Exclusivo
Actualidad
Migración: Los lamentos ‘despegan’ en Latacunga
Un potrero cerca del aeropuerto de Cotopaxi es el escenario donde la gente despide a sus familiares que viajan a México. Un adiós con incertidumbre.
Envueltas con ponchos y cobijas, unas 30 personas se apostan en un potrero situado a 1.600 metros de la entrada del Aeropuerto Internacional Cotopaxi, en Latacunga. Sacan sus celulares y graban el despegue de un avión que va hacia México. Se abrazan. Se lamentan. Y desde lejos, con incertidumbre, le dicen adiós a ese familiar que se va.
Son las 07:48. Se escuchan las turbinas del avión con destino a Norteamérica. Algunas mujeres, la mayoría indígenas, tienen los ojos hinchados. Han llorado. No han dormido. Y están allí desde las 04:00, acompañando a sus seres queridos hasta que se registren en Migración y su aeronave se pierda en el cielo.
Aquella escena desoladora, la del potrero, no es nueva en el país. Hace finales de los 90, en el antiguo Aeropuerto Mariscal Sucre, que funcionaba en el norte de Quito, se bautizó un tramo del cerramiento como ‘El muro de los lamentos’, porque familias enteras se apostaban allí para despedir a quienes huían de la crisis. Entonces, el destino principal era España.
Más tarde se colocó allí una valla de metal con las siluetas de quienes derramaban sus lágrimas. Fue un homenaje.
Más de 20 años después, en Latacunga se revive aquella pesadilla. Y a una pared de bloques de unos dos metros de alto, que separa ese terreno baldío de la pista de vuelo, le han puesto el mismo nombre.
SECRETO A VOCES
Antes de que despegue el avión, las familias hacen una especie de vigilia afuera de la sala de embarque, aguantando los 10 grados centígrados de temperatura, hasta que ven por un vidrio que los pasajeros se levantan y caminan con sus maletas. Tratan de tomar la última foto, mientras por un alto parlante suena ‘Te acordarás de mí’, de Los Terrícolas.
Alzan las manos y hacen un ademán de despedida. ¡Chao!
Desde adentro, unas siluetas contestan con la misma seña.
“Mi sobrino se va de paseo a conocer México”, dice una mujer, de unos 50 años, que ha llegado desde Ambato para verlo partir.
José, un vendedor de café y dulces que está en el parqueadero del aeropuerto, cuenta –entre el susurro y la denuncia– que esa es la dizque historia de la mayoría. Quizá por temor o por vergüenza casi nadie se atreve a contar que muchos van detrás de mejores oportunidades y que los tours que adquieren en agencias de viajes son solo una fachada.
La realidad es otra. Hay quienes ansían llegar a México para luego enfrentarse a un camino terrorífico, de obstáculos, de dolor, de muerte, para cumplir el ‘sueño americano’. Estados Unidos, su objetivo.
“Antes salían los vuelos unos cuantos días a la semana, pero por la demanda ahora salen todos los días”, relata José.
José ha sido testigo de las largas esperas, de las despedidas dolorosas, de los niños llorando porque sus padres se van, de las madres que dan bendiciones para que la travesía sea buena.
Elena, de unos 30 años, dice: “Toca buscar una alternativa, la crisis ya no da más”. Enseguida, un hombre, desde una camioneta, le grita algo en kichwa, como si fuera una advertencia. Ella da media vuelta y calla.
“Trabajo aquí desde las tres hasta las ocho de la mañana, aprovecho la afluencia de gente para ganarme unos centavos”, comenta José, el testigo.
EXPUESTOS A PELIGROS
Según la DAC, los vuelos que han salido del país desde este aeropuerto son los llamados chárter. Ivonne Azuero, agente de viajes, explica que esas rutas están fuera de las convencionales. “Estos no tienen una hora de salida en específico, sino cuando te dan permiso para salir”, comenta.
Por lo general son las empresas turísticas quienes rentan el avión para que haga un viaje para los tours y promociones que se ofrecen a través de las agencias. Esta práctica además abarata los costos. “Ahí tú ves si llenas el avión o regresa vacío”, agrega.
La hora de salida depende del tráfico aéreo, aunque en Cotopaxi, según la agente, no habría este problema, pues casi todos los vuelos son de esta naturaleza y resultaría más fácil programarlos. Esta vez los viajeros despegaron a las 08:00, como lo tenían previsto.
Azuero aclara que ellos venden el paquete completo, pero ha sucedido que no todos los pasajeros vuelven del tour o que en el hotel algunos desaparecen. De las intenciones de los clientes no se pueden hacer cargo. “Cuando viajaban solos era un poco raro o cuando decían que no van a las actividades que se les vendía”, explica.
Para William Murillo, vocero de 18000migrante.com y exsecretario de Migración, esta actividad es conocida y ha despuntado sobre todo con la pandemia de COVID-19, a pesar de que en los primeros meses hubo un pare por las restricciones de movilidad entre países.
Esto implica demasiados riesgos. “Primero los pueden deportar y, obviamente, pierden el dinero que han pagado a los coyoteros”, explica.
Enfatiza en que viajar a México no es ilegal, pero que se está usando este país como territorio de paso hacia Estados Unidos. Esto implica que deben cruzar por las ciudades más peligrosas del mundo: Tijuana, Juárez y Matamoros, donde existe presencia de los carteles del narcotráfico.
“Creen que es fácil cruzar la frontera, pero ahora mismo tenemos dos desaparecidos”, espeta Murillo.
Ellos son Johanna Tapia, guayaquileña, y Gonzalo Sarmiento, oriundo de Alausí, provincia de Chimborazo. Hubo un tercero, identificado como Washington Quizpi, quien fue hallado esta semana en Ciudad Juárez. Todavía se evalúa su estado de salud.
Ellos solo serían parte de los 10.000 ecuatorianos que han salido del país hacia México y no han vuelto, según Murillo.
En el ‘muro de los lamentos’ de Latacunga se despide a otros más. En cuanto la aeronave alza el vuelo estallan los gritos y llantos. Las familias se mantienen abrazadas.
Un hombre con gorro de lana hace una llamada: “Los muchachos están embarcados, tendrás el dinero máximo hasta el mediodía de mañana”, suelta.
Extiende la mano a una muchacha que solloza mientras mira su celular. “No llores, ellos estarán completos”, la anima. Y se va.
Según William Murillo, los ecuatorianos que deciden aventurarse en estas travesías lo hacen empujados por la crisis económica que atraviesa el país y que solo se ha agravado con la pandemia.
Pero también están quienes tienen la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos en Estados Unidos. “Algunos, desesperados por no poder llevar a sus hijos por vías regulares, optan por los pasos ilegales”, comenta.
Es así que muchos menores de edad también han hecho esta ruta.
Además, están quienes no ven posibilidades de salir adelante en el país y buscan nuevas oportunidades en el extranjero.
Desde 1800migrante.com se presta asesoría legal gratuita para los ecuatorianos que han migrado y sobre todo para las familias que han reportado las desapariciones de sus seres queridos en la frontera entre México y Estados Unidos.