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Papá de migrante desaparecida vivió drama similar hace 20 años: ¡Coyoteros lo abandonaron!
"No te vayas, mija", le había dicho el hombre, advirtiendo los riesgos de tan peligroso viaje por la frontera entre México y Estados Unidos.
Jesús Tapia Garzón lo sabía. Lo había vivido. Lo sufrió en carne propia y por eso, quizá solo por eso, más allá del pesar de alejarse de su querida hija Johanna, no quería que ella se embarque en ese viaje de terror.
El 16 de marzo pasado, a las 15:00, le dio la bendición. Fue la última vez que la vio. No podía detener a su hija en su ilusión por llegar a Estados Unidos, encontrarse con su novio, trabajar y hacer algo de dinero para ayudarlos.
Jesús no quiere hablar del tema. A su hija Concepción le pregunta por Johanna. Que si ya saben algo de ella, que si tienen alguna noticia. Le duele lo sucedido.
“Mi papi le aconsejó que no se vaya, que es feo, que allá le tocaba caminar y tomar las trocas (en los estados fronterizos de México y Estados Unidos se usa esta palabra para referirse a las camionetas)”, recuerda Concepción.
En 2001, Jesús hizo una travesía similar y por eso sabía que el viaje es terrible. Más aún para una mujer.
Para entonces él tenía 41 años (hoy, 61). Se sentía fuerte y listo como para hacer esa travesía sin problemas. Pero no fue así. En medio camino, en su paso por una zona desértica, ‘matado por el sol’, simplemente el coyotero lo dejó botado. A él y a varios más.
Tuvo que caminar por días y avanzar como pudieran. En su camino iban encontrando “cosas que prefiere no contar”, dice su hija Concepción. A Johanna tampoco se lo contó, para no infundirle miedo. Solo le hizo advertencias. Una vez y otra y varias veces más.
Jesús Tapia cuenta que él logró llegar a la frontera y pudo cruzar a Estados Unidos. En ese país permaneció 16 años, trabajando y ayudando desde allá a su familia, hasta que enfermó y decidió regresar a Ecuador.
Hoy, en el caso de su hija, él aún guarda la esperanza de que esté viva. “Mi papi no quería que le pase nada a Johanna, por eso le advirtió que no se vaya”, relata Concepción en su casa, en el Guasmo Sur de Guayaquil, donde además de un altar entre santos, velas y la foto de Johanna, resaltan, entre la sala y el comedor, 20 cuadros de todo tamaño, 18 de ellos imágenes religiosas que confirman la fe de una familia cuya paz se rompió... Todo por un ‘sueño’ que se ha vuelto pesadilla.