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Quito, el ombligo del mundo que fue considerado sagrado
Un monumento no determina la ubicación exacta del meridiano 0 y tampoco es posible que pongamos un pie en cada hemisferio del mundo. Pero la influencia energética sí existe, según expertos
Poner un pie en el hemisferio norte y otro en el hemisferio sur ha sido un atractivo turístico por décadas en San Antonio de Pichincha, parroquia del norte de Quito, pero la línea ecuatorial no sería así definida ni tan recta, pues la Tierra tampoco permanece inmóvil.
La identidad del país y, sobre todo, de los quiteños se ha forjado con el imaginario de estar en la mitad del planeta, algo que se afianzó con las mediciones de la Misión Geodésica francesa en el siglo XVIII. Estos científicos llegaron a nuestro territorio con el objetivo de comprobar la teoría de Isaac Newton de que el planeta era achatado en los polos y ancho alrededor del Ecuador terrestre. Dentro de ello estaba la medición del paralelo 0, la línea imaginaria que divide al mundo en dos.
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Sin embargo, no resultaría tan imaginaria, pues esta línea es más bien una franja energética de aproximadamente un kilómetro de ancho. “Es un cinturón cósmico en el que se manifiesta la energía de manera directa”, dice Ramiro Mantilla, sociólogo, investigador y amauta (sabio de la cultura andina).
YA LO SABÍAN
Este detalle no era desconocido para los pueblos ancestrales que habitaron la zona de lo que hoy conocemos como Quito. “Estaban los caras y los caranquis que eran conocedores de la astronomía”, agrega el experto.
Es por ello que algunas edificaciones ceremoniales se construyeron en puntos estratégicos como Cochasquí, que significa “del seno a la mitad”, porque ya concibieron que estaban en la mitad. Asimismo, el cerro Catequilla, ubicado en Pusuquí, también en el norte de Quito, fue considerado sagrado por las observaciones a las estrellas. “Hay varios puntos en donde se puede ver la vía láctea completa”, explica.
Esto, además, les permitió pronosticar los cambios climáticos, así como los tiempos de siembra y de cosecha de los productos de la tierra.
Para Rina Artieda, gestora cultural e investigadora histórica, los pueblos originarios tenían la mirada constante hacia el universo. “Por eso el territorio de Quito fue considerado sagrado, era un sitio de peregrinaje como la Meca. Llegaba gente de Centroamérica, de eso hay evidencias arqueológicas”, relata.
Esta característica de sagrado también se la adjudicaba por ser uno de los espacios más cercanos al sol. “Eso diferencia Ecuador, y sobre todo Quito, de los otros países por donde también pasa el cinturón. Ninguno tiene el clima o se dan los mismos frutos de la tierra que acá”, asevera la experta.
Luego de los pueblos caras y caranquis se conformó una confederación que hizo frente a la invasión incásica. Estos conocimientos se iban heredando. “Incluso los incas lo sabían, por eso hicieron su sede en Quito”, cuenta Rina.
La chakana o cruz andina se forjó, según la investigadora, ya cuando este imperio se toma Quito. “Es una cruz perfecta y solo se pudo hacer aquí, porque sabían que era el centro del mundo”, insiste la investigadora.
Tanto Mantilla como Artieda coinciden que el calendario andino sería el más exacto en cuanto a la medición de las estaciones y los tiempos. “El 21 de marzo con el equinoccio inicia el año. Entonces se siembran los granos. Todo tiene una razón de ser”, asevera Mantilla.
Esta percepción de “estar en la mitad” también tuvo que ver en la cosmovisión andina, pues la concepción de la existencia es dual: lo masculino y lo femenino. “El 21 de marzo se inicia el período del Inti o de lo masculino y en septiembre el ciclo femenino o de la luna”, explica Artieda.
¿Y LOS FRANCESES?
La Misión Geodésica llegó a este territorio en 1736 y con instrumentos de la época hicieron mediciones en medio de las montañas. Determinaron que Newton no se equivocaba y establecieron una especie de franja que dividía al mundo en dos. “La línea que se dibuja en la Ciudad Mitad del Mundo es la determinada por esta misión”, comenta Édison Benítez, guía de museo de este sitio.
Allí hay dos salas dedicadas a este grupo de científicos que habría corroborado la percepción de los pueblos originarios. “No está escrito, pero lo más seguro es que se guiaron por los habitantes de la época”, espeta Rina Artieda.
La misión duró hasta 1744 y nombran a esta línea imaginaria como Equateur, de ahí que luego de la división de la Gran Colombia en 1830 este territorio tomara el nombre de Ecuador. “Ahora con los GPS sí se mueve un poquito, unos 290 metros, pero esta línea es histórica. No nos olvidemos que hay, además, cinco kilómetros de influencia de la línea ecuatorial”, asevera el guía.
A partir de ello se construyó un monumento pequeño en 1936 para simbolizar el centro de la tierra. Este fue reemplazado por el actual entre 1979 y 1982. El original fue llevado al parque de la parroquia de Calacalí.
Luego de eso se construyó una ciudad turística con características españolas y es así como nacionales y extranjeros acuden para tomarse fotos, además de conocer sobre la historia del Ecuador y sus habitantes en los museos. “Esto no es más que marketing y turismo. Esto de poner un pie en el hemisferio norte y otro en el hemisferio sur no es verdad”, sentencia Mantilla.
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Para Benítez, aunque no sea una medición tan exacta la que lograron los franceses, no deja de tener importancia histórica y simbólica.
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