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¡El timbalero de la Rumichaca!
Al artista Miguel Gallardo le conmueve ver asustados por la COVID-19 a quienes pasan por su local y, para alegrarlos, se ‘pega’ repertorios salseros
Rumichaca y Víctor Manuel Rendón es la esquina de la música, dice Miguel Gallardo Romero. Él pone el ritmo en la zona. Con un par de baquetas hace retumbar los timbales plateados que tiene en la acera. Así deja ‘corto’ el ruido de los buses que circulan al pie de su improvisado escenario.
El hombre está en su ‘salsa’. Se divierte bailando mientras pone a gozar a los transeúntes. Con su tonada se acopla al son de alguna canción de El Gran Combo, Héctor Lavoe o Joe Arroyo, proyectada desde su local de instrumentos musicales.
Quienes pasan por esa céntrica intersección guayaquileña observan su jovial rutina. Las miradas parecen motivarlo y se menea más, provocando que su melena castaña se mueva incesantemente.
“Empecé a tocar a raíz de la pandemia. Ver a la gente asustada por el virus me pone triste y quiero alegrarla interpretando salsa”, comenta.
Le gusta vestir con camisas de mangas cortas y estilo hawaiano. Además de ser frescas coinciden con su espíritu bohemio. Viene de una familia de músicos e incluso formó parte de Boddega, la famosa agrupación ‘guayaca’ y rockera de los setenta, algo que algunos de sus clientes y caminantes recuerdan al reconocer su rostro.
Miguel menciona que la banda ensayaba por aquella misma área céntrica de la ciudad. Años más tarde, en la década del ochenta, incursionó en el negocio que ahora tiene.
ORENSE Y MADERA DE GUERRERO
Miguel, de 70 años, nació en Piñas, cantón de la provincia de El Oro, pero desde los 9 vive en el Puerto Principal, pues con toda su familia se mudó acá porque su padre montó una clínica dental. Prácticamente tiene más de guayaquileño que de orense.
A los 6 años tocaba el tambor en su escuela. Después, a los 11, le agarró el ‘golpe’ a la guitarra y a lo largo de sus siete décadas se volvió un ‘duro’ en varios instrumentos.
Los temas de Jimmy Héndrix, Led Zepellin y Carlos Santana le daban vueltas en la cabeza y lo influenciaron artísticamente, cuenta.
Miguel confiesa que su amor por la música le permitió recuperarse de la COVID-19 recientemente. Aunque tuvo uno que otro síntoma no dejó de tocar en casa. El virus se marchó de su cuerpo porque no le ‘paraba bola’.
Los domingos a veces se le unen ‘panas’ con bongós y una conga para tocar un rato. El músico demuestra sus dotes y hasta entona de espaldas... como si el tiempo no pasara por él.