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¡Pasiones bizarras de clientes que buscan placer!
EXTRA entrevistó a varias chicas, quienes comentaron lo peor que los clientes les han pedido. Desde enviar ‘popó’ en taxi hasta introducir objetos.
Un grupo de mujeres, entre ecuatorianas, colombianas y venezolanas, trabaja como prepago (sexoservidoras) en el sur de la capital. Ofrecen servicios mediante una plataforma digital y utilizan hoteles en la avenida Solanda, La Ajaví y en el sector de El Calzado y La Ecuatoriana.
Son nueve y entre todas se cuidan y apoyan emocionalmente porque, según Sofi, una venezolana de 31 años, “trabajar en esto es un desgaste físico, psicológico y hasta espiritual”. Las mujeres han vivido experiencias anecdóticas, jocosas, bizarras y hasta peligrosas.
A Candy le han tocado hombres que durante el sexo le han pedido a ella que les introdujera objetos por la parte anal. “El más curioso fue cuando uno me pidió que le metiera un carrito de juguete. De esos que se coleccionan”.
Verónica, una joven de 22 años, oriunda de Santo Domingo de los Tsáchilas, recuerda que un sujeto le pagó 40 dólares porque lo viera fumar bazuco en la habitación de un hotel por más de una hora. Ni siquiera la acarició.
En otra ocasión, cuando entró a la habitación, vio al cliente con mejor lencería que la que ella llevaba puesta.
Lo perturbador
La Chanty, una colombiana, de 26 años, comenta que los hombres “quieren medirnos el pulso y hacernos incomodar”. Por eso, cuando hay un cliente que le pide cosas extrañas, ella le sube el precio.
A un hombre le cobró 90 dólares por enviarle en un taxi su ‘popó’ con notitas de amor envueltas en una funda y papel manila.
Ella no le creía al cliente hasta que este le depositó la mitad del dinero. Recuerda que se demoró una hora en el baño hasta reunir todo el ‘material’ en una funda ziploc, que fue lo que solicitó el sujeto. Mientras se aguantaba las ganas de vomitar, escribía con letra imprenta “y con corazoncitos en las ies”, notitas de amor en pedazos de papel.
Luego pidió un taxi por una aplicación y envió la encomienda bizarra a la avenida de Los Tulipanes, en el norte de Quito.
Pero eso no es todo, la joven, quien también estudia enfermería en un instituto, dice que el hombre la llamó para agradecerle por sus servicios. “No sé por qué me comentó que estaba deliciosa...”.
Una vez, un cliente le pidió que le hiciera ‘pipí’ en la cara antes de tener relaciones sexuales y, según ella, luego de la experiencia anterior se le hizo más fácil.
Crean un personaje
Activista en Derechos Humanos
Lizbeth Altamirano, activista en Derechos Humanos y experta en violencia de género, explica que cuando existe una relación íntima en el marco de la prostitución, las mujeres se visualizan como un objeto por el valor económico que reciben a cambio de sus servicios sexuales. “No disfrutan el encuentro ni con placer ni con conexiones emocionales”.
La experta añade que al existir roles de poder, en el que el cliente ‘puede hacer lo que quiera’ con ‘su objeto’, aparecen prácticas perversas que los ‘adornan’ como fetiches. Según ella, más allá de ser fantasías sexuales responden a trastornos mentales.
Altamirano puntualiza que por eso las trabajadoras crean un personaje en su mente para cada cliente. “Moldean su personalidad para ser extrovertidas, agresivas, fetichistas...”
‘La Chanty’ reconoce que se ha acostumbrado al dinero que le da este oficio, pese a que estudia una carrera y que en el futuro quiere salir del trabajo sexual. Afirma que a diario puede hacerse de 100 a 200 dólares. En un mes puede ganar cinco ‘lucas’.