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Los delincuentes aprovechan el tráfico para cometer los hechos ilícitos en San Roque, en el centro de Quito.GUSTAVO GUAMÁN / EXTRA

En San Roque revivió el bujiazo

Un tramo de este sector en el centro de Quito, es el sitio preferido de los delincuentes que roban de esa manera. Una perjudicada cuenta lo vivido.

Fernanda Cuaspud sintió los cristales de la ventana del copiloto deslizándose por su brazo. Estaba paralizada. Tanto que apenas recuerda como un hombre metió medio cuerpo por ese reducido espacio y se llevó su cartera y celular.

Ocurrió en el sector de San Roque, en el centro de Quito. Ella conducía por la avenida Mariscal Sucre, cuando un objeto de metal atravesó el vidrio. Una especie de tornillo con punta, describe.

Este delito es conocido como bujiazo y aunque muchos lo consideraban extinto, Cuaspud asegura que ha regresado. Al contar su experiencia en las plataformas digitales se topó con, al menos, 10 personas que han sido víctimas de esta modalidad de robo desde el segundo semestre del año.

En medio del susto, la joven reconoce que corrió con suerte. Los cristales apenas le rozaron la piel. Solo le dejaron un par de cortes pequeños. Sin embargo, supo de un caso en el que la víctima terminó con un tajo en la cara.

“Pensé poner la denuncia, pero estaba en shock. En ese momento no sabía qué hacer. Manejé de forma automática y cuando llegué a Miraflores (a 2.6 kilómetros de distancia) recién me bajé para evaluar los daños”.

'RECICLAJE' DEL DELITO

Patricio Vargas, comandante de Policía del Distrito Manuela Sáenz, explica que la crisis económica que dejó la pandemia ha permitido el ‘reciclaje’ del bujiazo. Según Vargas, es difícil tener una cifra exacta de este tipo de robo por la falta de denuncias de las personas afectadas.

El oficial dice que este delito es complejo porque afecta el lado emocional del atracado, quien no solo se desestabiliza por el robo, sino por el susto.

Vargas sugiere como medida de seguridad implementar láminas en los cristales. “El problema es que la gente no sigue medidas de prevención, sino de reacción”. Aclara, además, que no hay falta de uniformados en el área, sino que algunos laboran en el área de Inteligencia y el eje investigativo, por lo que no llevan uniforme.

RUTAS DE ESCAPE

La situación es compleja en ese tramo de menos de medio kilómetro. Unos cuatro puentes peatonales se distribuyen en la zona y, según los residentes y transeúntes, facilitan la huida de los choros.

Freddy Ramírez, un taxista que circula por ese trayecto, dice que por la radiofrecuencia siempre les piden que estén alertas. Sin embargo, las medidas de seguridad -como mantener las ventanillas cerradas- se quedan cortas, asegura. “Estos pillos llevan las puntas de metal bajo la lengua y las hacen estallar contra las ventanas. Como la gente se asusta aprovechan para robar” describe.

Para él, la zona debería tener más resguardo de la Policía, especialmente porque lleva años siendo un “punto caliente” para la delincuencia y no mejora.

Álex Gancín, vecino del lugar, también está consciente de la peligrosidad en esa área y resalta que hay bastantes arranchadores. Pero le sorprende escuchar que el bujiazo está de regreso. Coincide con Ramírez en insistir con el control de los uniformados.