerca de una mesa de madera con sus piernas cruzadas.
Aunque hubo un instante incómodo. “Me preguntó si mi esposo era celoso. No comprendí por qué decía eso”. Y justo en ese lapso, el marido de la entrevistada la llamó para saber dónde estaba.
“Dios me cuidó”
Luego de media hora, las dos concretaron el trato. Fanny iniciaría el 26 de octubre, pero una tragedia le impidió ir a trabajar.
“Viajamos al velorio de un cuñado. El día que debía ir, la señora me escribió y le dije lo que nos había pasado”. Caiza no se contactó más con ella y el 27 de octubre otra mujer reemplazó a Fanny.
Se trataba de Norma Sinche, de 48 años, quien había acordado cuidar a los niños, que murieron esa misma noche. También había aceptado un vaso con agua y una pastilla con la que fue envenenada, pero sobrevivió.
“Por suerte, cuando conversamos, a mí no me ofreció nada. Creo que la primera en morir iba a ser yo, pero Dios me cuidó”, concluye Fanny.