Exclusivo
Actualidad
Moradores de la Calle 8 de Cristo del Consuelo 'bailan' de miedo
El ‘paniqueo’ se mudó a esta zona suroeste de Guayaquil, que fue atacada con una explosión el 14 de agosto. Moradores no revelan sus nombres, pero sí su preocupación por los daños en sus casas y sus emociones.
Personas desmembradas, sin piernas, con heridas en sus orejas y sus ojos. Esas escenas no las puede olvidar María (nombre protegido), quien vive frente a la zona cero, donde se dio el atentado con explosión en la Calle 8 del Cristo del Consuelo, suroeste de Guayaquil, la madrugada del 14 de agosto.
También recuerda el olor a pólvora y a sangre que había en el ambiente. Lo primero que pensó fue en su familia, con cuyos miembros comparte el inmueble.
Todos corrieron afuera de la vivienda y lo que alcanzaron a oír fue el grito de una mujer que pedía desesperadamente una ambulancia. Un video prueba este hecho.
“Las autoridades dicen que no había bailadero, sí había. Acá viernes, sábados y domingos la gente viene a danzar y beber. Es más, los días lunes, tipo 07:00 u 08:00 se ve a la gente pasar, es como una procesión de borrachos y trasnochados. No podemos ni llevar a nuestros hijos a la escuela porque ven ese espectáculo”, manifestó una residente del área que continúa cercada por la Policía Nacional, cuyos miembros siguen en las respectivas investigaciones.
Su hermana, quien no quiso identificarse, cuenta lo que vio luego de la fuerte detonación, la cual le ha afectado a sus oídos y a su garganta. Sostiene que la tiene irritada, debido al polvo y pólvora que se levantó.
“Los vecinos agarraban a sus muertos en peso y se los llevaban del sitio, por eso creo que deben de haber más que no han sido contabilizados”, opina.
Unos residentes pensaron que lo que vivían era un terremoto y ya se encomendaban a Cristo para que los consuele y los lleve a su Reino; otros sí se dieron cuenta que se trataba de un atentado, pues los disparos fueron la antesala del ataque.
Leyenda urbana
Una moradora que contemplaba los cercos metálicos que permite solo el paso de los gendarmes y los moradores de la Calle H y la Décima, asevera que la bomba casera era un saco, cuyo interior tenía un tanque de gas, pólvora, balas y clavos.
“Un vecino pensó que era un descabezado, un muerto, así que abrió el saco, vio el tanque humeando y salió volando”.
Sin embargo, su testimonio fue desvirtuado por un experto en seguridad, Kléber Carrión, quien afirma que esa combinación de elementos necesitaría un detonante que active estas sustancias. Aparte hay que considerar que se dieron olas expansivas.
“Ellos pueden estar juntos, pero si no hay un detonador no pasa nada. Esto parece sacado de una película. Encima fue en la madrugada, ni siquiera la situación climática se prestó para ello”, expresó Carrión.
‘Paniqueados’ por represalias
El miedo se mudó a la Calle 8 y ha puesto a ‘bailar’ a sus residentes a su son. Los lugareños no revelan su identidad, tienen miedo de ser las futuras víctimas.
Leida Guerrero fue la única que se identificó. La mujer, de 45 años, llora. Está aterrada, su casa está al lado de las viviendas afectadas por la explosión del artefacto de fabricación casera. Con ella viven dos menores de edad, de 2 y 5 años.
Ellos y el nieto de María no pudieron dormir luego de la detonación.
“Mi chiquito de dos años y medio está somnoliento, mírelo, no ha descansado, se asustó. Su papá lo carga en brazos para darle tranquilidad”.
María revela que tiene pavor de que su vivienda de cemento se venga abajo.
“Venga y vea, las escaleras están cuarteadas, las puertas no se pueden cerrar bien, hay que empujarlas y golpearlas. Todos los vidrios explotaron, hasta los de los televisores, pero gracias a Dios a nosotros no nos lastimó”, dice la señora de unos 60 años, aproximadamente, quien es madre soltera y come por la generosidad de sus hijas.
“Requerimos de ayuda, los policías que nos cuidan se van a ir y vamos a quedar desamparados. Encima las autoridades dicen que el ataque fue por unos vecinos que dizque son de Los Tiguerones. No nos hagan ese daño, porque pueden venir los rivales u otros y dañan a gente inocente”, precisa Guerrero entre lágrimas, quien sostiene que las puertas están frágiles y de un ‘patazo’ cualquiera puede tumbarlas y llevarse lo poquito que tienen.
La afrodescendiente confiesa que la puerta de ingreso a su casa la tiene junta, pues esta se descuadró con el gran estallido.
Varias puertas de madera están rotas y otras volaron, cuenta una hija de María.
Aguantando frío
“Mientras dormíamos nos cayó parte del tumbado. Me duele la cabeza, porque un pedazo me cayó encima. Ahora ‘tiramos’ piso en áreas donde hay más techo, pero en las madrugadas hace frío, es como dormir en la intemperie. Estamos sin vidrios para cerrar las ventanas y tener un poco más de calidez en la casa”, señala la hija de María, quien dentro de todo agradece a Cristo, su consuelo, que esto no haya sucedido en invierno.
Alergias y más afecciones
Los residentes de la popular calle del suburbio cuentan que sus problemas de alergias se han complicado.
“Limpiamos y el polvo sigue en el ambiente. Además, a mi hija recién la operaron de los ojos y tiene que estar en un sitio libre de polvo y cómo hago, no tengo dónde mandarla”, manifiesta la hija de María, quien se dedica al comercio informal.
La mujer sostiene que en la zona hay muchas personas que se ganan el día de la comida y no tendrán el capital para reparar su casa.
Una nieta adolescente de María cuenta que un helicóptero pasó cerca de su residencia (de dos pisos) y la estructura tembló. Estando en el lugar se pudo constatar lo que la joven dijo: la casa se ‘movió’ al bajar ‘soplados’ para entregar los escombros a Urvaseo. Parecía una pequeña réplica de temblor.
La casa de Leida tiene grietas, pero su confianza en las autoridades está pulverizada, trata de levantarse ante la situación y las secuelas psicológicas que han vivido: cero descanso, full zozobra y ansiedad.
¿Por qué la denominan así a esta calle?
Según una moradora a este sitio se lo llama así porque en Esmeraldas cierran ciertas calles y las convierten en bailaderos populares y chupaderos, y les ponen por nombre Calle 8.
Donde quieran ‘mueven el esqueleto’ y lo cierran para este cometido. “En el sector viven algunas personas de la provincia verde y han traído esa “tradición” acá, siquiera unos 20 años o más tienen estas actividades”, manifiesta Norma, residente, nacida en el barrio.
Hay otro lugareño, más joven, Juan, él indica que este nombre lo adquirieron para asemejarse a la calle gringa, famosa en Miami.
“Es complicado que uno visite Miami, por plata, por lo menos pensamos que estamos en esta avenida en las que cantan varios artistas”, expresa el joven.
El sociólogo y catedrático Juan Salazar explica que en este sector del Puerto Principal se asentaron afrodescendientes de Esmeraldas.
“Hace 20 o 25 años se iban a hacer los ‘remates’. En este barrio se han abierto famosos bailaderos: El agachado, El ojito, El huequito, etcétera, montón de lugares donde los ciudadanos afro iban a bailar salsa y tomar cerveza al famoso ‘corrinche’, como los llaman ellos. Al lugar iban los libadores, la calle se hizo famosa y cada vez coge más fuerza”.
Al son de la indignación
Aparte del miedo, los habitantes de esta calle tienen indignación. “Las autoridades creen que hacen mucho con dar unas funditas de arroz y con declarar el estado de excepción. Ya hasta perdí qué número es este y no ha servido para nada, estamos indefensos ante la delincuencia”, expresa otra moradora del lugar, quien hizo fila en las carpas y unidades municipales, en las cuales se les brindó revisión médica y psicológica.