Doña María Gualoto ata con doble soga a su chancho contra un pequeño árbol cuando sale de su terreno. La mujer tiene miedo de que los ladrones se lo lleven, así como se robaron los corderos de su vecina.

Ella vive en las periferias de Gualo, en el norte de Quito, y comenta que en las últimas semanas los ‘choros’ se han metido a las propiedades de los habitantes para ‘bajarse’ a los animales y venderlos en la misma zona. Por eso, reunirá dinero para cercar su propiedad y evitar que entren los pillos.

Alejandrina Colcha vive a pocas cuadras de doña María y relata que su madre también fue víctima de los ‘robaganado’. A ella se le ‘chorearon’ cuatro conejos y tres borregos. Lo peor de todo, según Colcha, es que los delincuentes habrían faenado a los animales en un bosque cercano porque encontraron tripas y parte de la piel de los mamíferos. 

Por si fuera poco, la vecina contó que los ladrones habían ofrecido las partes de los animales a los moradores del mismo sector.

José Ramírez, otro habitante de la zona, añade que los pillos suelen aprovechar las madrugadas para meterse a las chancheras. “Parece que les dan algo a los perros, que estos no ladran cuando los ven”.

El vecino pide más patrullaje por la zona porque, según él, la mayoría de propiedades son cuidadas por adultos mayores mientras sus hijos trabajan en la ciudad. “El retén policial más cercano está a media hora a pie. Necesitamos más rondas”.

Motos y carros peligrosos

Los ‘choros’ de animales no son el único problema de seguridad que viven los moradores de Gualo. Xavier Sambache indica que hay carros y motos sin placas que circulan por las noches. Él vive un año en el sector y por tres ocasiones se le han metido a su casa.

Esta semana terminará de colocar una barrera de pingos y alambre de púas alrededor de su propiedad para evitar que los delincuentes ingresen. “Cada vez que se ve un vehículo sospechoso alertamos en el chat comunitario”.

Los habitantes piden a las autoridades que se coloquen cámaras de seguridad y que iluminen ciertos tramos que se vuelven peligrosos en la noche.

El capitán Diego Valencia resalta que ante este tipo de eventos, desde su unidad policial, realizan asambleas comunitarias cada mes para dialogar con los vecinos y conocer los problemas de inseguridad.

“Las personas deben ayudar con la denuncia. Conocemos de la novedad, pero nadie se ha acercado a alertar”. El oficial añade que luego de un crimen que ocurrió en este sector hace dos semanas, se han intensificado los patrullajes.