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Indolentes a la tragedia: La violencia se ha convertido en parte del paisaje en Ecuador
Cuerpos desmembrados y asesinatos múltiples ya no causan asombro en la ciudadanía. Las personas sacan sus celulares y comienzan a grabar estos sucesos
El torso dividido en dos de un cadáver masculino, con sus órganos expuestos en plena calle, no atemorizaba a transeúntes y clientes de un negocio de comida ambulante en el noroeste de Guayaquil, el pasado 12 de julio. Más bien los curiosos, sin inmutarse, grababan con sus celulares la macabra escena, como si tratara de cualquier evento inofensivo. Mientras los comensales no despegaban los ojos de los platos. La exposición cotidiana a la violencia insensibiliza a la sociedad.
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Francisco Larreateguí, quien lleva más de una década vendiendo encebollado en un triciclo en la avenida Casuarina, estaba a escasos seis metros de donde apareció el saco que contenía los despojos humanos. La mañana de aquel día fue testigo de este atroz hallazgo. Sin embargo, al igual que sus compradores nada detuvo su jornada ni lo que estaba haciendo.
Mientras los uniformados realizaban su trabajo, las personas seguían comiendo, conversando y documentando el hecho sin inmutarse. La violencia que azota a Guayaquil se ha vuelto tan común que, al parecer, escenas como esta no afectan a los ciudadanos. La rutina sigue su curso, sin que la presencia de la muerte logre interrumpirla. Desde un autobús, hombres, mujeres e incluso niños sacaban sus celulares para tomar fotografías o grabar videos del sanguinario suceso.
“Ya estamos acostumbrados a este tipo de hechos. Ya nada nos causa admiración ni nos afecta, si todos los días hay asesinatos y no solo en Guayaquil, la violencia es en todo el país. Matan a personas sin importar que haya niños. Quienes limpian las calles se dieron cuenta de que eran restos humanos porque, para ser basura, pesaba demasiado. Yo seguí vendiendo y la gente comiendo como si nada. Contemplábamos cómo los policías sacaban los restos del saco y los ponían en el carril central. Aún botaban sangre”, relata Francisco, oriundo del cantón Salitre.
Una escena parecida se repitió un día después en las calles 11 y E, en el sector del Cisne 2, suroeste del Puerto Principal, donde fueron encontrados los restos de un hombre dividido en varias partes. Las personas también sacaron sus teléfonos para grabar el hallazgo.
No obstante, este fenómeno de insensibilidad colectiva no solo se evidencia en Guayaquil, sino en muchas otras ciudades del país donde la violencia se ha vuelto común. En lo que va del año, en Ecuador 3.363 personas han sido asesinadas; y varias de las víctimas, desmembradas. Solo la Zona 8, conformada por Guayaquil, Durán y Samborondón, registra el 34 % de los crímenes suscitados a nivel nacional. Desde el 1 de enero hasta el 19 de julio, contabilizaba 1.175 asesinatos (ver la infografía).
Normalización e indiferencia
Diario EXTRA consultó con tres expertos para conocer si estas escenas, aunque impactantes, ponen de manifiesto una alarmante pérdida de empatía, una creciente normalización de la violencia extrema y una peligrosa tolerancia hacia el horror.
Para la criminóloga María del Mar Gallegos, especialista en Derecho Penal, uno de los peligros más graves que enfrenta la sociedad desde la perspectiva criminológica es la normalización de estos actos, que han pasado a formar parte de nuestra cotidianidad, de manera que la gente ha perdido la capacidad de asombro ante ellos.
“Si perdemos la capacidad de asombro, dejamos de reclamar. Es una gran desventaja como sociedad. Es como cuando nos han robado y nos dicen: ‘Te robaron, pero no te pasó nada’. Hemos llegado a un punto de violencia extrema en que cada quien lucha por sobrevivir y no nos importa el prójimo. Ecuador es uno de los países más violentos de la región”.
El mexicano Ramón Celaya Gamboa, especialista en inteligencia y seguridad, manifiesta que las imágenes de cuerpos desmembrados y los videos capturados por los curiosos que han circulado en redes sociales despojan aún más de humanidad a la víctima, convirtiéndola en un objeto de morbo y curiosidad.
Añade que la normalización de la violencia ha sido el común denominador en los países que sufren una violencia crítica, como Colombia, México, Venezuela y ahora Ecuador, y que la indiferencia se ha convertido en una estrategia de supervivencia en una ciudad donde el crimen es parte del paisaje cotidiano.
“La capacidad de las personas para continuar con sus actividades diarias, aun frente a un espectáculo tan grotesco, refleja una preocupante adaptación a la violencia y al horror. Ya nos deshumanizamos como sociedad y estamos llegando a una descomposición mayor y a un reclutamiento mayor por parte de estos grupos de delincuencia organizada, donde los jóvenes se convierten en sicarios y las mujeres sirven como ‘halcones’, avisando a los grupos criminales la presencia de la autoridad”, dice Celaya.
El filósofo Diego Jadán Heredia, profesor de la Universidad del Azuay, indicó que si las personas no normalizaran la violencia, la existencia sería invivible. “Buscamos mecanismos psicológicos para hacer la realidad soportable. Tenemos que convivir cotidianamente con la violencia y debemos normalizarla; de lo contrario, no podríamos salir todos los días a trabajar. Si me diera cuenta de que estoy viviendo en un mundo tan peligroso, probablemente me quedaría en casa y no haría nada. El ser humano siempre se adapta a las circunstancias en las que está, y no por una desviación psicológica”, aclara Heredia.
Los tres expertos coinciden en que habituarse a la violencia y la creciente indiferencia ante actos atroces son mecanismos de adaptación y supervivencia que la sociedad ha desarrollado para sobrellevar una realidad insostenible.
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