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Los perros mendigos de la vía Pujilí-Zumbahua
Más del 90 % de canes tienen casas, pero salen a la carretera donde los alimentan con pan, croquetas... “Son golosinas”, dice una moradora. Tienen un modus operandi.
Se adaptaron dóciles a las cunetas de una carretera fría y usualmente nublada. Algunos son temerosos, otros más atrevidos. Si un vehículo se detiene, levantan los hocicos. Mirada perpleja. Y caminan hacia la mano que les ofrece un trocito de pan. Los más viejos, con los colmillos consumidos por la edad y pelaje mugriento, se lo tragan de un bocado. Los más jóvenes, que dejan cuidadosamente los pastizales y las barras metálicas, olfatean. Luego mastican con ansiedad, recelo, hambre. Desesperados.
Estos ‘falsos’ mendigos han hecho de la vía que conecta Pujilí con Zumbahua, en Cotopaxi, una base de operaciones. 52,1 kilómetros. Y EXTRA los recorrió para conocer qué hay detrás de este fenómeno en el que los perros -contamos hasta 120- son los protagonistas.
“El medioambiente es salud”, dice un letrero verde que adorna esta vía. Corre una ventisca helada. Los carros, buses, camiones van y vienen. Y en los extremos del pavimento, antes de la localidad de Casa Quemada, descansa una perrita café, sumisa pero no tanto, huesuda pero no tanto, cansada pero no tanto... Relaja las orejas y corre hacia un carro que ha detenido su marcha. Le lanzan migajas de algo. Se van. Y ella se queda.
Quizás tenga dueño -quién sabe-, pero el lugar donde se encuentra ahora no está próximo a una casa, a un puesto de venta de gasolina (no hay estaciones cercanas), a una escuela... Y no es la única en esas condiciones. La vía tiene más perros que kilómetros y muchos se encuentran en estado deplorable. Hambrientos, mojados, negros, blancos, ojos azules, patas cortas, pelados, lanudos.
Tenencia responsable
En las comunidades que flanquean la carretera -que conduce a la laguna del Quilotoa, un importante atractivo turístico- no se menciona la tenencia responsable de mascotas. Menos lo que reza Génesis en la Biblia: “Entonces Dios dijo: ‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza, y que tenga autoridad sobre los peces del mar, los animales voladores y los animales domésticos’...”.
Aquí los perros van sueltos. ¿Será porque sus dueños no los alimentan bien? ¿Los dejan ‘libres’ sin ningún cuidado (collares o cerramientos)? ¿O se (mal) acostumbraron a recibir comida de los turistas?
Cristian Ávalos, de 37 años, viajó hace dos meses al Quilotoa desde Quito. Le llamó la atención al ver a tantos perritos en las cunetas. “Algunos están en mal estado”, dice. Y se comprometió con volver para alimentarlos. El lunes 7 de marzo lo encontramos sirviéndoles croquetas y sopa -que le costaron 40 dólares- a dos sucios lanudos.
“Ya he escuchado de otras personas que les botan comida. Sería bueno un refugio”, espeta. Pero estos ‘firulais’ no son tan pobrecitos como parecen.
El 90 % de los canes que deambulan por aquella vía tienen casas -dice Herminia Yánez, directora de la fundación Peluditos de Pujilí y Saquisilí-, y solo el 10 % fueron abandonados. Para el veterinario y zootecnista Arturo Caviedes, consultado por este Diario, hay un nombre para dicha problemática: “Mendicidad canina”. ¡Sí, hay perros mendigos!
- “Los carros botan golosinas, pan, todo el día (sic)”, suelta María Toaquiza, una moradora de Casa Quemada. Dice que desde la pandemia se agudizó este fenómeno y cuenta el modus operandi de estos ‘falsos callejeros’. ¡Es inverosímil!
María detalla que los perros salen todas las mañanas. Y cuando cae la noche, regresan. Mayra Cusco, una joven habitante de Zumbahua, ahonda en los detalles e, incluso, fija horas: a las 07:00 ya están en la carretera y a las 18:00 vuelven a casa.
No es que no los alimentan, defiende Cusco, sino que no les gusta la “sopa de arrocillo” que les dan. Por eso piden, ruegan, que no les den de comer. Caviedes, el veterinario, explica que todo esto se trata de un condicionamiento animal. “Y funciona así: saben dónde van a tener recompensa. Si un carro se detiene cerca es para darles comida... Es más común de lo que crees”.
Hay dos factores para que se produzca, según el experto. Propietarios irresponsables, sobre todo en zonas rurales o barrios populares. Y gremios animalistas que los alimentan, pero solo causan un problema de salud pública. Endurecen el fenómeno.
Los perritos, al estar en la vía, también corren peligro. Durante el recorrido no vimos ninguno atropellado, pero sí varios que caminan lento y se ubican justo por donde pasan los carros. Amable Latacunga, conductor de una camioneta de la Compañía Zumbahua, y otros colegas insisten en dicha costumbre y aseguran que sí se han visto a canes arrollados. No solo eso.
Hay datos de que en enero de 2022, al menos 15 perros fueron envenenados y junto a sus cuerpos hallaron croquetas. Yánez, la directora de la fundación, afirma que hubo otros dos casos más, con menos muertes.
Ella manifiesta que desde Peluditos de Pujilí y Saquisilí han rescatado a estos animalitos, sobre todo los que están en pésimas condiciones, atropellados, para llevarlos al refugio. En los últimos tres años han sido alrededor de 200. Su único objetivo es darles una segunda oportunidad, pero Yánez cuenta que incluso eso se vuelve complicado cuando los comuneros arremeten contra ellos. Una vez fueron a retirar a la fuerza a un perro que había sido rescatado de esa vía sinuosa y helada.
En la tarde-noche, cuando cae la neblina y el frío cala los huesos, muchas de las mascotas que antes caminaban por las cunetas han desaparecido. Algunas se han agazapado entre la maleza. Va oscureciendo y saben que el día ha terminado y que al siguiente, cuando salga el sol, será momento para nuevamente mendigar un trocito de pan.
Salen por la necesidad
Herminia Yánez, directora de Peluditos de Pujilí y Saquisilí -o también llamada Fundación Ecuatoriana de Bienestar Animal-, dice que “es lamentable que tengamos autoridades que no han hecho absolutamente nada, ha sido un quemeimportismo total” respecto a la problemática de los perritos que se apuestan en la vía.
Asegura también que la ciudadanía se ha mostrado indiferente, ya que han tratado de llevar campañas de esterilización, concienciación, “pero es sumamente complicado cambiarles la forma de pensar”.
Por ahora, Yánez detalla que piden ayuda para costear el alimento para los canes. Hay donaciones de carne de la empresa Santa María, afirma. Además, temen no tener recursos para solventar casos graves o de madres y cachorros que necesitan vacunas, etc.
Sobre el pedido de los pobladores de las comunidades para que ya no los alimenten, la directora dice: “Aceptamos, pero que ellos los mantengan con comida. Hay casos en los que los perros no tienen agua ni alimento. Y por eso tienen la necesidad de salir a buscar”.