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Familiares no descartaron presentar una denuncia en la Fiscalía por el doble crimen.Evelyn Centeno

¡Sin papeles para sepultar al hijo!

Uno de los hermanos asesinados en Pedernales no tenía documento de identidad. Progenitor debe registrarlo, ya muerto, para el trámite del sepelio

En medio del dolor por los asesinatos de los hermanos Santo Agapito y Carlos Armando Salazar Barre, registrado en Pedernales, provincia de Manabí, los familiares enfrentaban otra contrariedad: no pudieron retirar de la morgue de Santo Domingo el cadáver de uno de ellos porque no estaba registrado, no tenían documentos de identidad de él.

Santo Agapito Salazar no existía, al menos legalmente, y sus deudos no podían tramitar su acta de defunción.

Su padre, Carlos Salazar, reconoció que no lo inscribió y por eso él no contaba con su documentación de ciudadanía.

Esto prolongó el sufrimiento de sus familiares que esperaban llevar los cadáveres al sector de Surrones. Solo pudieron retirar los restos de Carlos, la tarde del martes 11 de agosto de 2020.

Santo Agapito no fue inscrito y no tenía documentos de identidad.Evelyn Centeno

Para que les entreguen el cuerpo de Santo su progenitor deberá inscribirlo en el Registro Civil y posteriormente tramitar su defunción. Esperaban hacer el registro en las próximas horas para poder darle sepultura a ambos.

ATAQUE

Los asesinatos de sus hijos tenían desconcertado a Salazar. “Eran muchachos buenos, no se metían con nadie. Estaban cerquita de llegar a la casa y me los mataron”, dijo el entristecido hombre por la pérdida de sus dos hijos varones. “Solo me quedan mis tres hijas”, acotó.

Según el progenitor, a eso de las 19:00 del lunes 10 de agosto de 2020 escuchó tres disparos cerca de su casa, en el sector Surrones, kilómetro 11 de la vía Pedernales-Cojimíes. Como sus hijos no llegaban, él salió a ver qué pasaba.

En el camino vio a sus vástagos, de 38 y 36 años ensangrentados. El menor de ellos había fallecido, mientras que el otro pereció en el hospital móvil de Pedernales una hora más tarde, según explicó una de sus primas.

En la escena del doble crimen aún sonaba un parlantito portátil que ellos cargaban para escuchar música y también tenía manchas de sangre, contó el afligido padre.

El progenitor recalcó que sus hijos eran jornaleros humildes, que lo único que les gustaban era el “guanchaco”, que no tenían compromisos ni hijos y vivían con él. (EC)