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Quito: en los zapatos de un vendedor informal
EXTRA acompañó a dos comerciantes no regularizados en su día a día. Caminan por horas con el miedo de ser ‘cazados’ por los agentes metropolitanos.
La época lluviosa en Quito no da tregua. Son las 08:30 y a pesar del aguacero Johana Pilay debe salir a vender los cobertores de lavadoras que confecciona.
Esta comerciante, de 40 años, viaja todos los días desde su casa en San Bartolo, sur de la capital, hasta el Centro Histórico para caminar, caminar y caminar... Ella es parte de los 10.000 vendedores que buscan sustento en las calles de Quito, según las cifras que maneja la Asociación de Trabajadores Autónomos (Asotrab).
Lleva un calentador color rosa y zapatos deportivos para estar lo más cómoda posible, pues carga en su espalda una mochila de al menos unas 50 libras. “No tengo dolores, pero sé que con el tiempo vendrán las afectaciones”, dice.
Esa maleta es casi inamovible, pero ella la levanta con una sola mano. Con la otra sostiene una funda con un megáfono. Desde ese aparato sale una grabación con su voz. “Cobertores para la Samsung, la Whirpool, lleve los cobertores”, repite una y otra vez.
Prefiere no gritar para ofertar sus productos, debe cuidar su voz para cantar. En cuanto la contratan se sube a una tarima y entona canciones rocoleras. Aunque con la pandemia no ha tenido oportunidad de hacerlo.
Su ruta diaria está entre las calles Chile, Imbabura y Cuenca. “Más abajo no me atrevo, porque están los agentes metropolitanos”, comenta refiriéndose a los uniformados que se encargan de retirar a los vendedores informales.
Convivir con el miedo
Cada vez que aparecen los uniformes azul con celeste que llevan los metropolitanos, Johana se pone nerviosa. Agarra con fuerza el cobertor que lleva en las manos. Le advierte a una compañera: “Cuidado, veci. Ya vienen”.
– Circule, por favor, señora, le dice uno de los uniformados.
Ella solo asiente con la cabeza y murmura:
– ¡Ya ve! Así con amabilidad una entiende. Otros nos tratan mal.
Esas escenas se viven varias veces al día desde el 16 de octubre, luego de que Santiago Guarderas, alcalde de Quito, solicitara a instituciones municipales como la Agencia Metropolitana de Control (AMC), Secretaría de Desarrollo Productivo, Administración Zonal Manuela Sáenz, entre otras, recuperar el Centro Histórico. Uno de los ejes principales: retirar las ventas ambulantes.
En casi un mes de intervenciones se han sancionado a 3.528 ventas no regularizadas y de estas se han realizado 719 medidas cautelares, es decir que se han decomisado los productos de 719 vendedores, según datos de la AMC.
La zona cero
Han pasado dos horas y solo dos personas se han acercado a preguntar por los cobertores de Johana. Ni una venta. Cada uno cuesta 14 dólares, pero no todos pagan ese precio. “La mayoría regatea y toca bajarse”, relata.
Una adulta mayor camina hacia ella, mide el producto, lo abre, siente la lona.
– Pero rebaje, está muy caro.
– Si supiera lo que gano en cada uno. Pero bueno llévese en 10 dólares.
Cierran el negocio, aunque para Johana la ganancia es de 50 centavos. “Para no perder la venta, peor es llegar a la casa sin nada”, comenta la comerciante.
No es la única. Fernando Sagñán, de 38 años, también se gana la vida en las calles del casco colonial desde hace ocho años, ya que por un accidente no puede seguir trabajando como albañil.
“Tengo un clavo en la pierna derecha y ya no puedo cargar cosas pesadas”, relata.
Así que optó por vender camisetas para niños. Su ruta va desde el Playón de La Marín hasta El Tejar. Con chompa roja y zapatos deportivos camina desde las 09:00 hasta las 19:00 con sus productos.
Tiene una rutina establecida. En cuanto ve acercarse a los agentes metropolitanos dobla las prendas, con todo y armadores, y las guarda en una funda negra de basura. Como si de un paquete se tratara.
“Camisetas, dos por cinco dólares”, va diciendo en voz baja y acercándose a los transeúntes. A veces no vende ni una sola.
Camina despacio sobre la calle Chile, pero en cuanto se acerca a la Plaza de la Independencia vuelve a guardar la mercadería.
“Aquí es la zona cero, donde más vigilan”, comenta.
Las cuadrillas de agentes y funcionarios de la AMC van acompañadas de militares. “Dan más miedo, porque ellos no nos vienen a cuidar, sino lo contrario”, dice Fernando.
Las camisetas siguen guardadas en la funda negra, pero en cuanto sigue caminando le vuelve la esperanza. Solo basta con cruzar la calle Flores y el escenario cambia.
Ya no hay uniformados, los vendedores se multiplican por decenas, así como sus ofertas entonadas a gritos. “Acá ya no molestan”, agrega el comerciante.
Diciembre será más ‘jodido’
Tradicionalmente, el Centro Histórico ha sido el lugar de encuentro de los quiteños, sobre todo para hacer compras. Si bien el mes de diciembre representa una ilusión para los comerciantes, también las autoridades preparan fuertes contingentes.
Jaime Villacreses, supervisor Metropolitano de la AMC, comenta que, tomando en cuenta esta dinámica, los 620 funcionarios municipales que realizan operativos de control de espacio público aumentarán durante las festividades.
“El plan de reactivación se va a ir modificando, tanto en los funcionarios como en las zonas de intervención”, explica.
Para el funcionario, los resultados de los últimos operativos han sido positivos, tanto para los moradores de la zona como para los comerciantes regularizados. “El plan también tiene el fin de que los turistas vuelvan”, reitera.
Sin embargo, para Johana y Fernando no existe otra opción de sustento para sus familias. “En diciembre es cuando sacamos alguito más. El anterior estuvo malo por la pandemia”, dice el comerciante de camisetas.
No piensan dejar de caminar por las calles del Centro Histórico, aunque deban seguir jugando al gato y al ratón, pese a que hoy no hubo más ventas.