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¡Peluqueros antivirus!
Se blindan para atender a los ‘chinchosos’ en la ‘nueva normalidad’.
Parecen funcionarios con trajes de bioseguridad que se alistan para recoger cadáveres con coronavirus; sin embargo, solo son jóvenes peluqueros que se protegen para atender a sus clientes.
Desde el pasado 3 de junio, con el cambio de semáforo en la capital, las peluquerías y los centros de estética retomaron sus actividades.
Barber Class es una de ellas. Las medidas de atención en esta barbería, ubicada en La Floresta, centro de la capital, son diferentes a las que se aplicaban antes de la cuarentena.
Yermy Valero abre el local a las 07:30. Desinfecta el lugar por más de 15 minutos, coloca una bandeja afuera para que las personas limpien la planta de sus zapatos y saca un asiento de madera cubierto con plástico para que esperen los acompañantes del cliente.
Luego, el joven venezolano se pone el traje de bioseguridad, doble mascarilla, guantes y un protector facial. Solo así puede atender a los usuarios en este negocio.
A las 08:00 llega Pedro Auncansela, quien la noche anterior llamó al local para reservar una cita. Antes de ingresar, el usuario desinfecta sus zapatos y Valero le mide la temperatura con una pistola láser.
Después el peluquero desinfecta las manos del usuario con alcohol y le entrega un traje de protección desechable. También limpia las máquinas y accesorios que va a utilizar.
Auncansela se siente seguro con los protocolos que implementaron en el negocio. El hombre, de 30 años, tiene miedo de ‘peluquearse’ en otro lugar. “Ya son casi tres meses que no me corto el pelo”, comentó.
Al terminar el trabajo, el peluquero desecha sus guantes y el traje del usuario. Luego desinfecta el local por otros 15 minutos. “Solo atendemos a una persona cada hora”, dijo.
A DÓLAR EL CORTE
Los gabinetes de belleza también volvieron a abrir sus puertas desde la semana pasada. Uno de los locales ubicado en la calle Montúfar, en el Centro Histórico, implementó ciertas medidas para evitar el contagio del coronavirus en sus empleados y usuarios.
En el ingreso ubicaron la bandeja de desinfección de calzado y una cortina con plástico transparente para evitar que los vendedores ambulantes asomaran su cabeza para ofrecer sus productos.
La propietaria, Cecilia Andrade, compró trajes de protección a sus cuatro empleadas y decidió dormir en el segundo piso del local porque tiene miedo de contagiar a su familia.
Ya son más de siete días que la mujer no regresa a su casa porque espera reunir dinero para estabilizar su economía y pagar deudas. “Solo en el arriendo del local se me van 400 dólares”, informó.
En este sitio, los cortes de cabello cuestan desde un dólar, por eso la mujer recortó la base de una botella de plástico para recibir ahí las monedas. “La llenamos de alcohol a cada rato”, recalcó.
Un vocero de la Unión de Profesionales de la Industria del Estilismo de Quito informó que de esta actividad económica dependen más de 10 mil familias en toda la ciudad. Existen 3.500 peluquerías constituidas legalmente.
Durante el tiempo que duró la etapa de aislamiento obligatorio por el virus, los dueños de los negocios recibieron capacitaciones de las empresas que les ofertan productos de belleza. En las charlas se socializaron los protocolos de seguridad que se deben aplicar en la ‘nueva normalidad’.