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Wimper lleva el mensaje de Dios por las Malvinas, Guasmo y la Reinaldo Quiñóñez.Miky Rodríguez

De pandillero a pastor: la transformación de Wimper en las calles de Guayaquil

Ahora predica en sectores calientes de Guayaquil, es un pastor con mucha calle

Wimper Wilfrido Sánchez Pérez reconoce que su juventud fue un caos y que vivió como un “diablo” en los años 90, como se dice en las calles.

Asegura que está vivo porque Dios tenía un propósito para su vida. Pasó de ser un pandillero en el sur de Guayaquil a convertirse en pastor de jóvenes. Sobre su vida en las pandillas, admite: “Hice de todo lo que se puede imaginar al margen de la ley”.

Así cambió su vida

Actualmente predica en sectores ‘calientes’ como Las Malvinas, Guasmo y la cooperativa Reinaldo Quiñónez, donde conversó con EXTRA.

Wimper tiene 43 años y cuando tenía 12 empezó en las pandillas. Formó parte de grupos como La People, Los Contra 126 de Las Malvinas, La Colección, la banda de Casa Grande, La banda de Wacho, Los Peters, Los Androides y Renegados.

En tercer año del colegio Monte Sinaí, creó su propia pandilla: Los Terribles 10, integrada solo por los “top de la maldad”, como él mismo los describe.

Su apodo era ‘Lagarto’, y su estilo característico incluía un mechón que le colgaba sobre la frente.

La iglesia está ubicada en la Coopertiva Reinaldo Quiñónez.Jerson Ruiz

UN SUEÑO QUE CAMBIÓ SU DESTINO

Una noche, antes de realizar un atraco, tuvo un sueño premonitorio: sería su última fechoría y lo matarían. Esa visión marcó un antes y un después en su vida.

En 2000, decidió acercarse a la iglesia. Cambiar su flow y estilo de vida no fue fácil: abandonar la vestimenta de pandillero, el alcohol, las drogas y, por supuesto, su famoso mechón, fue un proceso largo y desafiante.

Hoy, Wimper forma parte de la Misión Evangélica Oseas 2.15 Puerta de Esperanza del Ecuador, donde trabaja como pastor junto a su esposa Rosalía y su hijo de 11 años.

“Las cosas como son: yo era un delincuente estudiantil. A la salida de clases sacábamos las armas que llevábamos en las mochilas, nos quitábamos la camisa del colegio y comenzábamos a delinquir en la avenida 25 de Julio, donde ahora está el Mall del Sur”, recuerda.

UNA NUEVA MISIÓN

Cuando se le pide que describa cómo era antes, sonríe y dice que su apariencia intimidaba: “Hace 25 años, Dios cambió mi vida. Tuve una experiencia personal con Jesucristo y eso fue lo que me transformó. Yo tenía un dicho: ‘El que se aferra a la vida morirá y el que se arriesga a la muerte vivirá’. Qué equivocado estaba”.

[MISSING]binding.image.descriptionJerson Ruiz

Su vida cambió cuando tuvo una visión mientras planificaba un asalto y secuestro en un bus. “Me vi corriendo por un parque. Una persona me disparaba tres veces en la cabeza con una 9 milímetros, y caí al suelo en un charco de sangre. No fue algo que imaginé, lo vi claramente, como si tuviera un celular frente a mis ojos. Ahí entendí que Dios me estaba salvando”.

Desde entonces, entendió que su misión era volver a las calles, pero con un propósito diferente: llevar la palabra de Dios.

UN PASTOR CON CALLE

Wimper está consciente de que las pandillas han cambiado, ahora son organizaciones delictivas más estructuradas.

Aunque admite que como humano puede sentir temor, asegura que su fe en Dios lo fortalece: “Cuando confiamos en Dios, el perfecto amor echa fuera el temor. El miedo ya no es parte de mi vida, porque me he adaptado a este ambiente. No importa cuán peligroso sea el lugar, confío en que Dios me protegerá”.

Sin embargo, reconoce los desafíos de predicar en sectores peligrosos como la cooperativa Reinaldo Quiñónez: “Aquí no puedes pedir auxilio. No está la policía, no están los militares. Es como tierra de nadie. Uno tiene que estar callado, observando, pero venimos a predicar la palabra de Dios. Estamos en las manos de Él, y no hay forma de dudarlo. Él nos trae y Él nos saca”.

A través de EXTRA, Wimper aprovecha para dejarle un mensaje con los jóvenes:

“Los problemas que enfrentamos hoy se deben a que nos hemos alejado de Dios. Cuando nos acercamos a Él, nos restaura, nos transforma y nos convierte en agentes de cambio para la sociedad. Dios devuelve a una persona como un ciudadano nuevo, como un agente de vida”.

¿Quién iba a decir que el ‘Lagarto’ terminaría siendo un pastor?

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