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Dévora del Rosario empezó a trabajar desde los 15 años.Álex Lima

Trabajo sexual trans: La 'celebración' es en las calles

Dévora del Rosario, una mujer transexual de 34 años, cuenta cómo son los festejos de finales de año para ellas, pues enero es un mes duro laboralmente.

Si no trabaja, no come. No importa si es 25 o 31 de diciembre. Mientras la mayoría de personas brinda, explota petardos, quema años viejos o cena, Dévora del Rosario se maquilla y se pone su atuendo más ajustado para buscar clientes en el centro de Guayaquil.

¿Hay hombres buscando sexo pagado en Navidad o Fin de Año? Una sonrisa, más efectiva que un sí, se dibuja en su rostro. Es una mujer trans, de 34 años, que ejerce la prostitución desde los 15.

Le ha ido bien en la vida, porque ha sido una chica pilas, como se describe. Una casa propia en la cooperativa Balerio Estacio, al noroeste de Guayaquil, es el fruto de su cuerpo. Pero mentiría si dijese que tiene dinero guardado. Por eso, para ella no hay días festivos.

Ahorrar tampoco está en sus planes, aunque tenga plena conciencia de que enero es un mes inclemente para las trabajadoras sexuales trans. “La gente está muy gastada de las fiestas y empieza a pensar en el regreso a clases. Aunque la gente no crea, la mayoría de clientes de las mujeres trans dedicadas a la prostitución son hombres casados”, revela con una sonrisa.

No guarda plata porque teme no poder disfrutar de ella en el futuro. Lo que para ella significó una liberación y la felicidad absoluta cuando tenía 14 años, también la hunde, muchas veces, en la desesperanza. Aunque biológicamente nació como un niño del vientre de Ana Veintimilla, Dévora siempre se sintió mujer y, apenas pudo, se empezó a vestir y verse como tal.

El espejo le mostró su apariencia femenina en la entrada a la adolescencia y, a pesar de que se fue de su casa por el temor del rechazo familiar, esto no pasó. A su madre le dolió más sentirla lejos y tuvo que decirle adiós al niño que parió y darle la bienvenida a Dévora, aunque la siga llamando en masculino.

Pero aunque en su hogar no existe discriminación, cuando sale de la puerta, la transfobia le impide hacer cosas tan simples como ahorrar. “Yo he visto amigas que guardan dinerito para la vejez y terminan muertas o porque las matan, porque se operan y algo sale mal, o porque contraen enfermedades de transmisión sexual. Por eso, todo lo que he ganado, me lo he gastado en mi casa y en mis cosas”, cuenta.

El rechazo injustificado les pasa factura y, según el Estudio psicosocial sobre el trabajo sexual en jóvenes trans de 15 a 29 años, en Guayaquil, realizado en 2010 por la Asociación Silueta X, es lo que lleva a más del 60 % de las trans a ejercer la labor sexual. Si ellas pretenden conseguir trabajo en cualquier otra rama, muchas veces las vetan por la exposición de su identidad de género.

Dévora disfruta de su hogar, que es el fruto de su trabajo.Álex Lima

En el país no hay datos específicos o actualizados sobre la población transgénero y su incursión laboral. Los únicos indicios están en los archivos de asociaciones y activistas que dan ayuda social y tienen bases de datos internas. Dévora tampoco sabe si existe alguna asociación que las reúna, pero lo que conoce a la perfección es el peligro que les representa trabajar en la calle.

Nunca ha sentido a la muerte cerca en Ecuador, pero en Chile se salvó de su guadaña. Viajó a ese país cuando apenas había descubierto a la prostitución. Un hombre le pidió su servicio y ella se subió al vehículo.

Como era nueva, no reconoció el carro, pero sus compañeras sí y llamaron a la policía. Era un hombre del cual se sospechaba que golpeaba a mujeres trans.

La policía los paró y, cuando revisaron el automotor, otro joven estaba escondido en la cajuela, con cinta, sogas y otros implementos sospechosos. Fue la primera vez que experimentó el odio irracional y se había librado de él.

Después de un tiempo, volvió a Ecuador y empezó a construir el lugar donde vive ahora. Era uno de sus sueños, tener un espacio propio para no preocuparse por rentas.

“Ahora quiero disfrutar de lo que tengo. Es hermoso llegar a un sitio donde uno pueda acostarse en el mueble, ver una película, estar relajada”, cuenta Dévora. Y aunque su vivienda está lista y equipada, ella seguirá saliendo a trabajar sin importar el día.

A pesar de que el trabajo sexual no le avergüenza ni la hace menos, quisiera algún día dejarlo para cumplir otro anhelo: ser presentadora de televisión.

Mientras tanto, no le desagrada ser, muchas veces, el soporte de los hombres que la buscan para estas fechas. A más de atraerlos con su figura femenina, muchos quieren llenar algún vacío o alguien que los escuche en una época llena de celebración, pero también de melancolía. No importa por qué la busquen. Si no trabaja, no come.

  • Un 'cachuelo' en Tiktok

Dévora cuenta que durante los primeros días de la pandemia, la situación estuvo difícil porque no trabajó. Empezó, como mucha gente, a usar el TikTok para subir videos. Estos atrajeron a varios clientes que, en privado, pagan por videos más específicos.

Ella no quiere trabajar en esto toda la vida y, tal y como notó en pandemia, cree que puede hacer dinero con lo que sea. Una vez, incluso, se planteó la idea de vender verduras. “A mí si me dicen trabajar en lo que sea, yo trabajo. A mí nunca me a vergüenza, lo importante es salir adelante”, comenta.