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Emprendimiento
Tres venezolanos ponen su arte y color en las fiestas de los guayaquileños
Estos artesanos elaboran atractivas piñatas. Uno de ellos es Minerva, quien tiene discapacidad visual, pero no le saca el cuerpo al 'camello'
Desde hace 28 años, la venezolana Minerva Morillo (61) vive con una patología: retinitis pigmentaria, la cual es degenerativa y hereditaria.
Su madre y su hermano la padecieron, pero esta enfermedad para ella no es un problema. solamente ha tenido que adaptarse y convivir con esta condición.
Empezó con ceguera nocturna, luego perdió la visión lateral; no obstante este sentido fue más afectado después de pasar por varias quimioterapias para combatir un cáncer de seno, el mismo que logró vencer hace 8 años.
Y aunque actualmente no hay un tratamiento para frenar esta afección, ella no reniega ni se entristece. por ello. Al contrario, su mirada transmite paz y una luz que parece iluminar su habitación, en la cual se desplaza muy bien, con gran seguridad.
Su hijo Carlos Verdes y su sobrino Heberth Díaz le han ayudado en ello. Por ejemplo, han atado un hilo nylon de un pilar hasta la puerta del baño. Ella va tocando esta línea, la cual le va marcando el camino para poder llegar al sitio sin tropezar.
También cocina y les ayuda en el ‘camello’: la confección de piñatas. Y aunque solo ve sombras, pues tiene un 90 % de discapacidad visual, le da una manito a sus 'chamos' organizándoles las cartulinas que ellos utilizan; les corta los papeles que sobran para usarlos de reciclaje y elabora los ganchos de los cuales cuelgan las piñatas.
Con habilidad, la mujer dobla un alambre y utiliza los dedos para poder medir las dimensiones, las cuales corta con un alicate, con gran pericia. Ella no solo quiere ser útil, lo es.
Los otros artistas
Diseñar y confeccionar sus carritos de madera a los 10 años, le sirvió a Carlos Verdes (28), quien desde 2013, en su natal Venezuela, montó junto a su primo Heberth Díaz (28), un negocio de piñatería, el cual ofrece en Ecuador desde hace dos años y medio, tiempo en el que permanecen en el país.
La habilidad manual de ambos hizo que en su etapa colegial los seleccionen para hacer pancartas, maquetas, entre otras tareas.
Pero lo que fue un pasatiempo se convirtió en un emprendimiento, el cual se ha beneficiado con los conocimientos de arquitectura de Heberth. “Ser arquitecto me ayuda a calcular mejor las dimensiones”, manifiesta el chamo.
Ambos pasan entre cartones, plumafón, pinturas, barras de silicón, estilete y materiales de papelería.
En su departamento, ubicado en la etapa XII de la ciudadela Alborada (norte de Guayaquil), han compartido habitación con Spiderman, Mickey Mouse, Buzz Lightyear, Elsa de Frozen, entre otros.
Utilizan herramientas para medir, como reglas, flexómetro, sin embargo, están tan habituados a su trabajo, que cortar y tallar es como si lo hicieran al ojo.
Las personalizadas
No solo confeccionan piñatas de superhéroes u otro personaje, también hacen retratos animados, tipo caricatura; con una foto del agasajado y listo.
Herberth no ha edificado casas de hormigón, pero sí palacios de princesas hechos de plumafón y ha construido sonrisas en los niños, quienes al ver el acabado, las abrazan, no quieren romperlas, las dejan como adorno.
Carlos, ingeniero en gas e hijo de carpintero, se impresiona con la reacción de sus clientes y considera que es el mejor pago.
Pese a la pandemia, les ha ido bien, es más, les ha tocado contratar ocasionalmente a un tercer colaborador. Sí, ellos están generando empleo fuera de su amada Venezuela.