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Entre la Tradición y la industria: La lucha 'titánica' por la música ancestral de Esmeraldas
Si un sonido étnico se queda en el folclor, puede callar. En los últimos 40 años, el esmeraldeño perpetuó el legado
Marimba. Cununos. Guazá. Hombres y mujeres con voces que tocan el cielo, percusión que sacude la selva, y bailarines que rompen la tabla. La música ancestral esmeraldeña enfrenta el riesgo de quedarse en el folclor y sonar ocasionalmente en fechas conmemorativas. El momento reconoce una seña de identidad. También puede ser la cita a un pasado intocable, la memoria de lo que desapareció. “Los negritos que cantan y bailan”, dice riéndose el profesor Limber Valencia.
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Los esmeraldeños dicen que no, que en los últimos 40 años han consolidado un espacio en la cultura nacional, gracias al arte y amor a lo propio de íconos como Petita Palma, Papá Roncón, Don Naza, Los Chigualeros, Jalisco González, Rosita Huila, Remberto Escobar, entre otros. Y sí, hay algo nuevo bajo el sol.
Los 90 en Quito fueron cruciales: lo afro conquistó el Teatro Sucre y otros escenarios, alcanzando audiencias e hitos como el disco ‘Chopin Thermes’ y ‘Equatorials’, el primer álbum afroandino; los maestros Marcelo Ruano con ‘Oleaje’ y Julio Bueno con ‘Andarele’; espacios en la OSN, Banda Sinfónica Metropolitana y Orquesta de Instrumentos Andinos. La marimba llegó a la academia, marcando un paso enorme.
En el escenario, el guitarrista Segundo Quinteros, con su repertorio étnico y su dominio del son cubano, y Los Chigualeros brillaron en Agosto Mes de las Artes y las fiestas de Quito durante la alcaldía de Jamil Mahuad.
Desde Quito, destacan Coral y Esmeralda; Carmen González, el gran director cubano Omar Sosa, jóvenes como Larry Preciado y el bajista Ivis Flies, que fusionan el repertorio nativo con el sonido afrocubano.
Nuevos matices en ritmos y melodías incluyen el contrabajo, el bajo, vientos, batería, percusión digital y la marimba cromática, que amplía el espectro para más exploraciones. Pablo Valarezo une su xilófono con la marimba de Papá Roncón, mientras el percusionista Limber Valencia también se destaca.
En Esmeraldas, en los 2000, el alcalde Ernesto Estupiñán creó el conservatorio desde Barrio Caliente y organizó conversatorios y festivales continentales de marimba. ¡Buen viento y buena mar!
La falta de industria, una sentencia
A pesar de un futuro alentador, la música no llega al consumo masivo cotidiano, al que solo provee la industria. Para sobrevivir en el mercado, Jackson Arroyo (de Etnia) y Los Chigualeros mezclan repertorios ancestrales con potentes dosis de salsa y son montuno, una eterna fuente de rumba en la Capital Nacional del Ritmo.
Petita Palma (Doctorado Honoris Causa por la Pucese) luchó en escuelas, colegios y en la Universidad Vargas Torres para hacer de la música una parte integral de las fiestas. Una tarea titánica frente al poder mediático de la industria: competir con Óscar de León, Willie Colón, Niche o Guayacán fue y es un frente duro. Lo propio, ahí, no tiene lugar.
El apoyo institucional suele responder al gusto popular y al retorno político. Lenin Lara, cuando fue alcalde, organizó maratones internacionales de salsa con escasa presencia local. Es simple: sin apoyo, no hay grupos que compitan con los grandes, y el trabajo se ve afectado. “Hay decadencia”, afirma Jackson Arroyo.
Algo nuevo bajo el sol
Los apóstoles del cununo siguen en escena. El conguero de Los Chigualeros, Jefry Arroyo, trabaja en el intercambio y ensamble con el sonido telúrico andino de Otavalo y Cotacachi. “Nuestra Orquesta Sinfónica Juvenil y la de Cotacachi ejecutan sanjuanes, andareles y torbellinos, sumando los instrumentos de cada una”.
Este profesor del Conservatorio de Esmeraldas valora las fusiones con reguetón y salsa y trabaja en una con la timba cubana. Destaca el proyecto del alcalde Vicko Villacís, quien ha equipado el conservatorio y creará orquestas juveniles en barrios expuestos. En la fiesta del 5 de Agosto, estableció el Festival de Música Ancestral ‘Petita Palma Piñeiros’.
Lindberg Valencia menciona el crecimiento de Karla Kanora, recitales como ‘Voces negras y tambores’, ‘Chocolate, coco y miel’ y la presencia en shows mestizos. Y la pertenencia de afroquiteños: barrios La Roldós, La Bota, Carapungo, Comité del Pueblo; Casa Ochún, con su hija Ana Belén; y la joven marimbera Aura Dalia Porte.
“Hoy, el nuevo lenguaje de los treintañeros: Kanalete, Jesús Valencia, Gabriel Vidal, Kevin Santos, Hnos. Espinosa, que han saltado a las plataformas digitales. Estuvimos, estamos, estaremos”.
Larry Preciado revienta la campana. “De 2000 acá no crecimos. El Estado no está”. Hay grupos valiosos como Taribo, pero persiste el riesgo: “volver a lo étnico por facilismo”.
El sonido urbano cocina lo ancestral con tendencias de plena actualidad. “Pero en la fiesta del 5 de Agosto no estuvo ni uno. La cultura estorba”, dice el famoso marimbero.
Mel Mourelle, joven cantante y compositora, responde “al reto de la modernidad”. Su tema ‘La flor de la badea’ es un salto cualitativo: fusión entre el bambuco, tradicional del Pacífico, con afro beats electrónicos y dance hall; ahí conviven la marimba y los cununos con guitarras y bajo eléctricos.
DJ Faricho, con 34 años y 12 en la movida, señala que aunque hay locaciones, acentos y códigos de calle esmeraldeños, aún no ha escuchado una fusión en el total alcance de la palabra. Sin embargo, su tema propio ‘Mi tierra’ es notable.
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Jackson Arroyo, Mejor Marimbero del Pacífico en el Festival ‘Petronio Álvarez 2021’ de Cali, lucha contra el abandono. “La historia se refleja en el presente. A mediados del siglo pasado, los marimberos fueron perseguidos; hoy nos agobia el olvido”, lamenta el director de Etnia.
Antropólogo, marimbero, pianista y activista cultural, Arroyo comenzó a los 12 años, aprendiendo de los veteranos. Se destacó como pianista de Los Chigualeros y creó Etnia. “Debemos levantarnos ante lo público: sus instituciones no saben ni quieren hacer”.
Alberto Castillo, marimbero y ebanista, recuerda la primera marimba de su madre, Petita. “Era enorme, un solo teclado de chontaduro”. Ella cumplió 97 años y desde niña decidió preservar el ADN musical de su familia. ¡Es una vida dedicada a la música!
Por eso Arroyo valora la tenacidad de Los Chigualeros, lo que dieron Z Mar y la que Cruza, Combo Monterrey. “Somos la música”, dice. Pero no termina de entender por qué los negros están cada vez más fuera de todo; también de la tarima.
“Los futbolistas también tienen que salir. De niño soñé con preservar la herencia de mis abuelos, que se sacrificaron por nosotros. Hoy, después de 40 años tocando, soy uno de ellos y siento el vacío. Quienes deben apoyar se ocultan, nos niegan y nos sacan”.
Jackson enfrenta la realidad de la música con la de su vida. Esmeraldas enfrenta momentos extremos para la persistencia de la vida, los niños, la selva y la música. “Los gobiernos y los alcaldes nos miran, suben el vidrio del carro, suben la música y se van”.
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