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¡Tuvieron ‘canchis canchis’ con gas lacrimógeno!
Tras 18 días de manifestaciones, las trabajadoras sexuales del Centro Histórico cuentan las peripecias que pasaron: los bombazos no dejaban que atendieran a sus clientes y tenían hambre.
Mientras personal del Municipio de Quito reconstruía las aceras que fueron dañadas durante el paro nacional, en la Plaza de Santo Domingo, Centro Histórico, las trabajadoras sexuales aparecieron de nuevo para ocupar las esquinas y hacer billete.
Durante los 18 días de manifestaciones, ellas vivieron un calvario. No podían atender a sus clientes con tranquilidad porque el gas lacrimógeno ingresaba a los cuartos en los que brindaban el servicio. Otras chicas ‘escapaban’ de ser agredidas en medio del enfrentamiento entre protestantes y la fuerza pública.
Por si fuera poco, a algunas casi las llevaron presas por confundirlas con manifestantes y pasaron hambre.
Nelly Hernández, presidenta de la asociación Unidas por Nuestros Derechos, comentó que durante el paro fue difícil organizar el trabajo de las sexoservidoras y tuvieron que improvisar planes de contingencia frente a los problemas.
Sin comida ni bus
Uno de los principales inconvenientes en el contexto del paro fue la movilización.
Candy vive en Quitumbe, sur de la ciudad, y contó que la primera semana de manifestaciones se regresaba temprano a su casa por falta de transporte público. Con el pasar de los días tuvo que pedir a sus clientes que le dieran un aventón.
Hernández dijo que ante esta situación destinó el hotel de la organización para que las sexoservidoras pudieran descansar. De las 313 mujeres que trabajan en el Centro Histórico, 120 se alojaron en estos sitios. “Son de Quevedo, Guayaquil, Santa Elena, Santo Domingo de los Tsáchilas...”, comentó.
Ellas no trabajarán esta semana porque prefirieron quedarse en sus lugares de origen con sus familias luego de 14 días sin verlas. Otro de los problemas que tuvieron las trabajadoras sexuales fue su alimentación. Al no tener clientes fijos, las mujeres hicieron un fondo común.
Este consistía, según Hernández, en recolectar el poco dinero que hacían las chicas para comprar alimentos y cocinar entre todas en el comedor del hotel donde descansaban. “Sacábamos 30 dólares diarios y no alcanzaba con el alto precio en el que estaban los productos de primera necesidad”.
‘Cuerpeo’ incómodo
La administradora del hotel que utilizan las mujeres para dar su servicio contó que cerraba este espacio a las 16:00 por el peligro de ser agredidos.
Sin embargo, esta medida no fue suficiente. En dos ocasiones en las que la Plaza de Santo Domingo fue el campo de batalla, las mujeres tuvieron que prender fuego a cartones o papel periódico afuera de las habitaciones para que el cliente y ellas no se ahogaran tras inhalar el gas lacrimógeno que botaban.
La administradora mencionó que algunas bombas ingresaron al hotel y en esas noches se les hizo difícil dormir bien. La mujer añadió que tiene videos registrados en los que se ve cómo los manifestantes sacan las piedras de las aceras y ‘grafitean’ las paredes del lugar. También colecciona algunas latas de las bombas que cayeron dentro del lugar.
Hernández dijo que una fundación las ayudará con un bono económico para que puedan pagar algunas deudas que obtuvieron durante las manifestaciones.