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Madre temporal tras el femicidio de su sobrina
Durante seis meses, la tía de una mujer asesinada en Quito se ha convertido en la cuidadora de las hijas de la víctima. Hace poco terminó la instrucción fiscal.
María Chiluisa se arremanga su buzo azul, lleva sus manos a sus ojos y limpia las lágrimas que empiezan a brotar. Su voz tiembla cuando nombra a su sobrina política Abigaíl Yupangui, asesinada dentro de su lugar de trabajo, en el sur de Quito, hace seis meses.
María, de 47 años, recobra las fuerzas y cuenta a EXTRA que por ese femicidio tuvo que retomar sus labores como madre. Pero no para cuidar a sus propios hijos, sino a los de Abigaíl, quien dejó en la orfandad a tres menores.
“Yo me hice cargo de las dos niñitas, de 8 y 3 años. El otro hijito está al cuidado de la primera pareja que tuvo mi sobrina”, narra la señora en su casa de Paquisha, sur de la urbe, donde vive con las chiquillas.
Ambas pequeñas juegan cerca de su tía, que ahora es su ‘progenitora temporal’ por disposición judicial. Se ríen, fingen no saber que el tema de conversación es su mamita y se apartan en silencio para que María continúe con su relato.
“Pido lo que todas las personas piden cuando atraviesan por esto: justicia”, dice la parienta de Abigaíl, quien habría sido victimada por su exmarido Marcelo Pilliza. Para este 9 de septiembre está previsto que se realice la audiencia de llamamiento a juicio, tras acabarse los 90 días de la instrucción fiscal que se inició con la entrega del implicado, que es padre de las dos niñitas.
Nuevos datos
La vida de esta comerciante cambió radicalmente la tarde del 21 de marzo cuando supo que el cadáver de Abigaíl estaba dentro de la marisquería donde vendía encebollados. “Nunca se encontró el arma con la que la mataron, pero parece que se usó un desarmador. Además, le quitaron el pantalón y la habrían violado”, detalla en medio del llanto, que no puede aplacar.
Según la investigación, la víctima tenía heridas punzantes en su pecho. Ella fue encontrada por su jefe aquella fecha, quien se comunicó con la Policía, que a su vez llamó a la familia de la fallecida.
Las sospechas recayeron sobre Marcelo, ya que él admitió que se encontró con la mujer en el restaurante. En una de sus versiones, él explicó que ese día Abigaíl lo llamó para invitarle un encebollado. Eran alrededor de las 14:00 cuando le sirvió el plato. “De ahí, mi conviviente salió del local. Luego de media hora, ella entró molesta y me dijo que comiera rápido. Le dije que mejor me iba y ella dijo que no, que esperara. De un momento a otro, me apuñaló, pero no sé con qué”.
El hombre detalló que llegaron policías y le pidieron que se retirara del sitio. “Como soy obediente, les hice caso y me fui a Pujilí (Cotopaxi)”.
Allá se hizo atender de la supuesta herida que le causó la víctima en el tobillo y, más tarde, se entregó a las autoridades al conocer del crimen.
Amenazas
Cuando María recuerda aquella versión, se le oprime el pecho. “Yo le dije a ella que le pusiera una denuncia, porque él la maltrataba frecuentemente. Estaba en trámite la boleta de alejamiento”.
Como prueba de las agresiones que recibía Abigaíl, la familia conserva una foto. Allí se mira a la joven con su rostro golpeado: tiene su ojo derecho hinchado y su mano con un corte de cuchillo.
El perpetrador habría sido Marcelo. Según la tía de Abigaíl, eso ocurrió durante el feriado de carnaval, lo que motivó que se separaran, pero fue algo que anunciaba lo peor.
“La menor de las niñas es la que más recuerda cómo él (presuntamente) le pegaba a la mamá”, añade María sentada junto a Norma Yupangui, hermana de la fallecida. Esta última parienta asegura que el sospechoso, aparentemente, tenía amenazada a Abigaíl.
Según Norma, Marcelo le aseguraba que en cualquier momento le quitaría la vida. Pero no solo eso, sino que también haría lo mismo con las dos hijas que ambos procrearon. “No puedo concebir que esta persona dijera que mi hermana lo apuñaló, cuando nosotros tenemos pruebas del maltrato que ella recibía”, sostiene la ñaña.
La ausencia
María indica que ambas niñas están conscientes de que su mamá ya no está en este mundo y, por eso, asimilar su partida no ha sido, por el momento, tan conflictivo.
“Yo las crío con todo el amor que le tuve a Abigaíl. Ella era como una hija para mí”, cuenta la mujer. Recuerda que cuando vivía con Marcelo, con quien mantuvo una relación de 10 años, la joven iba todos los días a visitarla.
Para María, era grato ver a las pequeñas, sin siquiera imaginar que desde el día del crimen ambas ya no solo la visitarían sino que vivirían con su tía política y su familia. “Ellas saben cómo pasaron las cosas (sobre el femicidio), pero no comentan nada más. Yo, de todos modos, les digo que él (Marcelo) es el papá y nada se puede hacer. Hay veces que la más pequeñita sí recuerda lo malo y le digo que aquí ya no va a pasar nada”.
Pero lo más penoso, y que le destroza el corazón a María, es cuando van al cementerio de Santa Rosa, al sur de Quito. La menor de las dos hermanas es la que pide que le compren flores para llevarlas a la tumba de su madre. “Le compramos un ramito y ella, con sus manitos, lo pone y dice que ahí está su mamita. Pero lo más sorprendente es que no llora”.
Luego regresan a casa y vuelve la calma. Las dos se divierten correteando en la humilde vivienda, donde las fotos de Abigaíl ya no están.
María, su madre adoptiva, siempre las atiende. Les hace su comida, las asea y ahora que están próximas a ingresar a clases, las llevará juntas a una escuela cercana a su hogar.
Cuando es la hora de dormir, las lleva a la cama. Antes de cobijarlas, les quita sus zapatitos y las acomoda una al lado de la otra. Un peluche acompaña a la más pequeña y María les da un beso antes de apagar la luz, la misma tarea que hacía Abigaíl, su eterna madrecita.
Abuelita, ‘mamá’ y guardiana de tres niñitos
Una historia que se repite es la de Andrea Gualinga, quien fue asesinada presuntamente por su conviviente en Puyo, Pastaza. El hecho se hizo público el 31 de julio, cuando se confirmó el deceso por envenenamiento. Zoila Castillo, tía de la víctima, contó que hasta ahora no han tenido noticias del implicado, llamado Darío Chango.
“Los niños están a cargo de la mamá de Andrea”, cuenta Zoila. Antes de morir, la víctima le rogó a su progenitora que cuidara a sus tres pequeños: una bebé de 3 meses y otros dos de 6 y 3 años.
A decir de la parienta, solamente el mayor de ellos tiene presente lo que ocurrió con Andrea, ya que él fue testigo directo del crimen. “Por eso está con ayuda psicológica, porque recuerda a cada instante la agresión”.
Añade que la abuela de los niños, llamada Norma Tuti, está haciendo todo lo posible para sacarlos adelante, pese a la difícil situación económica que atraviesan.