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Mayra y María lamentan la partida de Mercy Yunga y el drama que viven ahora.Karina Defas

Una familia en Quito vive un verdadero drama: con mote calman el hambre

Luego del fallecimiento de su hermana, Mayra Yunga debió hacerse cargo de sus sobrinos. Ella, además tiene otras cuatro bocas que alimentar

Mayra Yunga hace milagros todos los días para alimentar de un mismo plato a ocho personas: sus tres hijos, cuatro sobrinos y su madre. Hace siete meses, una mortal enfermedad terminó con la vida de su hermana mayor, Mercy, de 38 años. Desde entonces se hizo cargo de los hijos de esta.

“En 2015 le detectaron cáncer de útero. Se hizo tratar, recibió quimioterapias, radioterapias y a los cuatro años se recuperó. Pasó bien un tiempo, pero después vino lo peor”, recuerda Mayra, de 31 años.

En octubre de 2019, Mercy había presentado nuevas dolencias. El cáncer se prolongó a los ganglios de la garganta y al brazo derecho, del que de a poco fue perdiendo la movilidad.

“Teníamos la fe de que saldría bien librada, como ya lo hizo una vez. Nuevamente se sometió a tratamiento en un hospital público, pero justo llegó la pandemia y todo se complicó. Su condición empeoró, (...) la enfermedad le ganó a mi hermana”, contó Yunga.

Un día triste

La mujer falleció en enero de este año, a las 18:00, en una casa de salud del norte de Quito. Según la familia, su último deseo fue que cuidaran de sus hijos, que les den educación. Que nunca los desamparen.

“Ellos no tienen papá. Mi hermana era madre soltera. El mayor de mis sobrinos tiene 17 años, los otros son de 12, nueve y cuatro años. Además, tengo tres niños pequeños y vivimos con mi mamá. Uno de ellos sufre epilepsia y otro tiene un problema reciente de sordera”, añadió Mayra.

Dicen que son muy unidos.Karina Defas

Las humitas

La abuela de los niños, María Yunga, contó lo difícil que fue asumir esta responsabilidad, principalmente porque no tienen un trabajo fijo ni recursos económicos para alimentar a tantas bocas.

En una habitación de cinco metros cuadrados hay dos camas de una plaza y media de fierros desgastados. En una se acomodan los más chiquitos y en la otra hacen ‘maromas’ para entrar los más grandecitos, con las dos mujeres adultas.

“A través de mis nietos mantenemos vivo el recuerdo de mi hija. A pesar de la incomodidad y limitaciones en que vivimos, somos una familia unida”, añadió María.

Para subsistir, desde las 05:00, todos se suman a la tarea de preparar humitas. Mientras María y Mayra salen al mercado a buscar el choclo, los más pequeños acomodan una vieja mesa de madera. A un costado de ella, un molino manual brilla. Todos cooperan.

Todos colaboran en la preparación de humitas.Karina Defas

“A las 13:00 empezamos a cocinarlas y a las 15:30 salimos todos desde la Nueva Aurora, en el sur, rumbo a Tumbaco. Allá nos quedamos hasta las 20:00, pero no siempre se vende todo, en especial si llueve”, contó Mayra.

En un día cocinan 150 humas y las venden en paquetes de tres unidades, a un dólar cada uno. Si el día fue bueno, reúnen 50 dólares.

“En el día sorteamos cuál será la comida que nos vamos a saltar, ya sea el almuerzo o la merienda. Si tenemos suerte, una señora que vende junto a nosotros sabe regalarnos lo que le sobra de la venta de mote y eso nos salva en la noche”, contó la abuela.

Con esfuerzo y, a veces, sin lograr la meta, a fin de mes deben reunir mínimo 250 dólares para pagar el arriendo del minicuarto donde viven, servicios básicos y comida, pero no es suficiente para subsanar otras necesidades médicas que tienen los niños.

“Para la chiquita que tiene epilepsia tengo que comprar todos los meses unas pastillas. Cuando no me alcanza debo suspenderlas y estar pendiente de las convulsiones que le dan, para ayudarle y evitar que se lastime”, dijo la tía.

Para recibir clases virtuales, los pequeños solamente cuentan con un teléfono celular. Este lo usan entre todos, intentando no cruzarse en sus horarios. En ocasiones, algunos deben quedarse sin la lección del día.

El Dato

Si usted desea ayudar a la familia puede comunicarse al 099 802 1094.