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Caos en Guayaquil: cementerio cerrado tras asesinato del administrador
El deseo de un abuelito era ser sepultado junto a su padre, pero cierre del camposanto del suburbio lo impidió
El deseo de Pedro Antonio Mora Sesme, de 83 años, de ser sepultado junto a su padre, quien falleció hace más de una década, no pudo cumplirse. El cementerio Ángel María Canals, ubicado en el suburbio de Guayaquil donde reposa el cadáver de su progenitor, permanece cerrado desde el asesinato del administrador, César Geovanni López Reto.
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Los hijos de octogenario tuvieron que buscar otro camposanto para enterrarlo. “No pudimos cumplir la voluntad de mi padre. Él siempre nos pedía que deseaba ser sepultado junto a mi abuelo. Ya no dependió de nosotros, desafortunadamente, mi padre murió de un infarto el mismo día del asesinato del administrador, y no podíamos esperar más”, expresó María Eugenia Mora, una de sus hijas.
Los restos de Pedro Antonio fueron sepultados la tarde de ayer en el cementerio Metropolitano de Guayaquil.
María Eugenia contó que el dolor por la muerte de su padre hizo que olvidara que años atrás adquirió a crédito una bóveda en el panteón ubicado en la vía a la costa.
“No tuvimos otra que sepultarlo allí. Mis hermanos lloraron al saber que no pudimos cumplir el sueño de nuestro padre. Quizá en cuatro años podamos exhumarlo y llevarlo al cementerio del suburbio”, añadió.
El Municipio de Guayaquil, a través de un comunicado, informó sobre el cierre temporal del cementerio del suburbio “tras el incidente armado al interior de las oficinas administrativas, en la que resultó una persona fallecida”.
Comerciantes no venden nada
El cierre también ha afectado a quienes dependen de la venta de flores y trabajan en los alrededores del cementerio. Alberto Osorio, de 21 años, ha vivido del comercio de flores desde que aprendió el oficio de su padrastro, quien también vendía flores cerca del cementerio del suroeste de la ciudad.
El joven contó que desde que ocurrió el asesinato del administrador solo ha vendido una flor, porque el 90 por ciento de su clientela son las personas que acuden a visitar o a sepultar a sus seres queridos.
“El jueves solo vendí una rosa, un joven de un colegio me pagó 50 centavos por ella, era para un trabajo del colegio. Somos cinco las personas que trabajamos en este lugar y no hemos quedado sin el sustento diario”, lamentó.
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