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¿Sabías que en el Guasmo de Guayaquil rueda una tricimoto de bambú? Conoce este creativo transporte
Luego de 10 meses de trabajo, el artesano Franklin Calderón terminó su proyecto ecológico. Anhela que sea el punto de partida al turismo en el Guasmo
Los barrios guayaquileños han parido tradiciones, personajes y elementos que nutrieron de historia a la ciudad. El Astillero a Barcelona y Emelec... Cristo del Consuelo a su procesión homónima... Garay a su comercio de repuestos para automotores. Y hoy siguen apareciendo símbolos que van construyendo su fama, como la tricimoto de bambú del Guasmo Sur.
Sospechar que existe un vehículo así puede ser improbable. Quizá por eso, quienes ven el llamativo medio de transporte rodando por la cooperativa Derecho de los Pobres y sus alrededores, se toman fotos, graban y hasta preguntan de dónde salió el simpático carruaje.
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Todas las interrogantes van contra Matías Espinoza, el veinteañero que conduce la tricimoto ecológica, otro nombre que resulta exacto para el creativo aparato.
“Dicen que está bonita, que es la primera tricimoto que ven así en el Guasmo, hecha de bambú. Hasta videos le han hecho”, cuenta satisfecho. A veces también le sale uno que otro usuario preocupado, preguntando si se podría virar andando. Pero el muchacho les contesta convencido de que es resistente y firme. En el mes y más de uso se han subido personas flacas y de gran volumen, sin ningún contratiempo.
El mentalizador del proyecto es Franklin Geovanny Calderón Mera, quien utilizó más de 400 tarugos (clavos hechos del mismo bambú), 120 cañas y su pasión por esta planta de la familia de las gramíneas, que lo cautivó mientras cursó la licenciatura en Turismo y Hotelería.
“Mi carrera me llevó a conocer el bambú. Por muchos lugares que visitaba veía estructuras hechas así. Me llamó la atención, hasta que poco a poco se dio la oportunidad de aprender a trabajar con este material”, explica.
Los conocimientos básicos para trabajar con esta materia prima los aprendió mientras hizo un voluntariado en Chinauta, corregimiento del municipio de Fusagasugá, en el departamento de Cundinamarca, en Colombia.
Lo más complicado de la tricimoto de bambú
Aunque el vehículo se compone mayormente de bambú, tiene elementos que no lo son. El más evidente es la moto, la cual arrastra la carroza. También las dos llantas y unas cuantas tuercas y pernos. Lo más complicado, dice Franklin, fue construir un mecanismo que permita unir el carruaje con la motocicleta.
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“Un vecino del barrio me dio la idea”, comenta el artesano. La solución consistió en atornillar las cañas a un cuadrante metálico, que a su vez va soldado a dos brazos de fierro que se pueden enroscar a cada lado de la moto.
Anclar la moto a la carroza puede tomar unos tres minutos o más, dependiendo de la agilidad y fuerza de quien lo haga. Pero si tiene alguien que lo apoye, es más fácil y se hace rápido.
En el interior, los asientos están colocados a los costados. Hay una pequeña banca del lado derecho y otra en el izquierdo. En ellas caben cuatro personas de contextura media.
El techo está cubierto con una lona impermeable, para que los pasajeros no se mojen.
Los costados del vehículo no son totalmente abiertos, aunque no tienen ventanas. Están cerrados con pequeñas tiras de cañas cruzadas en diferentes direcciones. Son tantas que resulta imposible contarlas, pero se ven como esos pequeños hilos que, unidos, forman una telaraña. Hay poco espacio entre ellas. En las aberturas grandes entra un puño, quizás; pero en las más chiquitas, apenas unos tres dedos.
Esa forma de cruzar las tiras se llama nido de pájaro, pues al estar entreveradas también lucen como la casa que arman las aves. Franklin aprendió la técnica con una colega brasileña.
Así es estar en la tricimoto ecológica
Al ir dentro de la tricimoto se tiene la sensación de estar en medio de dos ambientes. Es como ser un pollito metido en un cascarón, pero de madera, que se va moviendo en medio de la naturaleza. La maraña de cañas da un toque visual como a bosque. Pero si se observa a través de los huecos que hay entre ellas aparecen los estrechos callejones guasmeños. Las cuadras con casas de cemento o mixtas, con esquinas adornadas de miradas saltonas y curiosas, son la prueba de que la realidad exterior es de un entorno urbano.
El trayecto va con su propia música. Y no es que la tricimoto tenga una radio incorporada. Son las decenas de trozos de bambú sonando al ritmo del movimiento. Toda una sinfonía extraída del agro rodando intrusa en la calzada.
“En primera instancia, el objetivo es que se use como transporte local. Lo segundo, que es lo que más me interesa y me importa, es introducir el bambú al turismo urbano, gastronómico, recreativo, en el sur de Guayaquil”, manifiesta Franklin.
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Quiere aprovechar sus conocimientos en turismo y hotelería sin olvidarse de su origen. Su sueño es que a futuro, y ojalá un futuro no tan lejano, su querido Guasmo pueda ser un área atractiva de Guayaquil, que enganche a visitantes con su famosa Playita, gastronomía, cultura y esa idiosincrasia descomplicada de sus habitantes como buenos guayacos.
“El Guasmo no es como se lo cree o se lo tacha. Existe muy buena comida, muy buenos lugares y gente amable y cordial, como somos en Guayaquil”, destaca con optimismo.
La tricimoto de bambú es un granito de arena que intenta sumar a esa noble intención de mostrar lo positivo de su barrio y hacer que poco a poco se cambie cualquier imagen negativa que pueda haber sobre esta zona.
Franklin reconoce que aún debe hacer más ajustes a su creación. Pero ya planea hacer otro modelo mejorado y con un diseño distinto, mientras va elaborando otros productos: pulseras, lámparas, aretes, muebles, camas... El abanico es amplio. “Es inspiración de mi alma”, dice emotivo.
Una casa que luce como las de Montañita
Caminar hacia la casa del artesano es como acercarse a un hostal típico de Montañita (comuna del cantón Santa Elena) o de Canoa (balneario del cantón manabita San Vicente). La segunda planta tiene un balcón compuesto con cañas gruesas, cañas entrelazadas y un techado a modo de choza, aunque por encima tiene hojas de zinc.
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La planta baja de cemento se une interiormente con el piso superior con una escalera también de cañas y tiras, cuyos escalones, con los característicos crujidos, van anunciando la subida de un visitante. Al final hay una especie de pérgola de bambú, que arriba termina en punta. Franklin la llama ‘cúpula’ y dice que puede servir para exteriores o para interiores. Incluso puede usarse como una habitación.
Arriba está el taller. Ahí poco a poco van agarrando forma los demás productos que a Franklin le encargan bajo pedido.
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