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No lo mató el pitbull, sino la bala
Misteriosa muerte de un menor en Montecristi. Pariente aseguraba que el perro lo había matado, pero la autopsia reveló que fue un tiro
“Te quiero mi amor, te quiero mi amor”, exclamaba inundada de dolor Virginia, nombre protegido.
La mujer golpeaba el ataúd blanco donde reposaban los restos de su hijo, un menor de 10 años asesinado con violencia.
Inicialmente, un pariente cercano aseguraba que su muerte era resultado del ataque de un perro, pero con la autopsia se confirmó que tenía un tiro en la cabeza.
La noche del martes 29 de junio, la policía fue alertada sobre el presunto ataque del pitbull. Al llegar al lugar, los organismos de socorro vieron al niño en los brazos de la persona con quien residía, en las afueras de la vivienda, en Montecristi, Manabí. Ya estaba sin vida.
“No lo tapen, no lo tapen”, repetía desesperado el hombre, quien minutos después fue retenido. En su vestimenta y manos tenía máculas de sangre.
Los familiares, al ver el cadáver que yacía en el suelo se lanzaron sobre él y gritaban desesperados. Desde el patrullero el sospechoso trataba de explicar. “Lo encontré ensangrentado, ya no respondía”, exclamaba a toda voz.
Los vecinos aseguraban que los canes que vivían en la casa del menor no eran salvajes y que acostumbraban a andar en la calle sin hacerle daño a nadie.
Mauricio González, jefe policial del Distrito Manta, indicó que el cuerpo presentaba una herida en el cráneo, similar al paso de un proyectil de arma de fuego. El impacto se originó sobre la sien, con orificio de entrada y salida.
El despliegue de los agentes permitió encontrar una alimentadora calibre 9 milímetros en el baño del inmueble. Luego los peritos hallaron una pistola dentro de una cisterna.
El abuelo materno contó que su nieto vivía en el cantón El Carmen, norte de Manabí, pero el año pasado, desde que inició la pandemia, se mudó a vivir con su mamá, quien en el momento de su muerte se encontraba en otra provincia.