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¡Una ‘profe’ para los guambritos!
En La Ferroviaria, joven apoya a los niños con su aprendizaje, luego de sus lecciones virtuales. Se reúnen en la calle.
El sol ‘pega’ fuerte en el pasaje B y calle Neptalí Jarrín, en la Ferroviaria Alta. Sobre el adoquinado, una docena de niños escriben sobre sus cuadernos bajo la supervisión de Jéssica Guaraca.
Tienen de 3 a 11 años. Hacen preguntas acerca de números primos y decimales. También sobre los colores que deben asentar en sus dibujos.
Esta es un ‘aula’ comunitaria que funciona desde hace más de dos meses. Y Jéssica, estudiante de tercer año de ciencias de la educación, decidió ayudar a los pequeños con su educación. Es su ‘profe’.
“Frente a la computadora se aburren, no ponen la misma atención que en la escuela”, dice la futura docente.
A raíz de la pandemia de COVID-19, estas falencias en los niños de la cuadra hicieron que la muchacha, de 24 años, quisiera darles ‘un empujón’.
La mesa de unos tres metros por uno y medio se sostiene sobre baldes de plástico. Los pequeños, usando tapabocas, se acomodan en bloques de concreto y pedazos de espumaflex. Parecen cómodos.
A veces, la ‘profe’ debe recordarles que no se quiten o manipulen las mascarillas. También las madres que los acompañan. “No hemos tenido casos de contagiados. Estamos pendientes de que se cumplan las medidas de bioseguridad”, comenta Jéssica.
Además solo asisten los vecinos más cercanos, por lo que controlan si tienen contacto con otras personas y así previenen los posibles infectados. “Ellos pasan en sus casas, prácticamente no han salido”, explica la joven.
Espacio de recreación
La ‘escuelita’ funciona de 15:00 a 17:00 todos los días. Shirley Cuichán acompaña siempre a su hermano de 6 años. Está en segundo de básica y refuerza el aprendizaje de escritura con Jéssica.
“Él se aburre solito en la casa, también es un espacio para que comparta con otros niños. Ellos no entienden bien por qué no pueden ir a la escuela”, agrega.
También tienen un tiempo de recreo y aprovechan el pequeño parque que queda al fondo del pasaje B. Dentro de las actividades también tienen clases de educación física. Jéssica ha decidido abarcar la mayor cantidad de conocimiento posible para el desarrollo de los niños.
La pandemia que ha obligado a los estudiantes a recibir clases a través de una computadora ha develado problemas estructurales, según Jéssica. Entre ellos, el poco acceso de los padres a la educación, lo que les dificulta explicarles algunos temas. Así como el uso de las plataformas virtuales. “Hay muchos que no tienen celulares o computadoras para las clases”, dice.
Requieren mejoras
El techo del aula comunitaria es un gran plástico negro apuntalado en dos vigas de madera y la reja de la ventana de un segundo piso. “La vecina nos permitió el espacio frente a su casa. Aunque cuando llueve el plástico no siempre los protege y deben volver a casa”, agrega Shirley Cuichán.
Es por eso que los moradores buscan ayuda para comprar una carpa para mejorar las condiciones de los niños. “Tratamos de que estén lo mejor posible, pero no pueden seguir debajo de un plástico”, dice Laura Quilligana, dirigente barrial.
Los moradores hicieron una minga para adecuar el parque de ese pasaje. Construyeron unas rústicas gradas con madera y tierra. Soldaron la resbaladera y cortaron el césped.
Sin embargo, les preocupa el cerramiento. Los niños corren peligro de caer. “Hace poco salvamos a una niña de tres años”, relata la dirigente.
La directiva solicita “aunque sea los materiales”. Están dispuestos a realizar las mingas que sean necesarias y arreglar el parque con sus propias manos.