Para llegar a la casa de la familia Cevallos hay que atravesar unos maizales. La carpa blanca se distingue del resto de la pequeña vivienda, que al parecer se quedó en obra gris. Allí se acomoda todo para despedir a Jonathan Cevallos. Los familiares se encargan de colocar las sillas de plástico blancas en filas. El ataúd está rodeado de faroles grandes que las hermanas de Jonathan cargan con dificultan.

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Su cadáver fue hallado al costado de la vía que une a las parroquias de Zámbiza y Gualo, norte de Quito. Hay diversas versiones, tantas que la familia ha preferido “dejar todo a la voluntad de Dios”.

Todos tienen los ojos llorosos, pero siguen moviéndose de un lado a otro. En el fondo dos mujeres arrastran dos costales de papas para preparar la comida del funeral. “El jueves ya no vino a la casa y se nos hizo raro porque él tenía que viajar”, cuenta Yesenia, una de las hermanas de la víctima.

Jonathan trabajaba en la provincia de Galápagos en un taller de aluminio y vidrio y volvía a la capital en sus días libres. “Venía cada 15 días o cada mes, no era fijo, pero estaba pendiente de nuestra mamá porque está delicada de salud”, dice.

Los familiares recibieron la noticia de que el joven había sido detenido en El Inca, barrio también del norte de Quito. “Creímos que saldría pronto, que no sería grave”, agrega Rocío, otra de las hemanas.

Supuestamente Jonathan había robado en ese sitio, pero los familiares no supieron qué sucedió después. La noche del 23 de mayo ya no apareció. “Ahí hay un lapsus de tiempo que no sabemos lo que pasó. Lo del supuesto robo fue pasada la una de la tarde del jueves y luego solo apareció muerto”, dice Rocío.

Según los primeros informes policiales, el hallazgo se registró a las 05:45 de la mañana del viernes 24 de mayo. “Presenta hematomas en su cuerpo y de igual forma se encuentra amarrado de pies y manos sin signos vitales, con una vestimenta deportiva de color celeste”, se talla.

En el examen de autopsia se establece que la causa de la muerte es una hemorragia interna por “traumatismo abdominal consecutiva a objeto contuso”. Es decir que fue golpeado salvajemente. “Estaba lleno de moretones. Nos dio mucha pena encontrar así a mi hermano”, lamenta Rocío.

En el momento del hallazgo ya no tenía sus pertenencias. “El salió a sacar la cédula y ya no volvió”, explica Yessenia.

La razón por la que la familia decidió no buscar culpables es su falta de recursos y por salud mental. “Investigar nosotros mismos implica tiempo y dinero que no tenemos. Además, ya han dolido bastante los rumores de que estuvo haciendo cosas malas”, asevera Rocío.

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Un muchacho –de los que ayudó a cargar el féretro al patio de la casa– se puso a improvisar al ritmo del rap, lamentando la partida de su amigo. Poco a poco, los familiares y vecinos de Zámbiza fueron llegando para acompañar a los siete hermanos de Jonathan y a su madre. Yessenia y Rocío confían en que la justicia divina les llegue a los responsables de la muerte de su hermano.

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