Exclusivo
Actualidad
El tatuador de alegrías y la fundación que hizo posible el trueque de 'tinta' por juguetes
Ya ayuda va dirigida a 1.000 niños de casas de acogida de tres provincias.
Saben lo que es sentirse solos en un centro de acogida, no tener cómo divertirse o pasar las festividades navideñas sin familia. Por eso los jóvenes beneficiarios de la Fundación Despiértate Ecuador crearon una campaña de apoyo a más de 1.000 niños que están en esa situación.
Con la ayuda de un tatuador voluntario, crearon la campaña ‘Tattoo por juguetes’ para recolectar un poco de alegría para los pequeños.
Daniela Peralta, directora de la entidad, comenta que lo recaudado irá a casas de acogida de Pichincha, Chimborazo y Esmeraldas. “Es una idea novedosa que pretende, además, llevarles cosas nuevas a los chicos”, explica.
Los donadores debieron llevar la factura del juguete, que oscilaba entre los 20 y 25 dólares. “El tatuaje es pequeño, minimalista, de los que están de moda”, dice Víctor Carreño, el tatuador que prestó su talento y equipos.
En la sala de la fundación, ubicada en el norte de Quito, se prepara todo: las fundas de caramelos, los chocolates, las cobijas, la ropa para llevar a los orfanatos. “Siempre necesitan cosas, de todo”, insiste Daniela.
Pero el objetivo también fue que quienes entreguen los juguetes tengan una historia para el tatuaje. “Todavía no tenemos la cultura de dar sin recibir nada a cambio, por eso qué mejor que decir ‘este tattoo tiene tal historia’”, agrega Daniela.
Etapa difícil
María José Campos, de 19 años, es una de las beneficiarias de la fundación. Estuvo en una casa de acogida, ubicada en el centro de la capital, y conoció a Daniela en uno de los talleres que impartía como voluntaria. “Ya me había dicho que había la posibilidad de venir a la fundación”, comenta.
Habla tímidamente, pero sonríe cuando dice que ya va a la universidad a estudiar educación general con una beca. “Siempre me han gustado los niños”, relata.
La entidad se encarga precisamente de ellos, de quienes ya son mayores de edad y dejan de ser amparados por estos centros. “Cuando salen de ahí están desubicados, no saben qué hacer. Algunos incluso sin terminar el colegio”, explica Daniela.
La mayoría sale a la calle y perpetúa los círculos de pobreza e incluso de delincuencia, según la defensora de derechos humanos. “Las mujeres pueden tener embarazos no deseados, es todo un círculo”.
En los cuatro años de funcionamiento se ha acogido a 18 muchachos, de los cuales seis se han graduado de la secundaria y ocho pertenecen a universidades ya sean públicas o con becas. “La mayoría se gradúa en los proyectos de bachillerato acelerado”.
María José dice que quiere hacerles saber a los chicos que aún están en los centros que “no están solos”, “que tienen quién se preocupe por ellos”.
“Venimos de la misma experiencia de no tener a nuestros padres, pero saber en quién apoyarse es importante”, relata.