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Tres guaguas por uno
Debido a la emergencia, la madre no pudo hacerse los chequeos y a la hora del parto supo que tenía trillizos. Ahora confía en que Dios le proveerá
A sus 34 años, Rosa Paulina Quilatoa quiere entender si la vida la está probando. Habla poco y en ese silencio procura ocultar su impotencia por no lograr reunir lo suficiente para sus gastos.
La mujer que habita en la comunidad alta de Calgua Grande, parroquia Atahualpa a 40 minutos de Ambato, Tungurahua, quedó embarazada antes de la emergencia sanitaria.
Rosa pensaba que iba a tener un hijo, aunque sus vecinos le advertían que su abultado vientre hacía presumir que sería más de uno. Acudió al Centro de Salud parroquial para el control prenatal, pero le recomendaron realizarse un eco en el Hospital Docente.
“Pero nunca me hice porque ya no pudimos salir por esto del virus. Cuando di a luz, ahí la partera se percató. A una niña di a luz en la casa, pero como se me complicó me trasladaron al hospital donde nacieron mis otros dos hijos. Tuve tres, en parto normal”, expresa orgullosa.
Mil problemas y ocho ‘bendiciones’
Los guaguas estuvieron 15 días en termocunas y ahora ya tienen dos meses de nacidos. Esta madre tiene el honor de haber alumbrado a los primeros trillizos de la comunidad indígena donde habita.
Mientras toma un descanso, fuera de su pequeña casa, después de lactar a sus tres niños que bautizó como Jesús, Daysi y Darla, Rosa Paulina menciona que cuando le dijeron que tenía trillizos se preguntó: “¿ahora qué hago? ”.
Luego reaccionó: “si Dios me dio a los guaguas, Él mismo me ayudará a enfrentar las dificultades”, expresa.
Ahora lo que más le preocupa es que sus hijos mayores no pueden estudiar.
Antes de la pandemia, según explica, sus vástagos de 16, 14, 10, 8 y 6 años iban a la escuela que está a una cuadra de su casa. “Ahí no era importante tener todos esos equipos de tecnología. Ahora es obligatorio. No tengo para comprarle ni un celular con internet a mis hijos”, lamenta.
Si con cinco hijos tenía muchas necesidades, con los tres guaguas está más complicada.
Antes de la pandemia y de tener a sus trillizos, Rosa Paulina también iba a trabajar al campo, pero ahora debe cuidar a los nenes y solo dependen de lo que produce su marido cuando lo llaman a laborar en la agricultura.
Para comer, tienen la ventaja de que su madre le da un espacio de terreno y ahí siembra papas, cebadas, habas y mellocos, eso les permite que sus hijos no duerman con la barriga vacía.
Sus necesidades son múltiples, pero su fe es más grande y confía que en algún momento llegará a su hogar un milagro de Dios.
Vecinos tratan de ayudarla
Al conocer la situación de Rosa, algunos vecinos han tratado de ayudarla. Camilo Pilapanta, quien vive a pocos pasos de la casa de esta madre, mencionó que ellos viven en situación similar.
Si desea colaborar con esta familia, comuníquese al 0980994494 de Paulina Quilatoa. (YIE)