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Rita Baque mira fotografías suyas junto a su esposo Lúber, quien falleció durante los primeros días de la pandemia.Álex Lima

Una Navidad incompleta

Las festividades decembrinas no serán las mismas. Estarán cargadas de vacío y dolor para cuatro familias que perdieron parientes por la COVID-19

Diciembre de 2019. En ningún otro año la familia de Víctor Naranjo lo había visto tan emocionado con la decoración navideña. Arregló toda la casa, como si supiese que sería su última Navidad.

Tres meses después, en marzo de 2020, la alegría de los preparativos de la boda de su nieta, Tatiana Bravo, se marchitaron con la muerte de Víctor. A ella aún le cuesta recordarlo sin tomar aire para evitar las lágrimas. Su boda se pospuso y la pandemia se llevó a uno de sus seres queridos.

Víctor tenía 69 años y más que su abuelo, era su padre de crianza. Luchó durante varios días contra la COVID-19, una enfermedad de la cual en ese entonces no se conocía mucho.

Nueve meses después, no hay un solo día en el que no piense en su abuelito y sabe que este 25 de diciembre nada será igual.

El dolor se replica en el hogar de Rita Baque. Su historia recorrió no solo el país, sino el mundo, como la cara más visible de lo que ocurría en Guayaquil. No solo perdió a su esposo Lúber Solís, sino que peleó para encontrar su cadáver, que estuvo perdido durante cuatro meses entre otras víctimas mortales de esta pandemia.

Lúber murió en marzo y “el dolor sigue siendo el mismo”, dice Rita. Su Navidad no será la misma sin el amor de su vida. “Ya no está la persona con la que teníamos muchas formas de divertirnos, de sentirnos con alegría y entusiasmo”, recuerda.

Al mismo tiempo, Rita, a quien la nostalgia le gana a la hora de hablar del padre de sus hijos, describe a esta época como triste. Y no solo se refiere a la Navidad. “Se acerca su cumpleaños y no puedo ni siquiera ir a su tumba y decirle ‘feliz cumpleaños’. Aunque yo sé que dicen que él no lo ve, no lo escucha, pero es una forma de tener un presente con él”.

A pesar de su dolor, esta mujer de 41 años de edad asegura que aprovechará las festividades para compartir con sus padres y sus hijos. Quiere salir adelante.

Mauro Merchán junto a Génesis Merchán cuando vivía.Cortesía

Con una silla vacía

A Sebastián Sanisaca, el coronavirus le arrebató a su último abuelo vivo. Tuvo que ver partir a uno de sus seres más queridos en marzo. Prefiere no recordar esos momentos, pero cuando lo hace, todavía siente la pena de esa “repentina pérdida”, como la tilda.

Describe a su abuelo como una persona “muy activa y jovial”. Ahora, estas fechas que para los Sanisaca Vera hubieran estado llenas de alegría, son todo lo contrario.

El mes favorito de Juvenal (como se llamaba el abuelo de Sebastián) se ha visto empañado por su muerte. Sin embargo, este estudiante universitario comenta que como una forma de rendirle un homenaje, no dejará de cumplir con las tradiciones de la época, pese a que estará vacía la silla de quien “contaba historias y unía a la familia”.

Para Génesis Merchán, en cambio, no habrá Navidad. Ha pasado poco más de un mes desde la muerte de su abuelo paterno, Mauro Merchán, y no festejarán.

En su hogar, en lugar de organizar los preparativos propios de la fecha, el 16 de diciembre hacían arreglos para una misa en honor a su pariente, a quien ella consideraba el pilar de la familia. “Siempre hemos tenido ese espíritu navideño muy presente porque somos una familia muy integrada, pero este año no será así”.

Jugar al amigo secreto y cenar con todos los miembros de la familia quedará a un lado para ellos, al menos en este 2020, porque “ya nada será como antes”.