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La mayor nómina de trabajadores la integran madres de familia.Alex Lima / EXTRA

'Paran' la olla gracias al plástico

La manipulación del material listo para reciclar genera empleos en la cooperativa Horizontes del Guerrero, noroeste de Guayaquil.

pacas de botellas de plástico y enormes sacos de yute ocupan parte de la angosta y polvorienta calle que conecta a las manzanas 1.099 y 1.100 de la cooperativa Horizontes del Guerrero, en el sector Nueva Prosperina, noroeste de Guayaquil.

Antes que incomodidad, los bultos representan para los moradores un incentivo, pues saben que ese día tendrán la oportunidad de ‘parar la olla’. Las emociones crecen cuando a ese sector marginal llegan furgones y camiones cargados con envases del material compactado.

Y es que, al menos en esas dos manzanas, es como “buscar una aguja en un pajar” a un morador con trabajo estable o que no haya sido despedido a raíz de la pandemia.

Aquella situación motiva a que la mayoría de los habitantes se dedique a la manipulación del plástico, que consiste en retirar las etiquetas, clasificar las botellas por color y armar las pacas, que posteriormente son colocadas en camiones, cuyo destino es la industria nacional y del extranjero.

Por lo general, el trabajo lo realizan entre miembros de una familia.Alex Lima / EXTRA

Son $ 15 que reciben por cada bulto de 150 kilos, que por lo regular arman entre uno y dos al día.

Fernando Vivas y su esposa Noemí Patiño tienen como consigna alistar al menos tres pacas, lo que implica trabajar hasta la noche.

“Tenemos dos hijos pequeños que mantener, hay deudas, y aquí hay la oportunidad de laborar todos los días”, expresa Fernando, quien también se da un tiempo para dedicarse al comercio informal de frutas y verduras.

El oficio del plástico no margina a nadie de la zona, pues pueden hacerlo en familia; incluso, los chicos tienen la oportunidad de ganarse unos cuantos dólares en sus tiempos libres, a través del ordenamiento de los bultos en los automotores.

Después de perder hace dos años su trabajo como obrera en una fábrica de ropa, Yadira Hurtado considera que encontró en la manipulación del plástico la labor ideal para poder llevar el sustento al hogar sin descuidar a sus tres hijos menores.

Los bultos del material son enviados a la industria nacional y extranjera.Alex Lima / EXTRA

“Me ahorro el pasaje y la alimentación, ya que no necesito salir de mi barrio. También tengo tiempo para atender a mis niños y prepararles los alimentos”, señala Yadira, sin que sus manos descuiden el ritmo de trabajo.

La demanda laboral en el sitio es tal que en algunas viviendas se han acondicionado espacios para poder trabajar, como por ejemplo los patios y portales.

Es el caso de José Ganchozo, quien luego de que lo despidieron como jardinero, bajo el argumento de la pandemia, decidió ocupar parte del ingreso de su casa para ayudar a su esposa Alexandra Benítez en la tarea.

“Nos pusimos como reto armar de dos a tres bultos. Por eso estamos ‘full’ desde muy temprano”, manifiesta José.

El movimiento también es intenso en la casa de al frente. Las protagonistas son su madre Mercedes Ganchozo, su hermana Imelda y su sobrina, quienes aceleran el ritmo para terminar una paca.

“Trabajaba en una lavandería y hace dos años me despidieron. Desde entonces no consigo un trabajo estable, seguro es por mi edad. Aquí gano según lo que produzca, por eso trato de esforzarme al máximo”, manifiesta Mercedes, quien está por cumplir medio siglo de vida.

Igual experiencia es la que vive Carolina Ortega, quien no se imaginó que encontraría trabajo en el sitio al que llegó hace un año. A sus 54 años le ha sido complicado obtener un empleo.

“Aquí encontré oficio. Es una oportunidad para demostrar que soy útil”, comenta la mujer mientras apila el plástico con la ayuda sus dos hijos menores.

Uno de los gestores de estas fuentes de trabajo es Joffre Conforme, un manabita que llegó con su familia a la Nueva Prosperina hace dos décadas.

Recuerda que hace 9 años se presentó la oportunidad de trabajar en la manipulación del plástico.

Ante el aumento de la labor, Joffre solicitó el apoyo de vecinos desempleados.

“La necesidad de trabajar obligó a que lleguen más moradores a pedir un espacio. Lo bueno es que hay ayuda para todos”, expresa Joffre, mientras inspecciona que la carga salga completa hacia las industrias.

Indica que el material reciclado proviene de varias partes del país, “acá lo que hacemos es dejarlo listo para la industria”.

Recuerda que antes de la pandemia del COVID-19 laboraban más de 100 vecinos. Cuando retomaron las actividades, en mayo pasado, lo hicieron con unos 40, cifra que crece paulatinamente.

“Aunque parezca raro, aquí no se ha presentado ningún caso de coronavirus, incluso han venido las autoridades sanitarias a confirmarlo. Seguro es porque mantenemos el distanciamiento social y la mayoría usa la mascarilla”, destaca el dirigente.

Las actividades en ese punto de la Nueva Prosperina empiezan a las 06:00 hasta 21:00, de lunes a sábado. Los domingos por lo regular es hasta la tarde.

Joffre aclara que los habitantes establecen los horarios y los días para trabajar.

“Acá no imponemos un horario a las personas; más bien les damos las facilidades para que atiendan a sus familiares. Son ellos los que se ponen las metas”, expresa.

Mi esposo es taxista informal y apenas le alcanza para la comida. Complementamos los ingresos a través de la manipulación del plástico”.Angélica García, trabajadora

Además de crear fuentes de trabajo considera que la actividad es una manera de fomentar el reciclaje en las ciudades. “Incluso, Guayaquil no gastaría cientos de millones de dólares al año por recolección de toneladas de basura”, considera.