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Paramédicos: ‘Ángeles’ en el fuego cruzado
La preparación de los efectivos de los Bomberos y de la Cruz Roja fue bajo el contexto de una guerra. Ellos aprendieron intervenciones tácticas para poder sacar a los heridos y ponerlos a buen resguardo.
Médico, médico” son las palabras que todavía resuenan en la mente de los voluntarios de la Cruz Roja y de los Bomberos de la capital. Ellos estuvieron en medio del ‘fuego cruzado’ entre manifestantes y fuerza pública durante los 18 días del paro nacional convocado por organizaciones indígenas.
Al escuchar las palabras ‘mágicas’ sabían que una persona estaba en peligro. Sentían incertidumbre, preocupación y miedo. La adrenalina se apoderaba de su cuerpo, pero se imponían un solo objetivo: salvar vidas humanas.
Fueron testigos de la violencia desmedida que se vivió durante las manifestaciones que se iniciaron el 13 de junio.
Vieron a protestantes fallecer, atendieron a niños y a ancianos asfixiados, evacuaron a personas que estuvieron a punto de morir, curaron heridas de perdigones, trasladaron medicinas...
Aún así, no se descuidaron de las labores de emergencia que no tenían que ver con las manifestaciones y, por si fuera poco, estuvieron expuestos a los piedrazos, a los proyectiles, al gas lacrimógeno, a los insultos, a la indiferencia, a la muerte.
Katherine Vaca es paramédico del Cuerpo de Bomberos y comenta que cada día era como sentirse en un conflicto bélico.
Dice que llovían las bombas, los piedrazos, se escuchaban detonaciones. Había gente pidiendo auxilio, otros se desmayaban, sangraban, lloraban (ver infografía).
La mujer, de 28 años, recuerda que uno de los momentos más peligrosos fue cuando quiso salvar a una pareja de ancianos que se estaban ahogando por el gas y que fueron impactados por rocas.
Sucedió la tarde del 27 de junio, días antes de que el Gobierno y el movimiento indígena se sentaran en una mesa para resolver los problemas.
Vaca y su equipo se acercaron a los adultos mayores que estaban tirados en la avenida 12 de Octubre, en el centro norte de la ciudad. No podían respirar con facilidad y los rodearon para ayudarlos.
El bando de los manifestantes se empezó a alejar. La mujer se percató que vehículos antimotines se acercaban a ellos lanzando agua a presión. Ella se levantó, alzó las manos como señal de paz. Gritaba, pero la máscara de gas impedía que la escucharan.
En ese momento le cayeron piedras y palos arrojados por los manifestantes y casi termina con un brazo roto. Pero eso no fue impedimento para que la mujer siga ayudando a las víctimas.
Más tarde, en el parque de El Arbolito, la paramédico atendió a un joven al que le partieron el maxilar de un piedrazo y tenía los dientes destrozados. “Lo estabilizamos, le dimos analgésico y continuó en las manifestaciones”.
En la ‘trinchera’
El bombero Diego Valencia explica que el entrenamiento que tuvieron antes de las protestas se enfocó en intervenciones tácticas. Es decir, fueron preparados para la ‘guerra’.
Su misión en el paro era llegar al punto en donde estaba el paciente y atenderlo por más obstáculos que tengan, e independientemente del bando al que pertenecía.
Le brindaban la atención básica y si la persona tenía heridas que comprometían su vida la evacuaban a un lugar seguro donde había ambulancias listas para llevarla a una casa de salud.
En una de sus intervenciones casi terminan linchados. Tenían que trasladar de urgencia a un miembro de la Unidad de Mantenimiento y Orden (UMO) de una calle cerca de la Contraloría porque corría riesgo de morir desangrado. Un volador explotó en su pierna derecha rompiendo las protecciones y lastimando una de las arterias principales. “Hicimos un torniquete e intentamos evacuar, pero los manifestantes nos cayeron a piedrazos”, comenta.
Pero no solo ayudaron a los heridos de las manifestaciones. Las emergencias por otras causas también se complicaron.
Valencia recuerda que tuvo que trasladarse en helicóptero desde la capital hasta la estación de Guayllabamba, al norte de la capital, para ayudar a una joven embarazada. Las carreteras para llegar a esta parroquia estaban obstaculizadas y la mujer, de 18 años, corría el riesgo de perder al bebé. El bombero fue hasta allá, la estabilizó y luego la regresaron a la capital para que dé a luz en el Hospital IESS Quito Sur.
Uno de los equipos que lideró Valencia estuvo en la atención de Henry Quezada, manifestante que murió tras recibir impactos de perdigones. “Cuando lo tratamos ya estaba muerto, pero no podíamos decirlo porque la gente se iba en contra de nosotros”, confiesa.
Negociando con manifestantes
Pero los Bomberos no fueron los únicos que arriesgaron sus vidas para salvar la de otros. Voluntarios de la Cruz Roja también vivieron la ‘guerra’ en carne propia.
Byron Pereira, coordinador del área de gestión de riesgo de la entidad, señala que ellos tuvieron tres misiones en el contexto del paro: atención prehospitalaria, apoyo psicosocial y restablecimiento de contacto familiar.
Tenían equipos de respuesta a pie y en ambulancia conformados por tecnólogos en emergencia, médicos y psicólogos.
Durante sus intervenciones, en ocasiones tuvieron problemas con manifestantes que no creían que pertenecían a la Cruz Roja. El 21 de junio, cuando pretendían sacar a una persona que se estaba asfixiando en la embajada de Egipto por una bomba lacrimógena que cayó dentro del edificio, los protestantes casi impiden su traslado a un hospital.
Según Pereira, los manifestantes no creían que eran voluntarios, porque estaban equipados como en una película de Hollywood y pensaban que llevaban insumos para los policías.
Ante esta situación, la paramédico Andrea Alarcón explica que tienen un protocolo a seguir. Lo primero es la diplomacia humanitaria, que consiste en hablar con los líderes de cada ‘bando’ para explicarles cuál es su función dentro de las manifestaciones.
En casos de que no permitan el paso, Alarcón comenta que deben identificarse con sus uniformes, credenciales y documentos personales. Además, si van en una ambulancia “abrimos las puertas para que revisen lo que hay dentro y no desconfíen”.
La mujer, de 28 años, recuerda que una de las misiones más difíciles que tuvo fue trasladar componentes sanguíneos desde la capital hasta de Riobamba. Tuvo que pasar por 30 controles de manifestantes que obstaculizaban la vía. Su mejor arma para pasar era el diálogo. En ocasiones casi fue golpeada.
Fueron los vehículos todo terreno los que les permitieron pasar la mayoría de controles, pero en uno no pudieron porque había un tronco gigante. Se dieron la vuelta por una comunidad rural para volver nuevamente a la ruta.
Byron Pereira
Ahora, el Cuerpo de Bomberos y los voluntarios de la Cruz Roja han vuelto a su normalidad: atención de accidentes de tránsito, rescate de personas caídas, control de incendios, traslado de insumos médicos, derivación de pacientes. Sin embargo, dicen que todavía recordarán el paro mientras no se vaya ese recuerdo que ‘grita’ en su mente: “Médico, Médico”.