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Pilar Cauja y su madre buscaron a Wilson en todos los hospitales de Guayaquil sin lograr resultados positivos.Freddy Rodriguez / EXTRA

¡El peso de una ausencia!

El tiempo deja heridas a los parientes de personas desaparecidas. Una oenegé de ciudadanos perdidos refiere que hay errores al investigar estos casos

Al no saber nada de su hija desde el 2010, la incertidumbre se convirtió en un huésped inoportuno en la vida del ambateño Mauro Pérez. Le provocó períodos depresivos, por lo que recibió atención profesional.

La localización de Giovanna Pérez, la mayor de sus dos descendientes, representa el mayor objetivo de su existencia. Anhelo que hasta ahora no se ha hecho realidad. Le falta una pieza.

Este 4 de diciembre de 2020 se cumplieron 10 años de la desaparición. Aquel día la joven de 19 años salió al cine con un muchacho a quien conoció el día anterior en una fiesta.

“Pegamos afiches en Ambato y en otros cantones (de la provincia de Tungurahua). Así nos hemos mantenido en esta década. Es duro vivir todos los días sin tener a la hija de uno”, comenta con pesar.

Familiares de Giovanna Pérez han realizado plantones ante su desaparición.CORTESÍA

Según Mauro, desde que denunciaron que Giovanna se extravió, 17 fiscales han sido parte del caso y “no hay respuestas concretas”. Su paradero sigue siendo un misterio que duele.

Mauro asegura que los compañeros de universidad de su hija no conocían al sujeto con el que fue vista por última vez. Nunca fue detenido como parte de las investigaciones. Actualmente no saben nada de él.

La desesperación hizo efecto en él. “Yo sufro de depresión y tuve que ir al hospital, los médicos me salvaron”, refiere.

5 años sin el ñaño

Pilar Cauja también experimenta una situación dolorosa igual a la de Mauro, pues Wilson, el tercero de sus hermanos, desapareció desde el 19 de octubre de 2015. En esa época el ciudadano tenía 47 años.

Ese día él estaba sentado cerca del negocio de su madre en el sector del Cristo del Consuelo, al suroeste de Guayaquil. Y en un descuido se fue sin que nadie se percatara.

A la madre de Wilson se le vienen los recuerdos de su hijo al ver sus pertenencias en la habitación donde dormía.Freddy Rodriguez / EXTRA

Wilson padece esquizofrenia, pero en sus primeros años de vida la enfermedad le afectó en menor proporción, por lo que era capaz de hacer diligencias solo y retornar. Luego llegó a un punto en el que solía desorientarse. Esto provocó que una vez se extraviara durante seis meses. Lo encontraron en el balneario de Salinas, cerca de una estación de buses.

En su última desaparición, la familia pensó que no tardarían en hallarlo. Los vecinos les dieron una mano con la búsqueda, pero aún no se cristaliza el anhelo de verlo cruzar por la puerta de la casa.

En ocasiones la Policía les envía fotos de personas encontradas para ver si se trata de Wilson, pero Pilar y su ‘viejita’ se dan cuenta que no es él. A la adulta mayor le extrajeron muestras genéticas para cotejarlas con cadáveres no reclamados en el Laboratorio de Criminalística, pero no han sido compatibles con ella.

Además, tres fiscales y varios agentes han manejado el caso, algo que ha demorado el proceso investigativo, comenta Pilar.

“Mi mamá es la que más sufre, ella muchas veces se queda con la mirada perdida, se le vienen los recuerdos de mi hermano y empieza a llorar”, relata.

Pilar desea que a su progenitora le den asistencia psicológica para asimilar las circunstancias. Mauro y su familia sí recibieron ayuda de este tipo hasta hace poco más de tres años, pero ya no cuentan con dicha atención, según él.

Se vieron luego de 25 años

El pasado 16 de julio, Daysi Guagua volvió a ver a su padre en Guayaquil luego de 25 años. El último dato que la parentela supo del progenitor es que andaba por la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas.

Uno de sus hijos notificó la novedad a la Policía siete días antes de la reaparición y agentes especializados indagaron su ubicación. Estaba en el recinto Maluco del cantón Pedernales, provincia de Manabí. Él desapareció voluntariamente el 1 de enero de 1995.

El 16 de julio un hombre se volvió a ver con sus hijos luego de 25 años.CORTESÍA

Trabas del proceso

Libia Rueda, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en el Ecuador (Asfadec), puntualiza que hay aspectos a corregir para que los casos sean investigados ágilmente. Uno de ellos es que los fiscales no tarden en citar a los familiares para ampliar la versión de la denuncia. “En esa ampliación pueden estar los indicios de dónde está el desaparecido”, recalca.

Añade que en Asfadec le ha tocado ver situaciones en que dicha convocatoria demora hasta seis meses luego de una denuncia.

Considera que las fotografías de los ciudadanos con paradero incierto deben ser más difundidas, tanto por la Policía como por los medios de comunicación.

En su criterio, en la resolución de casos también influye negativamente no tener a funcionarios capacitados en este ámbito y el cambio frecuente de policías y fiscales.

La terapia es importante

La psicóloga clínica Jenny Alvarado Pozo, presidenta del Colegio de Psicólogos Educativos del Guayas, refiere que los parientes de ciudadanos desaparecidos suelen padecer angustia y ansiedad por desconocer qué pudo haber pasado con su ser querido. Esa duda los atormenta mentalmente.

“Estas personas necesitan un tratamiento para poder ayudarles a enfrentar la posible noticia de lo que haya sucedido con su familiar. Deben clarificar qué manifestaciones emocionales tendrían y cómo prepararse ante ello”, explica.

Acota que, si bien las familias siempre esperan que los suyos estén vivos, deben tener presente que mientras más tiempo transcurra sin que sean localizados, es menos probable tal deseo.

En el caso de quienes sí logran reencontrarse con sus familiares y vuelven a residir juntos, Alvarado menciona que la convivencia puede ser difícil, ya que la persona que estuvo ausente pudo haber adquirido costumbres y formas de pensar distintas. O si es encontrada en un hospital, sus familias continúan con el dolor, ya no por la ausencia sino por su condición.

Si la desaparición fue voluntaria y después se produce un reencuentro, puede haber cuestionamientos familiares por dicho alejamiento. Esto podría ocasionar un nuevo distanciamiento. Y por eso el acompañamiento psicológico es vital, cita Alvarado.