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Con manos de 'ángel', mujeres ponen su primer arete a bebitas
Con esta actividad, un grupo de damas se ganan la vida fuera de la maternidad del Guasmo, en el sur de Guayaquil.
"Tranquila, mi amor, vas a quedar bonita”, le dice Grisel Rodríguez a una bebita, mientras le hace gestos para que ría. Esa es una de las frases que exclama a sus clientes pequeñitas, a quienes con dulzura les coloca su primer arete.
La mujer se inició en esa actividad en su natal Venezuela hace 13 años, pero durante los tres últimos ha ‘camellado’ fuera de la maternidad del Guasmo, en el sur de Guayaquil. En esa zona, otras nueve féminas se dedican a lo mismo.
Todas saben cómo distraer a las chiquillas, mientras les hacen el orificio con una pistola perforadora. La idea es que estén tranquilitas y no impidan el trabajo. Unas, como Grisel, les dicen cosas tiernas. Otras las llaman con sonidos.
El oficio es antiguo. Las primeras señoras que incursionaron en él, décadas atrás, se ponían en el exterior de la antigua maternidad Enrique Sotomayor, en el centro de la urbe, narra Alexandra Arias, quien aprendió de una ‘dura’ de la época.
Poco después de la inauguración de la maternidad del Guasmo (1988), otras damas fueron a los alrededores a ofrecer el servicio. Actualmente también hay unas quienes trabajan cerca del hospital infantil Roberto Gilbert.
Grisel cuenta que a todos los padres que ven salir de la maternidad con sus bebés les promocionan su chamba. Los progenitores escogen a una para que haga la colocación del arete y ahí es cuando inicia la acción.
Las ‘areteras’, como se hacen llamar, enseñan a los papás los modelos de accesorios para que elijan el que gusten. Luego realizan la colocación (ver infografía a continuación).
“Es una experiencia linda. A veces unas bebés lloran, pero otras ni se dan cuenta”, platica. Incluso, tiempo después se vuelven a topar con las ‘peques’.
“Hay niñas que luego las veo más grandecitas cuando vienen a consulta. Las madres se acuerdan de mi, me saludan y recuerdan que aquí se les hizo la perforación”, comenta.
Alexandra, en cambio, ya lleva dedicada ocho años a esta labor. Un tiempo la hizo fuera del hospital del Guasmo y ahora está completamente fuera de la maternidad del mismo sector.
Refiere que con las recién nacidas se labora mejor, porque se mueven menos que las de más edad. Más bien sus papás son quienes se ponen nerviosos y los tranquilizan diciéndoles que no deben temer, que ellas tienen harta experiencia y manos de ‘ángel’.
“Este oficio sobrevive al paso de los años, es algo que va de largo”, dice, acomodando los trajecitos de bebés que vende y le representan otra fuente de ingresos.
A ella y las demás su rol de madres les sirve mucho, pues ya saben cómo lidiar con las criaturas. Pero detrás de eso también experimentan sensaciones emotivas y anhelos.
“Mi único hijo apenas tiene 12 años. Si no tengo una mujercita, quisiera cargar entre mis brazos a una nietecita y yo misma hacerle sus huequitos”, conversa.
Asimismo, hay emprendedoras que no tienen hijas. Y en los pocos segundos que interactúan con las niñas sienten esa emoción que su vientre no pudo regalarles.
Además, en ocasiones les llegan clientes adultos con el deseo de ponerse aretes al estilo ‘gogotero’.
Para este grupo de compañeras lo que hacen no es solo una manera de ganar dinero. Para ellas representa un acto de cariño y amor. Les resulta muy especial poco a poco ver crecer a las bebés que un día tomaron en su regazo. Se sienten parte de ese desarrollo, de ese futuro.