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En la calle García Moreno aún existe la primera farmacia de la ciudad. Los boticarios preparaban ellos mismos las recetas.HENRY LAPO

Día del Trabajo: Quito rememora sus viejos oficios

Cereros, vianderos, aguateros, los rondas y las bolsiconas son varias de las actividades laborales con las que nació la capital. Algunos evolucionaron.

Caminar por las calles del Centro Histórico implica no solo pisar piedras, sino la historia misma. Las edificaciones patrimoniales no son importantes por sí solas, detrás de ellas hubo manos trabajadoras que lo hicieron posible.

EXTRA realizó un recorrido a propósito del Día Internacional del Trabajo. Rina Artieda, investigadora y representante de la Cofradía de los Duendes, explica que los quiteños tuvieron diversas ocupaciones que lograron el desarrollo de la urbe como hoy la conocemos.

Los relatos de Artieda se remontan al siglo XVI, luego de la conquista de los españoles en este territorio. Las iglesias, que ahora son la razón por la que Quito fue declarada Patrimonio de la Humanidad, se empezaron a construir. “Una ciudad llena de quebradas necesitaba embaularlas, así que aparecieron los arquitectos”, asegura.

Pero este solo era la punta del ‘ovillo’, pues en la construcción de arcos para las quebradas del centro de Quito se necesitaron albañiles, carpinteros, leñadores. En su mayoría eran indígenas que hacían el trabajo más pesado.

INICIOS  Y EVOLUCIÓN

Estos relatos han sido hallados, según Artieda, en los registros de las parroquias religiosas, en donde se encuentran frases como: “Se necesitó contratar cereros para que el trabajo no se detenga y mantener vivo el espíritu”. Se refiere a la contratación de personas que fabricaban las velas tanto para las obras como para las viviendas y las fiestas.

Pero como todo va interconectado, a estos oficios se les sumaban los vianderos, personas que se encargaban de llevar la comida a los indígenas, pues estos vivían en las afueras de Quito. “Solo los blancos o criollos podían vivir en lo que hoy es el centro”, aclara la relatora.

Visitantes miran la obra de uno de los maestros múltiples de la Colonia: Bernardo de Legarda.HENRY LAPO

Ya entrado el siglo XVII y con una creciente urbanización se requerían de nuevos oficios. Por las calles caminaban hombres con un pondo a la espalda: los aguateros. Estas personas eran las encargadas de entregar agua a las viviendas directamente de las piletas.

Pero había una diferenciación, hubo quienes además de llevar agua trasladaban los desperdicios humanos para botarlos a las quebradas. “Se puede decir que son los ancestros de los trabajadores de la Empresa de Agua Potable actual”, comenta la investigadora.

También estaban los rondas, luego llamados serenos: hombres que tenían la misión de patrullar las calles. Tenían formación parecida a la militar y gritaban “Son las 12 y todo sereno”, para informar a los habitantes que no pasaba nada malo.  Ahora, por las calles se pueden ver agentes metropolitanos que aunque no dan la hora patrullan el Centro Histórico.

En la calle García Moreno aún se puede encontrar la tradicional Botica Alemana, la primera farmacia de Quito. “Los boticarios preparaban ellos mismos los medicamentos”, aclara la relatora. También hasta ahora hay personas que fabrican juegos pirotécnicos para las fiestas, aunque en siglos anteriores se los llamaba coheteros.

El oficio de los coheteros aún continúa para las fiestas populares.ARCHIVO

LAS MUJERES

Hubo oficios diferenciados: las cocinas y las labores del hogar que estaban a cargo de las mujeres como criadas o como bolsiconas. Estas últimas eran quienes fueron abandonadas por el marido o viudas y por lo tanto debían trabajar. “Se llamaban así por las enormes faldas que usaban y dentro de ellas un gran bolso con sus materiales”, explica Artieda.

También, como en casi todos los países, hubo mujeres conocedoras de herbología que curaban al resto, pero que eran perseguidas por las acusaciones de brujería. Solo las monjas tenían en esa época la libertad de curar enfermos.