Una botella plástica de color verde y de macabra apariencia tirada en la orilla de la playa Las Palmas de Esmeraldas interrumpió el paseo de Sigifredo Quiñónez y su hijo.

El envase estaba debajo de la palizada que comúnmente se acumula a lo largo de los 5 kilómetros de este balneario, desde la Autoridad Portuaria hasta Puerto Balao.

Sigifredo sacó la botella de entre la madera y observó que dentro de ella había la foto de una mujer de unos 25 años, llena de un líquido marrón, restos de cabello, pedazos de telas atadas con nudos y plantas en estado de descomposición.

La fotografía estaba intacta porque había sido plastificada para evitar su deterioro. Olía a licor y canela.

La Maestra Leonor, una cincuentona que es experta en hechicería, cree que ese hallazgo se trataría de amarres amorosos. “Este tipo de trabajos se hacen para atar sentimentalmente a una persona y tienen un efecto inmediato. Esto genera una energía poderosa que mueve el amor y la pasión de la persona a la que se le hace el trabajo para que solo quiera estar a su lado y le demuestre mucho amor y felicidad”.

Asegura que a las hechicerías que se utilizan para causar destrucción se las denomina ‘renuncias’. Hay brujerías en botellas que se entierran, pero las más fuertes son las que se lanzan a los ríos. “Todo eso tiene que ver con querer destruir”, agrega.

Este tipo de amarre sentimental puede costar desde 100 hasta 2.000 dólares, dependiendo del propósito que se busque, según la Maestra Leonor.

Las botellas que contienen estos ‘trabajos’ terminan en la playa porque son lanzadas en los ríos que desembocan en el mar, con la finalidad de que nadie los encuentre y pueda desactivar el maleficio, según expertos en conjuros. Se cree que estas botellas vendrían desde los ríos que recorren la zona norte de la provincia, donde estas prácticas son muy comunes.

Y no solo sirven para amarrar a una pareja sentimental, también para otros propósitos. Son utilizados para hacer que a determinada persona le vaya mal en sus negocios, trabajos o para ver a alguien postrado en una cama y destruir parejas.

Los hechizos de botella son para todos los gustos y necesidades, con una sencilla preparación y un efecto determinado, y tienen una larga tradición en el mundo mágico. Los más frecuentes son los hechizos con botellas de amor y protección, pero son muy potentes también para los hechizos de dinero y el corte de trabajos, maldiciones, mal de ojo y envidias.

Una práctica usual

La aparición de botellas con brujería no es nueva en Las Palmas. Darío (nombre protegido) es uno de los trabajadores municipales encargados de limpiar la playa y acumular las palizadas que trae la marea.

Cuenta que hace dos meses aproximadamente, mientras apilaba los trozos de madera y basura, encontró una botella plástica pintada de negro. Dentro de ella estaba la foto de un hombre de unos 40 años y un trapo que al parecer era una prenda interior.

“Cuando la abrí, salió un olor nauseabundo y sentí tanto asco y miedo que la lancé de nuevo al mar, pero al siguiente día la botella estaba en el mismo lugar donde la había encontrado”, relató Darío, quien ahora cada vez que encuentra hechicería en la playa no la recoge.

Según Patricio Páez, historiador esmeraldeño, este tipo de prácticas de brujería negra en la provincia surgen por la influenciada de comunidades colombianas y cubanas. “Por ejemplo, el gran incendio de Barrio Caliente, el 18 de mayo de 1951, se dio precisamente por eso, una mujer estaba realizando hechicería”, relata Páez.

Para el antropólogo Pablo Minda Batallas, catedrático de la Universidad Técnica Luis Vargas Torres, en estos casos es necesario diferenciar la magia y la brujería. La primera tiene que ver con procedimientos que escapan a la racionalidad científica. “Para la ciencia, la cura del espanto, del mal aire son procedimientos mágicos que no tienen una explicación en la ciencia”.

Dice que la magia se convierte en brujería en el momento que se intenta hacerle daño a otra persona. “Cuando se entierran las botellas o se las lanza al mar o al río, lo que se pretende es que la persona a la que se le hace el daño no tenga salvación, porque no pueden encontrar la botella para deshacer el hechizo o la brujería”.

Para Mina, este tipo de prácticas son muy común en sociedades con economías simples, donde las personas no necesitan la cooperación de otros. “En una sociedad industrializada es muy difícil que esas prácticas perduren”.

Además, asegura que estas actividades no tienen relación con los hechos violentos que mantienen en zozobra a la sociedad esmeraldeña, porque las prácticas culturales de los delincuentes están más ligadas a la religiosidad. “Los delincuentes se encomiendan a sus santos de devoción, en busca de una protección sobrenatural”, aclara Minda.