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Los sin techo anhelan pasar la Navidad con sus seres queridos
Deambulan por las calles de Quito y aunque no tienen comida o casa, lo único que piden es reunirse en familia.
La puerta de la iglesia de San Francisco, en el centro de Quito, es el punto de encuentro para quienes no tienen techo. Para rezar, para beber o simplemente para no mojarse por la lluvia.
Allí están algunas personas, divagando entre el hambre y el alcohol. En cuanto ven a alguien con un poco de comida se acercan y extienden las manos. “Para mis hijos”, dice uno de ellos.
Es Juan Carlos, quien no ha visto a sus hijos desde hace varios meses, pero los piensa todo el tiempo. Sobre todo cuando se acercan las festividades navideñas.
“Para mí el mejor regalo es estar con ellos. Recuperarme y que me vean bien”, comenta.
Con él están dos hombres más, son Marlon y Patricio. Todos han caído en las redes del alcoholismo. Marlon llora al recordar que hasta hace unos meses se separó de su esposa y que tampoco le ha permitido ver a sus niños.
Se pone triste y eso lo empuja a conseguir trago y precisamente por eso no puede conseguir trabajo, ni siquiera le alcanza ya para comprar mercadería y seguir como comerciante.
Un círculo de no acabar
“Vinieron unas personas del Patronato. Me ayudaron, pero recaí”, dice.
Marlon y Juan Carlos llevan pocos meses durmiendo en la calle, por lo que Patricio es quien los cuida. Cuenta que son como sus hermanos, mientras los abraza. Su ‘estancia’ en la intemperie lleva 20 años.
Han pensado en pasar juntos la Navidad con cualquier comida que les donen, aunque su mayor deseo es estar bajo un techo con sus hijos y nietos.
“Olvidar por un rato que hemos perdido todo y abrazarlos”, relata Marlon.
Ni siquiera piensan en el banquete, con un paquete de galletas estarían bien si las comparten con sus seres queridos.
Patricio tiene un nieto de 7 años, solo sabe que su nombres es Snaider, pero nunca lo ha visto, aunque conoce dónde vive no se atreve a acercarse. Tampoco pretende irse a algún albergue o a rehabilitarse. “Si me voy quién los va a cuidar”, espeta viendo a sus compañeros.
El grupo se vuelve más grande, llegan otros tres hombres y una mujer. Comparten una botella de licor. Un trago para las penas.
Uno de ellos intenta abrazarla y besarla, aunque ella se resiste. Marlon mira la escena y en lugar de defenderla la golpea. Ella sale corriendo y él la persigue. En ese momento cae en el piso el paquete de galletas que le había guardado a su hijo para Navidad.