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La orientación del amor
Anllel Tanús llora de alegría y agradecimiento porque su papá Charbel Tanús la educó en un hogar basado en el respeto y en el que no cabe el discrimen
El amor brota líquido y cristalino de los ojos de Anllel Tanús. Le recorre las mejillas y le empapa los labios cuando habla de su papá, Charbel Tanús, quien la crio con una visión tan cariñosa del mundo, que la hace llorar de alegría y agradecimiento.
Se nota. Apenas ve los ojos rebosados de su hija, apura su mano para limpiarle el rostro. Ella la agarra y le estampa un beso con un cariño tan genuino que contagia y que podría provocarle un suspiro incluso al más parco. Pareciera un Día del Padre eterno entre ellos.
Charbel también se emociona hasta las lágrimas con los mimos de su bebé, como le dice a pesar de que Anllel tiene 21 años. Irónicamente, los besos de su hija, esos que solo están cargados de amor, también le hicieron descubrir que en el mundo hay odios injustificados y sentimientos amargos como la discriminación. Algo que jamás le hizo notar a su hija mientras vivió con ella.
Tampoco le era relevante la orientación sexual de Anllel hasta que ella y su novia Karin Iturralde denunciaron en redes sociales, a inicios de mayo pasado, a los guardias del parque de la ciudadela Los Ceibos, en el norte de Guayaquil. Impulsados por quienes acuden al sitio, los celadores les pidieron que se retiraran por protagonizar un beso lésbico en esa zona, cuando practicaban yoga.
Charbel no dudó ni un solo segundo, días después, el 31 de mayo, en tomar un cartel en el que se leía: “Let’s go lesbians!” (¡Vamos lesbianas!) y pararse inamovible en la puerta de ingreso al parque. Ese día, ellas organizaron un evento, un ‘Besatón’, para pedir que no se discriminara más a ninguna pareja de la población diversa. Que no se discriminara a nadie en general, menos por amar.
Mientras habla de su papá, Anllel menea un café que se enfría sobre la mesa de la cocina de la casa donde está viviendo, también en el norte. Charbel ha llegado de visita y le sirve una taza de la bebida que comparten cada vez que se ven o cuando tienen algo importante de lo que hablar.
Ella, que es artista, nunca supo sobre discriminación u homofobia, porque Charbel la educó para respetar a todos sin importar sus preferencias. Nunca, hasta que fue adolescente y le tocó ver cómo a algunos de sus amigos, que empezaban a descubrir y experimentar con su sexualidad, los castigaban e insultaban porque ser homosexuales, transexuales o simplemente porque no se apegaban a la norma.
Aquellos amigos hallaban refugio en el hogar y el corazón de Charbel, que ahora tiene 70 años y el pelo blanco como el algodón. Para muchos de ellos, la figura paterna había sido sinónimo de rechazo, de críticas, de incomprensión. En cambio para Anllel, que se confiesa una mujer privilegiada, tanto Charbel como su mamá Verónica Guillén siempre significaron unión, amor y apoyo.
Ama por igual a sus progenitores, pero su papá... Anllel llora, llora de alegría, como quien ha encontrado una perla en medio de la arena. No es usual que un padre entienda tan bien y apoye con tanta vehemencia la libertad de amar.
Charbel cree que si todos los padres escucharan y orientaran a sus hijos a través del amor y no del odio, el mundo sería otro. Uno con menos suicidios, con menos depresiones, con menos tristeza. Anllel nunca tuvo que ‘salir del clóset’, porque Charbel la hizo sentir que jamás estuvo en él.
A pesar de su ascendencia libanesa, Charbel nació y creció en el centro porteño. Entre el ruido vehicular y los transeúntes apurados, el excomerciante también conoció el dolor y la humillación a la que algunos de sus vecinos sometían a los homosexuales y trans que se cruzaran en sus caminos.
“Yo crecí en un hogar sin discriminación por preferencias sexuales. Nunca me preocupó ese tema”, recuerda Charbel, cuya mano está entrelazada con la de su hija. La mira y le confiesa que el día del ‘Besatón’, él no se movió de la puerta de entrada porque temía por su seguridad y la de las decenas de personas que fueron a apoyar la iniciativa, que consistía, entre otras cosas, en darse besos.
Sintió cómo se le revolvía el estómago cuando oyó a un hombre que pasó por el lugar pedirle a otro que fotografiara a todos los que estaban en el evento, para identificarlos y mandarlos a golpear. A Charbel le cuesta recordarlo. Es ajeno a todo esto. De hecho, era la primera vez que empuñaba un cartel en un evento como este, porque nunca había tenido la necesidad de protestar contra el odio.
Aparece en todas las fotos junto a su hija y su novia Karin quien, a casi 10 mil kilómetros de distancia y a través de WhatsApp, lo describe como un hombre maravilloso. Luego del ‘Besatón’ se mudó a Holanda.
Karin conoció al padre de Anllel también entre tazas de café sobre una mesa. Tenía poco tiempo como su pareja, cuando la invitó a reunirse con él. A la artista y diseñadora gráfica, de 29 años, la sensación de extrañeza que usualmente conlleva el conocer al ‘papá de la novia’ se le esfumó tan rápido como el humo que se evaporaba sobre las tazas.
“Yo pude darme cuenta, en ese encuentro, de cuánto bien me hacía estar con el papá de la persona con la que estaba saliendo sin tener que sentir el peso de su incomodidad o una seriedad o solemnidad innecesarias. Ahí todos estábamos solo tomando café y queriéndonos y respetándonos de distintas maneras y sin hacernos lío en la mente”, escribe.
A pesar de que Karin nunca ha tenido problemas por su orientación sexual, en su hogar es un tema del que se habla poco. Le cuesta entender a su familia, sobre todo porque la mayoría de su juventud la ha pasado fuera de su natal Guayaquil.
Conocer a Charbel le hizo notar cuánta falta le hacía eso, la cercanía familiar para tratar estos temas y cuán importante es el apoyo de los seres que pululan alrededor.
Luego del incidente en el parque de Los Ceibos y denunciar lo ocurrido a través de las redes sociales, ambas acudieron a hablar con Javier Rosero, presidente del Comité de Los Ceibos, porque consideran que besarse en la vía pública no es un delito.
Él les explicó que fueron quienes ocupan el lugar, en especial los padres de familia, los que pidieron a los guardias llamarles la atención. Según el dirigente, las muestras de afecto entre enamorados o esposos las limitan solo en las áreas ocupadas por niños, sin importar si son parejas homosexuales o heterosexuales.
No obstante, las jóvenes tienen en mente solicitar al Municipio de Guayaquil la colocación de letreros que le recuerden a la población que la discriminación es un delito de odio, como lo estipula el Código Orgánico Integral Penal (COIP). Ambas reconocen tener una suerte que la mayoría de integrantes de la población de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales y más (LGBTI+) no tienen.
Anllel habla sobre las mal llamadas clínicas de deshomosexualización, sobre los asesinatos a gais y transexuales, sobre los insultos, las burlas, la falta de acceso al trabajo y todo lo que sigue padeciendo la población diversa. Quiere hacer algo para que a ninguna otra pareja la vuelvan a echar de ningún lado por demostrar cariño. “Mucha gente no tiene amor dentro de casa, y no es justo que afuera tampoco encuentren paz”, lamenta.
Charbel la escucha encantado, orgulloso, como un quinceañero que se ha enamorado por primera vez. Le dice que entre sus mejores cualidades está su fortaleza y su empatía.
Anllel se enoja cuando su papá le dice que si a él le tocara partir ya de este mundo, estaría listo porque educó bien a su hija. Sabe que la ha preparado con amor y gratitud, para pelear contra esos monstruos llenos de odio a los que le temía de niña y de los que abundan su mundo de adulta.